HASTA SIEMPRE, CHANGO QUERIDO
Por José Luis Castiñeira de Dios
En un día triste del crudo invierno de 2011 se marchó el Chango Farías Gómez, uno de los creadores más importantes de la música popular argentina de todos los tiempos, un infatigable promotor de nuevas ideas musicales, un artista comprometido con las causas nobles de su pueblo, un buen amigo de sus amigos y compañeros.
El peso de su personalidad musical no puede ser medido en términos de éxitos discográficos o de entradas vendidas en estadios colmados de públicos fervorosos. Y sin embargo, influenció a intérpretes y creadores de varias generaciones, revolucionó el canto coral argentino, sorprendió a sus colegas con enfoques siempre novedosos, reiteró su inmensa creatividad con experiencias musicales que hicieron escuela, descubrió a figuras artísticas que se consagraron e instalaron su vez su particular manera de renovar cada vez la expresión de origen folklórico a través de lenguajes contemporáneos, pero siempre fuertemente enraizados en el núcleo de las tradiciones musicales argentinas.
Lo conocí a fines de los años 60´, en plena gloria de su Grupo Vocal Argentino, uno de los proyectos vocales más audaces de la música argentina del siglo XX y compartimos escenarios para melómanos que, en medio de la súbita popularidad del famoso “boom” discográfico folklórico, buscaban expresiones renovadoras de la música popular argentina, en artistas como Astor Piazzolla, Eduardo Lagos, Eduardo Rovira, Quique Strega, Alberto Núñez Palacios….
El Chango consiguió salir del gueto y rozar los grandes públicos, pero siempre conservó esa rebeldía que lo mantendría tan vivo como creador hasta último momento. Porque, al igual que Astor, para el Chango lo mejor era lo que estaba por venir, “Lo que vendrá”, como el tema de Piazzolla, algo tan aparentemente contradictorio con la imagen de un tradicionalista. Como el gran marplatense universal, fue esencialmente un renovador. Pero a la vez, también fue un cultor de esas tradiciones, fundamentalmente santiagueñas, que había elegido desde su San Isidro natal, en la reivindicación del mundo musical de su casa, un punto de reunión de todos los más importantes representantes del arte folklórico argentino.
Nos volvimos a encontrar en el exilio, en el corto tiempo que pasó en Francia. Allí tuve la inmensa fortuna de contar con su talento como bombisto en la grabación del primer disco francés de Anacrusa, el grupo que yo había creado con Susana Lago pocos años antes. Siempre voy a recordar esas sesiones de grabación en el Studio des Dames, en Paris, cuando el Chango desenfundaba su bombo y empezaba bordar chacareras ante la mirada asombrada del baterista francés André Arpino, uno de los grandes percusionistas franceses que tocaba con Michel Legrand y Jacques Loussier, y que salía de su cabina aislada para ver cómo organizaba Chango los golpes, cuándo aro y cuándo parche, para encontrar un lenguaje común.
Luego vino el regreso y el reencuentro en una Argentina dolorida y caótica pero recuperada, donde el artista volvió a ser militante y apareció acompañando los diversos procesos políticos de la época de vuelta a la vida democrática, hasta alcanzar un especial protagonismo como legislador de la ciudad de Buenos Aires.
Y entre tanto, MPA, y su grupo de fusión flamenca, y su trío, y últimamente su proyecto vocal e instrumental que abría nuevas miradas sobre ese tema central, nuestra música de raíz folklórica, que seguía apasionándolo como al comienzo de todo.
Con su partida, se va un amigo y toda una época. Queda su obra, la originalidad de sus enfoques, la pasión con que los defendía y comunicaba arriba del escenario, a través de las grabaciones, desde un micrófono.
El Chango Farías Gómez es un artista irremplazable. Lloremos su ausencia, honremos su recuerdo con el homenaje a un auténtico creador argentino.
Hasta siempre, Chango querido.
José Luis Castiñeira de Dios
Compositor, intérprete y director de orquesta.
Director Nacional de Artes de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Fuente: Télam
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