viernes, 16 de diciembre de 2011

CARLOS MARZAL, un gran poeta español y universal.

EL ANIMAL DORMIDO

A Luis García Montero

Has llegado en la noche,
como otras tantas noches,
hasta la casa apuntalada en sombras.
La puerta ha clausurado el alba amenazante,
y, tú mismo una sombra, te desvistes
por el pasillo a tientas,
con las voces aún y el sabor de esa noche
hurgando en la memoria.


La habitación todavía es más ciega,
y la invade, corpórea,
la familiar tibieza de una niebla invisible.
Has tumbado tu noche, tu cansancio y tu cuerpo,
junto al cansado cuerpo de su noche.
Quién sabe qué fantasmas la estarán visitando,
con quién departirá
en la hora puntual de los demonios,
por qué tierras salvajes de los sueños
andará extraviada y sin echarte en falta.
Toda la suma de casualidades,
de planes no cumplidos,
de rutas postergadas, de incertezas,
y que llevan por fin hasta esta noche,
resulta un laberinto incomprensible.



Mientras rumias un violento deseo,
ella duerme a tu lado,
flota sobre las aguas del lago de la noche,
ajena a tus preguntas sin respuesta,
y su respiración, en esas aguas,
es el fiel testimonio de que hay vida,
de que aún no te has ahogado.



Qué está ella haciendo aquí,
qué estoy haciendo.
El lago no responde desde sus aguas frías.
No creo que mañana obtenga la respuesta.
Mientras tanto,
ya me he acercado al animal dormido,
su orilla me ha abrazado,
y sin más tiempo para pedir ayuda
nos hemos ido al fondo de la noche.



De “Los países nocturnos” 1996








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El Poema De Amor Que Nunca Escribirás


Debería nombrar (debería intentarlo) el afán hasta hoy por ti dilapidado en perseguir amor, que quizá fuera tanto como el afán de huir, fatigado hasta el asco, de todas las trastiendas, repletas de fracasos, que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.

Debería acoger, dar lugar a unos labios que nombraran sin fe, sólo de cuándo en cuándo -por momentos, sinceros; por momentos, falsarios- diálogos de alcoba que pareciesen tangos (eso acaban por ser, o algo más triste acaso, siempre que en la distancia solemos evocarlos):

De esta vida tan sucia, de sus trabajos vanos,
me consuela, mi amor, el fingir, fabulando, otra eterna contigo, cogidos de la mano. Y habría de alojar dictámenes sagrados, con los que, ya bebidos, tanto nos excitamos: De entre todas las perras que en la noche he tratado, la más perra eres tú. Debería, malsano, contener esas citas de los domingos vastos, insulsas y festivas, amasadas de hartazgo, en que la vida toda se obstina en maltratarnos, con su aire de ramera experta en el contagio del odio hacia la vida, del tedio y del cansancio.

No podrían faltar los cuerpos del verano,
cuando la adolescencia ardía por el tacto, en especial aquél de todo lo vedado. Ni habría de omitir el vicio solitario, por el amor perdido en inventar los rasgos del amor, que, entretanto, no dormía a tu lado.

Y en él habitarían con todo su sarcasmo
-al fin y al cabo son tristes muertos de antaño, fragmentos de tu vida que salvas del naufragio- las cartas sin respuesta; yesos aniversarios, tiernamente ridículos después de celebrados, que dejan en el alma aroma a mal teatro.

Y los reproches mutuos, merecidos y agrios,
dirigidos al centro del dolor, como un dardo con toda la miseria que acarrean los años. El placer del acoso, cuando el amor intacto, y cuando la ignorancia, ese bálsamo arcano, no señalaba límites al indudable ocaso.

El maldito poema tanto tiempo aplazado,
y que no escribirás, porque el tema es ingrato, querría redimirte de todos tus letargos. Una voz que te daña diría murmurando: Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo, para que tus palabras no tengan que inventarlo.

Quien a ese poema de amor dilapidado
incauto se atreviera, sin calcular el daño, amaría el amor, probablemente tanto como el afán de huir, fatigado hasta el asco, de todas las trastiendas, repletas de fracasos, que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos.
De “El último de la fiesta”




Uploaded by florborreguito1 on Apr 1, 2011

Poema de Carlos Marzal , lévemente adaptado para
convertirlo en canción por Antonio Flor





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El Origen Del Mundo

A Felipe Benítez Reyes



No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal:
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.


No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde
detrás de los trabajos amorosos
y de las efusiones de la literatura.


El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.


Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen, cuando lamen
la herida más antigua, cuando palpan
la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de la hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio,
un conjuro ancestral.
Nos dirigimos
sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes cómo crece
la flor de carne abierta.


La pretérita flor.


Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.



De “Metales Pesados” 2001



Decrepitud

Asilados en una infancia obscena,
en el exilio de su misma sombra,
desde un limbo de hielo,
derritiéndose,
los viejos testimonian, sin enigma,
sobre el enigma viejo de estar vivo.


Gota a gota en presente, son futuro,
evanescencia al fin fuera de tiempo,
que en la fronda del tiempo anda perdida.
Espectros de la carne en su derrota,
se acogen al sagrado de la carne,
que en deserción de sí no los ampara.
pabilos sin fulgor de inteligencia,
arden a fuego extinto en su hendidura,
ascuas de quienes fueron, balbucientes.



Isla del fin del mundo, conmovidos,
vemos flotar en pasmo la vejez,
a la lunar deriva del asombro.
Nos resulta del todo inconcebible
nuestra decrepitud, nuestra mudanza
hasta desconocernos en nosotros
y en nosotros errar entre lo ajeno.


Cómo subsiste ciega la energía
en su impúdico afán de propagarse.


Madre senilidad, nunca te amamos.
Madre senilidad, no te amaremos.


Qué frágil, en su ser, la fortaleza.
Qué sólido el vivir, de sumo frágil.



De “Metales Pesados” 2001


Carlos Marzal

Carlos Marzal (Valencia, 1961) es uno de los principales representantes de la poesía de la experiencia, que dominó la lírica española en los años 80 y 90. Numerosos críticos incluyen también en este grupo la obra de autores como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes o Vicente Gallego.

Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, durante sus diez años de existencia codirigió Quites, revista de literatura y toros. La obra poética de Marzal alcanza su punto de mayor éxito con la publicación de Metales pesados, poemario que tras su publicación consigue los premios Nacional de Poesía y de la Crítica. El año 2003 obtuvo el Premio Antonio Machado de Poesía y en 2004 el XVI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por su obra Fuera de mí. Ha debutado en la narrativa con la novela Los reinos de la casualidad (Tusquets, 2005), considerada como la mejor novela del año por el suplemento El Cultural del periódico El Mundo.

Ha traducido del valenciano la obra poética de Enric Sòria Andén de cercanías (Pre-Textos, 1995).



Publicaciones

Poesía

  • El último de la fiesta (Renacimiento, 1987)
  • La vida de frontera (Renacimiento, 1991)
  • Los países nocturnos (Tusquets, 1996)
  • Metales pesados (Tusquets, 2001).
  • Poesía a contratiempo (antología a cargo de Andrés Neuman; Maillot Amarillo, 2002).
  • Sin porqué ni adónde (antología a cargo de Francisco Díaz de Castro; Renacimiento, 2003).
  • Fuera de mí (XVI Premio de Poesía Fundación Loewe; Visor, 2004).
  • El corazón perplejo (poesía completa; Tusquets, 2005).

Narrativa

  • Los reinos de la casualidad (Tusquets, 2005).
  • Los pobres desgraciados hijos de perra , Tusquets, 2011 (finalista del premio Setenil).

Ensayo

Premios

Enlaces externos

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