sábado, 13 de marzo de 2010

En Beer- Sheba, Israel: Muestra en homenaje al artista plástico argentino-israelí Cacho Monastirsky (Tuvia Osher Mon) fallecido en noviembre 2009


MUESTRA HOMENAJE AL PINTOR
ARGENTINO ISRAELI
CACHO MONASTIRSKY

(TUVIA OSHER MON)



EN EL MUZEON HANEGEV -

CALLE HA-ATZMAUT 60 -
ciudad BEER SHEBA- ISRAEL

FECHA: 16 de marzo del 2010 -
HORA:18,30

La entrada es libre y gratuita



ESTAN TODOS INVITADOS!!!







RETRATO DE ELENA

CANIEVSKY DE MONASTIRSKY
MADRE DEL ARTISTA















Retrato de Salomon Monastirsky
padre del artista




















EL SIEMPRE COMENTA "ME SIENTO RARO". YO PIENSO ,
PERO COMO NO SE VA A SENTIR RARO, SI SOLO VUELVE
A LA REALIDAD EN SU OBRA. UNA OBRA TAN DIFICIL DE
DEFENDER EN ESTOS DIAS DE CONFUSION. EN EL, LA
ABSTRACCION LLEGA A UN PUNTO TAL ALTO Y ES TAN
POTENTE QUE SE VUELVE REALISTA, UN REALISMO LO
MAS OBJETIVO POSIBLE.

ES UN OBSERVADOR TENAZ DE SU COTIDIANEIDAD, DE

LO QUE MAS CONOCE, DE LO QUE LE DEVUELVE, HASTA
DE SUS PADRES, EN UN ACTO DE HOMENAJE "CREAR A
SUS CREADORES."

LLEGA A LA OBRA FINAL SIN DUDAS BASICAS Y CON

MARGEN PARA LA SUTILEZA, ESTO SIGNIFICA MUCHO
TRABAJO Y MUCHO ACIERTO .

UN PINTOR TAN REALISTA DEBE SER INVISIBLE.





Comentario-Critica de VIVI TELLAS.

(Directora de Teatro-Argentina)


El artista que vivió el desierto

Cacho Monastirsky: el artista que vivió el desierto
A Tuti, Florinda, Esmeralda y Alma Monastirsky


por Ana Camusso y David Wapner

Cuando se escribe esto, 14 de noviembre de 2009, se está cumpliendo un mes desde que el pintor argentino Oscar "Cacho" Monastirsky dejó de estar entre nosotros, luego de padecer, como dice el eufemismo, una enfermedad incurable. El desenlace sucedió en una ciudad que, a priori, en plenitud, en Buenos Aires, Cacho nunca hubiera imaginado para hecho tan trascendental: Beer-Sheva, capital del Néguev, la región sur de Israel. "Beer-Sheva, por supuesto, no es Buenos Aires", afirmaba Cacho, pero, "ni siquiera Tel-Aviv, que es importante, aunque pequeña, no se puede comparar." Aunque, cuando hablaba de Buenos Aires, no pensaba en sus barrios (se había criado en Devoto, "no tenía nada que hacer ahí"), sino del Centro, "ahí está lo que importa". Podía hablar horas de los pintores de su generación, de sus maestros, de sus amigos, De edificios, galerías, talleres, calles, bares, plazas, parques. De los museos, del Centro Cultural Recoleta. Imposible reconstruir ese mundo en lugar tan extraño, suburbio del Medio Oriente, al que fue a dar en cuerpo y alma con Tuti, su esposa y tres hijas, y él lo sabía. Aún así, como era un seductor, logró reunir , casi en los márgenes de un desierto, que a él le fascinaba, un séquito variopinto, con menos glamour, tal vez, que aquel ambiente del arte porteño que ya pertenecía al mito, pero que le fue fiel y lo quiso hasta el final: señoras soviéticas, alumnas de sus talleres, maestras y directoras de escuelas, aficionados al arte, argentinos "veteranos" y nuevos inmigrantes, funcionarios de centros culturales barriales. Dice Tuti, "agreguen también que el desierto de Beer-Sheva que lo recibió logró comprenderlo y aún se comunican, en profundo silencio".

Lo que sigue, es un pequeño tributo a Cacho Tuvia, que había nacido en 1953, un 25 de enero, en Buenos Aires, en donde se formó, creó y trabajó, hasta el año 2002, en que decidió emigrar a Israel.

Te digo, sin que nada me preguntes

que este que ves aquí es un cuerpo humano

y por eso impide la luz del sol

Esto no te maraville, cree más bien

que si se trata de vencer esa alta cumbre

es por virtud que el cielo le comunica

Purgatorio III, 94-99 (Dante, Divina Comedia )

Se presenta

La primera vez que lo vimos, fue poco antes de su llegada, cuando en un breve email, nos lo presentó Hebe Solves, “está por emigrar, yo le hablé de ustedes, que viven en la misma ciudad a la que él viaja”, y nos sugería, para conocerlo y saber algo sobre su trabajo, visitar su página web. Fuimos, y ahí estaba: un hombre joven de anteojos, barba recortada y calvicie incipiente, posando a cámara desde la altura de un andamio, serio. Por sobre su cabeza, cantidad de querubines asoman por detrás de columnas que sostienen la cúpula abierta que acaba de pintar. Soy Cacho, pintor argentino, viajo con mi familia a Israel, hago trompe-l`oeil, puedo transformar una simple pared en la entrada al paraíso, ya voy, espérenme…


Llega y llama

Dos semanas más tarde, suena el teléfono: Cacho está en Beer-Sheva. Entre los conocidos se corre la voz, llegó el pintor que decora con sus cuadros las telenovelas argentinas. En casa, nos preguntamos por donde empezar El trabajo de pintor escasea. Un pintor que emigra, más que inmigrante es un exiliado. Pero aquí, en especial, en la ciudad de Beer Sheva, si poco es lo que se entiende sobre pintura, muchísimo menos se entenderá qué significa ser pintor. Ningún artista inmigrante ha logrado aquí vivir de su profesión. Siempre hay un impulso inicial, una búsqueda afiebrada del que recién llegó, ayudado por la adrenalina del comienzo, pero, más pronto o más tarde, las adversidades, pequeñas y grandes, comienzan, y el espíritu decae, y vienen las preguntas, las responsabilidades, las exigencias, las autoexigencias infinitas.

Cuenta

Cacho se cita con David, y no se reconocen cuando se encuentran. Uno frente al otro, difieren de como se muestran en Internet: más gastados, menos prolijos, con rasgos de emoción que los distorsionan con respecto a la foto . Enfilan para a un café, que llamamos "del francés", porque sus dueños son, o fueron, franceses. Ese rincón crea la ilusión de que se está en una ciudad "de veras": ruido de cafeteras, perfume de tortas, bastante gente ocupando las mesas. Cacho cuenta su historia, trabajó para gente poderosa, pintó cantidad de murales, decoró casas, bancos, restaurantes, hoteles: todo eso se acaba con la crisis del 2001 entonces…, aquí estamos, una noche del año 2002, en Beer-Sheva, en la primera charla, donde Cacho nos revela quién es él.

Se mueve

Siete años de distancia nos separan de aquella conversación. La distancia es tiempo y las circunstancias vividas por alguien en ese lapso, incluida su muerte. El pintor, en todos estos años, se desenvuelve de a tramos. Entra y sale de diferentes espacios, físicos, mentales, virtuales. Camina hacia un lado, crea, se turba y vuelve a intentarlo. Apunta hacia un rumbo, se aflige, cae, y se levanta. Regresa, desaparece, ya no lo vemos, no está más, viajó, se fue, tenemos noticias de él, le va bien, o más o menos, de tanto en tanto viajamos a su sitio web y atisbamos algo del camino transcurrido. Allí, posando en una foto con amigos pintores. Luego, en un centro cultural, con sus alumnos en un pequeño acto de fin de curso, el pintor inaugura la muestra de rigor, sonríe, estrecha su mano a alguien, y luego, serio, espera, no está. Ahora, en una exposición colectiva, copa en mano, feliz, hablando, antes de que el pintor, junto a su cuadro, pose, ahora grave. Después, vuelve a sonreír, se vistió de blanco, como tantas veces, con gran barba, pañuelo sujeto al cuello, gorro y anteojos de sol, mira hacia arriba. Enseguida, una foto antigua, joven, muy joven, con un grupo de actores, elenco de ópera, todos felices, ríen, miran a la cámara, él a la izquierda ríe también, y mira, una vez más y luego desaparece. No está. Vuelve, se lo ve en el margen izquierdo de la foto de su taller, que instaló en un refugio antiaéreo que le fue cedido por el municipio de Beer-Sheva, en un lugar de la ciudad vieja: canchero, anfitrión total, y a sus espaldas, decenas de pinturas, pinturas inmigrantes como él, de épocas diferentes y distantes, allí el obelisco, más allá la espalda desnuda de un muchacho, la madre del artista y su sombra, una palmera de Plaza San Martín.

Descansa

I
-Me encanta hablar

Nos dice el primer día que lo visitamos después de enterarnos de que está grave, y no hay ya nada que hacer. Cacho, día a día, espera el desenlace. , Escribe emails, les cuenta a todos que va a morir: Una performance para el final. Pero sobrevive al anuncio, su nombre es, ahora, Osher (Alegría)Tuvia Mon, según pidió, y así se hizo inscribir. Borda, pinta, dibuja, hasta que decide no hacerlo más. Después retoma, pero esta vez con pincel virtual, me canso menos y me gusta, nos confiesa desde su trono, el sofá del living de su casa. Desde ese lugar puede observar un objeto que le gusta, dice que sería capaz de deshacerse de todo lo que tiene, menos de ese, aquel objeto hermoso.

II
--Me encanta hablar

Lo escuchamos, nosotros también intentamos hablar, para que no se canse. Pero arremete, habla, pausado, pero habla, evoca, piensa, recuerda, opina, bromea. Nos cuenta historias con conocidos en común, o con conocidos suyos que oímos nombrar pero nunca vimos, o desconocidos en absoluto. Cuenta y cuenta. Hablamos de la pintura, de la no pintura, del mundo, de la época, y del vacío. La pintura no existe, no existe más. Se fue, la pintura se fue, calla, vuelve a hablar, ofrece té, café, masitas, lo que quieran. El pintor aparece, posición de loto, vestimenta clara, liviana, cómoda, y pregunta, más preguntas, muchas preguntas cuyas respuestas no sabemos , o no podemos responder. Turbación, silencio, siempre más.

III
--Me encanta hablar

Su perfil más acentuado, sus ojos más profundos, la mirada despejada, sus rasgos manifiestos. Nos cuenta, se revela, nos afirma: el salto al vacío, el despojo total, la liviandad del ser, la renuncia, el amor, y lo eterno. Arremete, aparece, el vacío, el despojo total, la liviandad del ser, la renuncia, el amor y lo eterno. Y de nuevo, todo de nuevo, desde cero, es él.

Luego ríe, nos ofrece más té, más café, tomen, coman, descansen y pueden irse cuando quieran.

www.mon--art.com/

fuente:http://www.ramona.org.ar/node/29499








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