200 notas y ninguna flor
Por Alejandro Borensztein
para Clarín
14/10/12
Como arquitecto he construido algunas obras de las que estoy
orgulloso (de otras no tanto). Como productor de televisión tuve algunos
éxitos, tanto acá como en el exterior (también algunos fracasos). Formo
parte de un par de instituciones prestigiosas, e incluso presido una de
ellas. Por encima de esto, siempre pensé que mi principal logro fue poner la semillita, velar, cuidar y educar a mis hijos , a quienes consideraba, hasta hoy, el mayor y tal vez único éxito verdadero de mi vida.
Sin embargo hoy, que estoy publicando mi nota número 200 , comprendo que nada se puede comparar con esta epopeya. Paso a explicar rápidamente antes de que suene a fanfarronada.
La primera nota de esta serie que hoy cumple 200 domingos, se tituló “Siammo tutti nervosi”
y fue publicada el 29 de junio de 2008. Refería al estado de nervios,
ofuscación y gritos en el que había entrado la sociedad argentina en
general y la dirigencia en particular a raíz de la crisis del campo.
Narraba el hecho que, desde el ruralista De Angeli hasta la mismísima
presidenta de la Nación, pasando por políticos, funcionarios y simples
ciudadanos apostados en las rutas, todos se enfrentaban a grito pelado y transformaban la vida política en un novedoso divertimento
. El mensaje de esa nota era claro: “Vamos muchachos, putéense,
maltrátense, agrédanse que está buenísimo”. En el fondo, y visto a la
distancia, aquello era bastante inofensivo , pero fue un buen puntapié inicial para doscientas páginas dominicales.
Nunca pensé que alentar aquellos incipientes agravios y tímidas agresiones iba a lograr, en sólo 200 notas, esta verdadera guerra de las galaxias
. Jamás imaginé que esa pequeña semillita plantada hace casi 5 años se
transformaría en este estado de preguerra mundial, sólo comparable a la
invasión a Polonia del 39 .
Desde los gendarmes de Puerto
Madero hasta la presidenta de la Nación pasando por los sindicalistas,
La Cámpora, los que protestan contra el aborto, los que lo apoyan, los
pibes que toman los colegios, los que los critican, los fanáticos de la
falange oficialista, los caceroleros, los que agreden e insultan a la
Presidenta en la calle, los foros y las redes sociales, los que lo hacen
contra los opositores, algunos diputados, senadores, ministros y
secretarios, y muchos dirigentes y comunicadores en general se han
transformado en un fenomenal, delicioso y multicolor ramillete de bestias peludas . Si esto es el resultado de aquel consejo dado 200 notas atrás, estoy impactado por semejante logro.
El
bolonqui se ha ido profesionalizando. Ya no hay un De Angeli subido a
una camioneta con un megáfono, ni una Presidenta hablando, todavía con
cierto pudor, sobre los piquetes de la abundancia desde el Salón Blanco. Ahora la cosa es mucho más sofisticada y estamos todos más curtidos.
Por
ejemplo, si anuncian que la Presidenta va a inaugurar una panadería en
Saladillo, uno ya prevé que habrá algún grito, un ataque a los medios y
un reto a un funcionario, o sea las cosas habituales .
Nada que no pueda resolverse con un casco y un traje antiflama. Pero cuando anuncian, por ejemplo, “hoy a las 19.00 cadena nacional”, y encima aclaran “desde el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada”, sonamos. Todos rajan a los refugios antiaéreos. Cunde el pánico, no sólo entre los que miran por televisión (sobre todo si son del 46% en ascenso) sino también entre los propios funcionarios , que tienen que largar todo lo que están haciendo para ir a aplaudir, sabiendo que en cualquier momento Ella los defenestra con un bocadillito.
“ ¿A ver dónde está el ministro Cadorna?” dice con el dedito en alto, y tiembla Cadorna y toda la familia de Cadorna que está mirando por televisión. En realidad el stress empieza antes, cuando el pobre tipo llega al auditorio y descubre que tiene una silla asignada en la primera fila porque hay un cartelito con su nombre pegado en el respaldo . Mala señal. El tipo sabe que a partir de ese momento, nada se interpone entre el rayo de la muerte presidencial y su indefensa humanidad, está en la primera línea de fuego cual marine en Normandía.
La reacción es inmediata, saca el celular y llama: “Hola cariño, acabo de ver que me van a sentar en primera fila y estamos… en el Museo del Bicentenario!! Quiero que sepas que te quise mucho amor… Despedime de los chicos, deciles que estoy muy orgulloso de ellos y que sólo deseo que sean felices” .
Nada que no pueda resolverse con un casco y un traje antiflama. Pero cuando anuncian, por ejemplo, “hoy a las 19.00 cadena nacional”, y encima aclaran “desde el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada”, sonamos. Todos rajan a los refugios antiaéreos. Cunde el pánico, no sólo entre los que miran por televisión (sobre todo si son del 46% en ascenso) sino también entre los propios funcionarios , que tienen que largar todo lo que están haciendo para ir a aplaudir, sabiendo que en cualquier momento Ella los defenestra con un bocadillito.
“ ¿A ver dónde está el ministro Cadorna?” dice con el dedito en alto, y tiembla Cadorna y toda la familia de Cadorna que está mirando por televisión. En realidad el stress empieza antes, cuando el pobre tipo llega al auditorio y descubre que tiene una silla asignada en la primera fila porque hay un cartelito con su nombre pegado en el respaldo . Mala señal. El tipo sabe que a partir de ese momento, nada se interpone entre el rayo de la muerte presidencial y su indefensa humanidad, está en la primera línea de fuego cual marine en Normandía.
La reacción es inmediata, saca el celular y llama: “Hola cariño, acabo de ver que me van a sentar en primera fila y estamos… en el Museo del Bicentenario!! Quiero que sepas que te quise mucho amor… Despedime de los chicos, deciles que estoy muy orgulloso de ellos y que sólo deseo que sean felices” .
Desde
aquellos piquetes rurales a hoy, todo se fue recalentando. Antes,
cuando había una protesta o una marcha, el Gobierno se jactaba de ser
conciliador o era acusado de permisivo .
Esta semana se juntaron 50 colectiveros en la Panamericana y apareció en un helicóptero el Secretario de Seguridad Lieutenant Colonel Sergio Berni como si fuera Robert Duvall en Apocalypsis Now . Sólo le faltaba el sombrero de ala ancha y el pañuelo amarillo.
Esta semana se juntaron 50 colectiveros en la Panamericana y apareció en un helicóptero el Secretario de Seguridad Lieutenant Colonel Sergio Berni como si fuera Robert Duvall en Apocalypsis Now . Sólo le faltaba el sombrero de ala ancha y el pañuelo amarillo.
Durante el conflicto del campo en 2008, nos sorprendimos e indignamos cuando agredieron al diputado Rossi en Santa Fe.
Pero
luego de una larga prédica, hemos logrado que nos parezca normal que le
peguen a Díaz Bancalari en la puerta de la Rosada. O que el
falsoprogresismo escrache a los periodistas que más hicieron por la defensa de los derechos humanos, como Magdalena
. O que los caceroleros les peguen a los trabajadores de la TV pública.
O que el Gobierno se apropie del Estado y use burdamente la TV pública
para agredir a quienes lo critican, sean políticos o medios. O que la
corran a Sandra Russo por un shopping para insultarla. O que los
gendarmes persigan a patadas a sus superiores y agredan al ministro Lorenzino
. O que le tiren huevos a Filmus en Mendoza. O que en Venezuela
aprieten a Lanata y a su equipo mientras el embajador argentino se ponía
del lado de los apretadores, y el Canciller Timerman no atendía el
teléfono porque estaba demasiado ocupado besándose con los iraníes
. O que el gobierno haga abuso de poder como ningún otro lo hizo en la
democracia, de la cual cada vez más, parece sacar una patita fuera del
plato. La lista de logros llenaría varias páginas pero avisé que no
quería fanfarronear.
De aquella humilde arenga en 2008 a esta
bella barbarie, uno siente que ha logrado mucho. Como dijo el Lieutenant
Colonel Bill Kilgore en Apocalypsis Now: “Nada mejor que el olor a napalm por la mañana. Huele a victoria” . Primeras doscientas notas. Un éxito.
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