viernes, 28 de octubre de 2011

Por qué en China es más rentable matar a un herido que ayudarlo


Xion Maoke, de cinco años, volvía del colegio a pie, rumbo a su casa en Luzhou al oeste de China, cuando fue arrollado por un camión. Hasta ahora, esta era un tragedia lamentablemente común a todos los países del mundo, pero lo que la hace única y especialmente desgarradora es que el niño no murió. A ojos del conductor del camión, Ao Yong, esto era un problema, porque la ley china (donde no hay sanidad pública) le obligaría entonces a pagar las facturas del hospital. Así que, para estar seguro, dio marcha atrás, volvió a arrollar al niño y lo remató.


Esta es, al menos, la versión de los testigos. El conductor lo negó a la policía y a la familia durante horas después, y una investigación posterior descartó esta teoría. De hecho, Ao fue el primero en llamar a la policía. La versión de los testigos demuestra el grado de preocupación tras el caso de la pequeña Yueyue, esa niña que fue atropellada en un callejón y a la que 18 peatones ignoraron, y hasta qué punto están replanteándose su cultura moral. Ambos son casos escalofriantemente lógicos: en China no hay cultura de ayudar a los demás (interferir, lo prefieren llamar allí), y quien lo haga tiene que responder a las autoridades. Es lo que se llama shaoguanxianshi, un estado mental que viene a querer decir "no te involucres si no es asunto tuyo". Se adoctrina a los niños chinos a no mostrar compasión por sus guanxi (sobre todo si son desconocidos) si va ir contra tus intereses.


Es algo que se remonta a varios siglos. Hay varios refranes chinos que se refieren a este estado mental ("cada persona debería barrer la nieve de su acera y no preocuparse del techo del vecino", escribe Fei Xiaotong en su revelador libro sobre la moral china From the Soil), y aún sobrevive la imagen medieval de chinos tirando la basura por la ventana, o al jardín del vecino. Las cosas no han cambiado mucho con el tiempo. Mao intentó cambiar esto e instauró la creencia de que los ciudadanos tenían que comportarse en sus esferas privadas y públicas. Un día de marzo tenían que salir a la calle a compensarlo, haciendo cosas por la sociedad: limpiar autobuses, cortar el pelo a la gente...


Cuando se fue Mao, esta imposición desapareció. La gente empezó a disfrutar (y a veces a abusar) de las libertades que no tenían antes. Las aventuras extramatrimoniales dejaron de penarse, por ejemplo. En los negocios pasa más de lo mismo: todo vale, aunque sea en contra del prójimo. Es como si China hubiera importado la cultura occidental del libre mercado, pero no su código ético. Y como el suyo propio no encaja con la libertad de mercado, lo han desechado. En consecuencia, hay un vacío moral que el dinero no pude suplir.


No obstante, están obligados a suplirlo. Se está discutiendo la posibilidad de crear una ley que obligue a ayudar a la gente en caso de necesidad, pero solo en la esfera intelectual, no en la política. La economía china no para de crecer, pero sin un código moral y ético no podrán liderar el mundo como se espera de ellos.


Fuente: Daily Mail, China Daily.



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