jueves, 16 de agosto de 2012

El comunismo ruso privó al mundo de la herencia cultural de una pléyade de escritores, artistas, intelectuales,asesinándolos cruelmente por ser JUDIOS

Para recordar: cómo el comunismo ruso privó al mundo de la herencia cultural de una pléyade de escritores, artistas, intelectuales, asesinándolos cruelmente por ser judíos


¡Recordar y no olvidar!
12 de agosto de 1952

Luego de sufrir agobiantes procesos judiciales plagados de acusaciones arbitrarias y soportar prolongadas detenciones en condiciones infrahumanas y humillantes son ejecutados el 12 de agosto de 1952 en los sótanos de la tristemente célebre cárcel de Lubianka de Moscú 25 intelectuales y dirigentes judíos, entre los cuales se encontraban los más selectos escritores, poetas, ensayistas y periodistas que aún osaban escribir en idish en la Unión Soviética de la posguerra.


Culmina de este modo tan nefasto una notable e inédita etapa cultural judía iniciada a fines del siglo XIX, que en su momento más brillante quedó expresada por la existencia de una red educativa con más de 10000 escuelas donde se instruían alrededor de 150000 niños, con prestigiosos seminarios de maestros, institutos de investigación judaica, teatros, diarios y publicaciones de distintos géneros y especialidades, centenares de bibliotecas y una actividad literaria que había alcanzado un reconocimiento generalizado en todo el disperso mundo judío.


I.Fefer


Este crimen alevoso provocó el silenciamiento por casi una década de todo vestigio cultural de una comunidad que en los años 30 todavía manifestaba mayoritariamente que el idish era su lengua materna.


Los alevosamente ajusticiados eran parte de una intelectualidad judía secular enrolada y protagonista de una época revolucionaria a la que se sumaron en pos de los grandes ideales de liberación social y que creyeron apropiada para la propia liberación nacional del pueblo judío residente en Rusia, comunidad tan maltratada por la virulenta discriminación antisemita del régimen zarista.


Casi todos ellos como David Berguelson, Der Nister, David Hofstein, Peretz Markish, ya eran figuras conocidas en 1917 cuando, desde su mismo inicio, abrazaron estas ideas reivindicatorias con entusiasmo y decisión, volcando todo su talento creador para el logro liberador. Instalado el nuevo orden revolucionario, se sumaron posteriormente a esta genuina actividad cultural comunitaria generaciones más jóvenes, esperanzadas que su labor sería respetada por el poder soviético.


Pero la tragedia de la cultura judía y su porvenir incierto ya comenzó a avizorarse en 1930 cuando es eliminada la sección judía del partido comunista (Ievseksie), organismo encargado de supervisar la actividad comunitaria en general, y que por años sirvió dócilmente y con lealtad a la dictadura staliniana vigente. Luego de la liquidación de la “Ievseksie” en 1930, las instituciones culturales existentes comenzaron a declinar, pero los escritores siguieron creando en condiciones cada vez más precarias, sin vislumbrar los negros nubarrones que amenazaban la continuidad de la vida judía en el país.


En esa época la nación entera se vio sometida a una política cultural encuadrada en lo que oficialmente era denominada como “socialismo realista”, y que controlaba minuciosamente toda actividad artística o escrita. En esta última actividad escritores rusos y judíos no tuvieron otra opción que someterse a rendir culto a la personalidad dictatorial como precio que debían pagar para seguir escribiendo y creando.


Este proceso ahogante se agudiza en 1936-37 con los famosos juicios de Moscú cuando muchas de las personas involucradas con la actividad cultural se vieron amenazadas.


Y es precisamente en esos años donde es descabezada del poder soviético y luego ejecutada, prácticamente la totalidad de la dirigencia partidaria de origen judío. Empezaban a vislumbrarse que las verdaderas intenciones eran la completa disolución de la minoría nacional judía que, en aquellos años, con sus casi seis millones de habitantes, pretendía ser reconocida como tal en la multiétnica Unión Soviética de entonces.


En 1937, es detenido el famoso escritor judío, Moisés Kulbak, autor de hermosas selecciones de Canciones y Poemas, que en 1928 decide radicarse en la Unión Soviética donde prosigue su labor literaria incursionando en el género dramático con obras de gran jerarquía y que tenían gran aceptación en el público lector. Su muerte se registra en un campo de concentración en 1940.


Igual suerte corrió Israel Tzinberg, autor famoso por su medulosa historia de la literatura judía escrita en 10 tomos. Arrestado en 1937, fallece en 1939 en un centro de detención en Siberia.


En 1938 es clausurado en Moscú el único diario judío “Der Emes” siendo procesado y ajusticiado su redactor principal, Moisés Litvakov. Una publicación en idish leal al poder soviético y que se publicaba hacía 20 años, es decir desde los inicios de 1918.


Sería interminable enumerar los nombres de otras víctimas judías de esa feroz represión de 1937, pero no podemos dejar de mencionar los nombres de escritores de la talla de Abraham Abchuk, Izi Jarik, Zalmen Raizen, Isaac Babel, Wolf Segalowicz. Es una época aciaga que culmina con el vergonzoso pacto nazi soviético de 1939.


Este clima de angustia y represión prosigue hasta junio de 194I, fecha que Rusia es sorpresivamente invadida por Alemania, hecho inesperado por Stalin.


Recién entonces el poder soviético afloja su acción represiva contra las minorías nacionales y comienza a transitar un camino inverso de aliento con los distintos grupos étnicos que habitan el país, con la intención de unificar la lucha contra el nazismo.


Toda la comunidad judía adhiere a esta convocatoria nacional para enfrentar al feroz enemigo. Decenas de miles de judíos participaron y murieron en los frentes de batalla, y entre ellos la mayor parte de los escritores judíos que, en muchos casos, obtuvieron los máximos galardones por el valor demostrado.


Según documentación recientemente hallada en los archivos de la otrora siniestra policía secreta rusa (GPU), por iniciativa de los máximos dirigentes del Bund polaco Heinrich Erlij y Víctor Alter, detenidos durante la vigencia del pacto ruso-germano y luego liberados, propusieron al poder soviético, en agosto de 1941, la creación de un Comité Antifascista Judío (IAC) con el objetivo de movilizar a todo el judaísmo mundial en la lucha contra el nazismo. Stalin aceptó la creación de este comité, pero evidentemente no estaba en sus planes que este organismo fuera encabezado por estas dos personalidades ampliamente conocidas en las organizaciones obreras y socialistas del mundo. Con su cinismo y crueldad paranoica ordena sus arrestos, luego de convocarlos para considerar la propuesta. Luego de penosos padecimientos físicos, Erlij se suicida en el centro de detención, mientras que Víctor Alter es posteriormente fusilado; hechos ocurridos en plena guerra y ocultados por años, pese al requerimiento mundial de instituciones políticas y sociales y de renombradas personalidades.


Stalin postergó la creación de este Comité (IAC) hasta abril de 1942 siendo finalmente encabezado por Schloime Mijoels, destacado y popular actor y director del Teatro Judío de Arte de Moscú, y por el renombrado escritor Itzik Fefer al que posteriormente se agregó el conocido periodista y escritor Ilya Erenburg.

Mijoels y Fefer viajaron a EE.UU. para contactarse y organizar una acción conjunta con el judaísmo americano en la lucha contra el enemigo común. En esos años el (IAC) se convirtió en el verdadero vocero del judaísmo ruso. Aparece el periódico Einikait (Unidad) donde los escritores judíos pudieron publicar artículos, ensayos y creaciones poéticas y literarias. Pero esta situación idílica duró hasta que finalizó la guerra.


Ya el 19 de noviembre de 1946 Mijail Suslov, el ideólogo de la dirigencia soviética, y según actas hoy disponibles, declaró enfáticamente en una reunión del comité central del partido comunista, que el Comité Judío Antifascista había desviado su cometido hacia posiciones nacionalistas y sionistas, y que su existencia constituía un peligro para el país.

Esta declaración de Suslov convalidada por los integrantes del comité central resultó ser un verdadero aviso de muerte.

Schloime Mikjoels es asesinado en 1948, muerte que se simuló con un accidente automovilístico debido a su gran popularidad. En ese año se disuelve el (IAC) y junto con ello se clausura el periódico “Einikait”e inmediatamente después se inician los arrestos de los más conspicuos escritores judíos: David Berguelson, Peretz Markish, Itzik Fefer, David Hofshtein, Der Nister, Halkin, Leib Kvitko, Schmuel Persov y muchos otros que son confinados a distintos centros de detención y campos de concentración. Durante 4 años fueron física y moralmente torturados y vejados en humillantes juicios cínicamente prefabricados, detallados en actas de archivos que actualmente podemos acceder luego de la caída del régimen.

La revista “Di Idishe Gas”(La Calle Judía) publicación aparecida en Rusia en estos últimos años, ha descrito varios de estos bochornosos juicios en sucesivos artículos que son de un dramatismo espeluznante.

El 12 de agosto de 1952 fueron ejecutados 25 miembros de la intelectualidad judía de una comunidad remanente de tres millones de habitantes, creyendo que con esta siniestra acción se borraba toda intención de continuidad judía en la Unión Soviética. En realidad este proceso amenazador siguió vigente durante casi una década, pese al fallecimiento de Stalin en abril de 1953.

Recién en 1961 se comenzó a vislumbrar un signo de recuperación a medida que el régimen se iba liberalizando. Hoy ya es visible un resurgimiento de la comunidad residente en Rusia y en otros estados segregados de la antigua Unión Soviética. Gran parte de sus integrantes se han trasladado a Israel y a otros confines del mundo donde la libertad y los derechos humanos tienen alguna vigencia, condición insoslayable para garantizar su voluntad de seguir manteniendo su identidad judía.


El pueblo judio ...


A pesar del renacimiento del antisemitismo provocado por falsas teorías «científicas» sobre la raza y por factores económicos, en ningún país europeo occidental los judíos volvieron a su antigua posición de inferioridad ante la ley. En casi todos los países los judíos notables fueron cada vez más aceptados por la sociedad: en este sentido fue muy importante el ejemplo del rey Eduardo VII de Inglaterra, que tuvo muchos amigos judíos. Una cantidad cada vez mayor de judíos se dedicó a las profesiones liberales, participó en la vida política y ocupó puestos en el alto funcionariado, siguió prosperando en los negocios, no tuvo dificultades para acceder a la educación superior y, en un sentido amplio, buscó una «asimilación» cada vez más afortunada en las sociedades en las que eran ciudadanos de pleno derecho.


Los judíos hicieron una gran contribución a la vida, sobre todo, de Estados Unidos; tuvieron gran éxito e influencia en esa sociedad, libre de muchas tradiciones europeas. En realidad, antes de 1914 pocos judíos pensaban que su pueblo debía buscar otro fin que no fuera la asimilación y que debían constituirse en una nación, con una base territorial en un estado judío independiente: estos pocos eran los sionistas.


Esta síntesis sobre el progreso global y continuo del pueblo judío hasta 1914 sólo encontró graves obstáculos en la Rusia zarista. Hacia finales del siglo XIX, vivían allí unos 5 millones de judíos —alrededor de la quinta parte de todos los del mundo—, la mayoría en Rusia occidental y Polonia. Con el propósito de desviar el descontento y de dividir a sus súbditos para que lucharan entre sí, el régimen apeló deliberadamente al antiguo odio supersticioso hacia los judíos desplegado por la Iglesia ortodoxa. A partir de los años ochenta, hubo frecuentes pogromos o asaltos contra los judíos: saqueos y robos de casas y tiendas de judíos e invasión de los guetos por matones que azotaron a sus habitantes, matándolos en ocasiones, o que violaron a las jóvenes. A menudo la policía organizó esos pogromos.


Aunque no fuese así, las autoridades hicieron la vista gorda y no protegieron a los judíos. Tal vez no sea sorprendente que los judíos destacaran entre los dirigentes de los grupos revolucionarios rusos. Con excepción de Rusia, Rumania fue el único país europeo que legalizó el antisemitismo. Rumania trató como extranjeras a las comunidades judías que llevaban siglos asentadas en la provincias del Danubio, política que persistió hasta 1919.


fuente: llegó en un e-mail.


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