jueves, 16 de junio de 2011

Argentina: Hebe Bonafini y los derechos humanos

En acción. La conductora de Madres, durante uno de
sus habituales enfáticos discursos en el espacios público.



Hebe Bonafini y los derechos humanos


por Rogelio Alaniz



Hebe Bonafini y el gobierno nacional son responsables de lo que esta ocurriendo. Schoklender, si se quiere, es apenas un episodio policial. Nunca dejó de serlo. Quienes deben dar respuestas políticas a lo que está sucediendo son los que transformaron a un símbolo político de la resistencia a la dictadura militar en una cueva de ladrones. También deberían decir alguna palabra quienes callaron o miraron para otro lado cuando el barro y el olor a podrido eran evidentes.


En lo personal, debo decir que la noticia me sorprendió como a todos, aunque no demasiado porque sospechaba que esto tarde o temprano iba a ocurrir. No soy adivino, simplemente no me dejé seducir por cantitos de sirena ni amedrentar por chantajes emocionales de quienes todavía no aprendieron que las grandes estafas se perpetran invocando los ideales más puros.


En mi archivo hay varias notas publicadas en este diario acerca del fraude político y moral cometido por Bonafini. Nunca dejé de criticar a la mujer que se atribuía casi de manera excluyente la titularidad de los derechos humanos en la Argentina, mientras que desde hacía más de quince años su principal operador era un parricida. Y, en los últimos tiempos, su contadora pública era una ex ministra que todavía no pudo explicar qué hacía un paquete con miles de dólares en el baño privado de su oficina.


Quienes hemos criticado la conducta de Hebe Bonafini, hemos sido acusados por el coro oficialista y su comparsa de las peores cosas. Pienso en varios nombres, pero el primero que me viene a la memoria es el de Elisa Carrió, acusada de fascista por esta mujer que usa esa palabra como un insulto, ya que si supiera qué es el fascismo corregiría sus comportamientos, muchos de ellos rayanos por su violencia e irracionalidad en la más cruda tipología fascista.


Es que hace rato que Bonafini no tiene nada que ver con los derechos humanos. Los ignora y en más de un caso hace exactamente lo opuesto. Hace falta ejercer la impunidad moral más absoluta para decir -por ejemplo- que sus hijos simbólicos hoy son Amado Boudou y Julio de Vido. A más de uno le llama la atención la complacencia que ciertos izquierdistas han tenido con Bonafini. A mi no, porque a cierta izquierda la fascina los comportamientos autoritarios.


Los hechos no me dejan mentir. Que Bonafini haya apoyado la masacre de las Torres Gemelas, para sus epígonos fue un tema menor; que haya descalificado a Horacio Verbitsky por su condición de judío, fue un detalle irrelevante; que a los bolivianos que intentaron convocarse en la Plaza de Mayo para protestar por la discriminación esta buena mujer los haya insultado con términos que reclamaban una intervención del INADI, fue una anécdota.


Hoy se la pretende disculpar en nombre de su ignorancia. Falta que alguien diga que se trata de una pobre anciana engañada en su buena fe. Curiosa viejita desvalida que hace una semana acusó a Macri de “hijo de puta” sin otro fundamento que su pulsión; inocente criaturita de Dios que interpelada por el escándalo no vaciló en esconderse detrás de los muertos y decir que ante tanta sangre derramada no estaba dispuesta a hablar de “pelotudeces”.


Digamos las cosas como son: Hebe Bonafini nunca debió haber ocupado el lugar que ocupó. Y mucho menos haber ejercido el poder absoluto como lo ejerció. Bonafini ignora lo que es una política de derechos humanos. Defendió a sus hijos y en todo caso defendió a Madres o a la imagen muy personal e interesada que ella modeló de las Madres. Para Bonafini, las otras instituciones de derechos humanos fueron, son, una competencia, una molestia.


Ahora se habla de sus años de lucha, como si las luchas del pasado justificaran las miserias del presente. Es verdad que como tantas madres ella salió a la calle a reclamar por la desaparición de sus hijos. Muy noble, muy justo, pero pongamos las cosas en su lugar. Todos luchamos por nuestros hijos, los buenos y los malos, los demócratas y las fascistas.


Es un mérito defender a los hijos, pero es un mérito inscripto en nuestros instintos, en nuestra sangre o en nuestra memoria civilizatoria. Una leona, una mona, también lo hacen, pero lo que no hacen las fieras y las alimañas es luchar por la vida de los otros, de los que no conocen, de los que merecen vivir no porque son nuestros hijos o nuestros padres, sino porque son seres humanos. Esta verdad a Bonafini la deja indiferente. Madres dejó de ser una causa colectiva para ser su causa. Por ese camino, Madres e transformó en Madres Sociedad Anónima.


Yo lo siento si pincho globitos, algunos inflados con ingenuidad y otros con mala fe. Yo lo siento, pero Hebe Bonafini nunca fue otra cosa que una doña Rosa enojada. Sus pulsiones, sus exabruptos, sus prejuicios así lo confirman. No hay nada en Bonafini que permita ubicarla en el universo de valores progresistas. Ejerció el poder de Madres como una matrona déspota y quisquillosa, y como jamás se preocupó por cultivar sus ideas y salir del mundo de los instintos y los prejuicios para abrazar una causa más generosa, quedó prisionera de sus apetencias más elementales, las que nacen del poder y el mal humor.


Y esto no lo empezó a hacer ahora. Lo hacía en 1981 cuando yo la conocí y discutí con ella en el local de la APDH que entonces funcionaba en Zavalla 3043. Ya para entonces Hebe Bonafini se había acostumbrado a no consultar a nadie, a decidir por su cuenta. A ser la jefa, la patrona. Schoklender ingresó a las Madres en este contexto. Ninguna madre fue consultada sobre la conveniencia de otorgar semejante nivel de poder a alguien cuyo exclusivo mérito fue haber cumplido una condena por parricidio. Alguna vez habrá que estudiar qué mecanismo se disparó en esa relación entre la madre que le mataron los hijos y el hijo que mató a la madre. Alguna vez.


Lo que en todos los casos debe quedar claro, es que el escándalo que ahora estalla no empezó ayer, ni siquiera antes de ayer. Bonafini es responsable, pero también es responsable el entorno que le toleró y le alentó todos estos disparates en nombre de la revolución social o en nombre de algún buen negocio. El consentimiento y la complicidad en este caso estuvieron acompañados por la mistificación y la mentira. ¿O acaso no es una mentira la cifra de 30.000 desaparecidos? ¿Y no es una mentira confundir represión ilegal con genocidio?


Se dice que Bonafini se equivocó, pero no robó. Habrá que investigar si es así, pero advierto que para ser corrupto no es necesario enriquecerse, que existen otros estímulos que corrompen que no son necesariamente monetarios. Admitamos que Hebe no robó, pero dejó que robaran. No robó, pero se dedicó a acumular poder. Y además, no le tembló el pulso para vender el pañuelo al peronismo.


El año pasado escribí una nota en la que decía que Raúl Alfonsín se había equivocado con Bonafini. Alfonsín supuso que el entendimiento con las Madres pasaba por lo político, cuando en realidad lo que Néstor Kirchner vino a demostrar es que ese entendimiento era económico. Y en este punto hay que ser claros. Con Bonafini no era necesario hacer mucho para corromperla, pero convengamos que el kirchnerismo se encargó de dar los pasos necesarios para que esto ocurriera, sumando a sus méritos el de haber sido la única fuerza política en el mundo que corrompió a una institución de derechos humanos.


¿Y los juicios a los militares? ¿Y la derogación de la obediencia debida y el punto final? ¿Y Brinzoni subido al banquito para descolgar el cuadro de Videla? Todo muy lindo, pero estaban cazando leones en el zoológico. En el mejor de los casos están metiendo presos a viejitos que los llevan a Tribunales con los pañales puestos porque no controlan los esfínteres.


Siempre se dijo en los seminarios de derechos humanos que toda institución que lleva ese nombre no puede someterse a ningún partido político por más popular que sea. Siempre se dijo que los derechos humanos son de la sociedad y no del Estado y que, por lo tanto, todo compromiso económico con el Estado es la antesala de la corrupción. Siempre se dijo, pero nunca se practicó.


Lo que vale para Bonafini vale para todos los que dicen defender los derechos humanos. Me parece muy bien que la señora Estela Carlotto declare que Bonafini debe ser investigada, pero para que esa declaración no sea sospechada de ajuste de cuentas interno, la señora Carlotto debería empezar por retirarse de los actos oficiales del kirchnerismo y alejar toda sospecha acerca del tráfico de influencias que dicen que ejerce a favor de sus familiares.



Conclusión, el barco de Hebe Bonafini hacía rato que venía averiado. Se le atribuye al funcionario norteamericano Foster Dulles haber dicho que ningún gobierno resiste un cañonazo de un millón de dólares. Algo parecido pensó el peronismo con las Madres y cumplió su objetivo con su habitual eficacia.


fuente: DIARIO EL LITORAL , de Santa Fe-Argentina

11 de junio 2011





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