sábado, 18 de junio de 2011

LA 'NAKBA;(NAQBA): MARCELO WIO DESDE ESPAñA

¿Qué “desastre” rememora realmente?



Autor: Marcelo Wio, España

Hace días que resuena ese nombre, nakba, en los medios, esa denominación, esa nebulosa inexplicada. Lo que aprecio desde una distancia leve de días es lo siguiente: no es una fecha que señale una tragedia. Es, por el contrario, una fecha en la que se renueva un compromiso, un pacto: la eliminación del Estado de Israel.


La verdadera nakba fue fruto del ataque de países árabes al nuevo Estado de Israel y la consecuente usurpación y ocupación de los territorios previstos para la creación del futuro Estado palestino. Es, además, un acto de paralelismo nefasto en el que se conmemora el odio. Paralelismo porque pretende equipararse de alguna manera a la Shoá [ EL HOLOCAUSTO,N.d.e.], disminuir su repercusión, quitarle entidad al culpar a Israel (a los judíos, en definitiva) de su propio Holocausto.


El objetivo, sin más, es banalizar la historia, tergiversarla. Y lo han logrado hace mucho. Hasta tal punto que el grupo terrorista que atentó contra los atletas israelíes en las Olimpíadas de Munich, en 1972, se llamaba “Septiembre Negro”, a raíz de la matanza de palestinos en septiembre de 1970 a manos del Ejército… jordano.


El conflicto está tan enrevesado, tan mistificado, tan mentido que la historia ya ni siquiera es historia sino relato mítico, propaganda, donde todo vale.

Así, se exige retornar a las fronteras anteriores a la Guerra del año 1967: fronteras que limitaban a Israel con Egipto, Jordania, el Líbano y Siria.

No había, dentro de esas fronteras, un Estado palestino. Sus hermanos árabes parecían haberse olvidado de la resolución de las Naciones Unidas que contemplaba la creación de dos Estados: uno judío y otro palestino.


Esas fronteras, ante el silencio de las naciones, fueron absorbidas por Jordania (Cisjordania, el nombre no puede ser más evidente), Egipto (la Franja de Gaza) y Siria (las Alturas del Golán: por cierto, gran parte de los cuales entraban dentro de la Zona de Partición de 1947 que correspondía a Israel). Una guerra en la que intervino, además, Irak, a unos cuantos kilómetros de cualquier frontera israelí posible (sin contar, por supuesto, al resto de países que atacaron a Israel en 1948).


¿Qué representan, entonces, esas fronteras? ¿Qué valor de negociación real tienen?
Hablar de una paz con esas fronteras significaría, seriamente, sentar a los dirigentes de los Gobiernos de los países antes mencionados a que formaran parte de las conversaciones de paz, a que repararan los errores históricos. Y, sobre todo, a quitarle fuelle definitivamente a un conflicto del que son culpables directos (y muchas veces indirectos), y a plantearse concesiones territoriales al nuevo Estado palestino independiente.


La nakba, entonces, ¿qué conmemora, qué recuerda? Nada de lo expuesto aquí arriba. Sólo sirve como una excusa más (de las tantísimas) para fomentar, alimentar y exacerbar el odio y el resentimiento, para asentar la mentira, para servir a los intereses de regímenes moribundos (como el de Siria), una suerte de descarga hacia el sur por la que tratar de liberarse de la tensión creada por la ancestral opresión de sus propios hermanos. Esos mismos por los que juran y perjuran, desde Marruecos hasta Pakistán, que harían cualquier cosa.


Cualquier cosa menos darles libertad, educación y salud; cualquier cosa menos otorgarles un poder de decisión real, de brindarles la oportunidad de informarse sin el peso ominoso de la propaganda que lo deforma todo, que todo lo amolda a las necesidades de culpar a agentes externos. Los mismos que fomentan la cultura del odio contra la cultura del conocimiento, la cultura de la muerte contra la cultura del progreso.


La nakba, mucho me temo, es el regocijo macabro de una cultura que se da la espalda a sí misma; que se ha creído el personaje que interpretaba y ya no sabe quién es quién.
Los dirigentes, claro está, saben muy bien quién es quién, quién manda y quién obedece y, sobre todo, quiénes son sacrificables.


Hay una pequeña diferencia. En Iom Hashoá guardamos un minuto de silencio. En la nakba, se atacan las fronteras, se tiran piedras y se fortalece la unidad de grupo en un mismo desprecio.


autor; MARCELO WIO,

ESPAñA

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