domingo, 21 de febrero de 2010

Que te pasa Buenos Aires???





A los botes salvavidas

por JULIETA ARROQUI

Llueve, llueve, llueve. El agua cae sobre Buenos Aires como si fuera escupida por la boca de un despiadado grifo que alguien se olvidó abierto, una cadena de estornudos divinos que duran más de la cuenta. Y hay algo fatídico y abrumador en el aire, y caras de desconcierto y zapatos resignados, las tuberías no resisten y las entrañas de la ciudad, enfermas de diarrea estival, mandan todo para la superficie. Entonces click, Polaroids porteñas de un febrero veneciano.

Y veo un hombre que forcejea como un titán, en una lucha húmeda, tratando de abrir la puerta para sacar a sus hijos del auto que ya empieza a estar a merced de la corriente. Mientras, un cardumen de bolsas plásticas pasa en dirección sur y me aflijo por el perro que ha quedado solo en un escalón, rodeado por el agua y sin escapatoria. Viajo -como en una sala de espera ambulatoria- en el colectivo 168 que hace una ruta extraña y agarra Avenida Córdoba en contramano. Y los autos flotan debajo del puente de Juan B. Justo y yo veo pasar un kayak rojo por la ventanilla.

Una procesión que se multiplica adentro y afuera, en filita india de ruedas atrapadas en ríos callejeros, como si de repente cambiaran el escenario y estamos todos ahí, en medio de la foto de una noticia que pasa en otro lado del mundo. Pero no, está pasando aquí. “Ya quisiera yo tener un botecito en esta tarde de viernes”, pienso cuando veo a los autos nuevos de la Policía Metropolitana que desencajan como un par de zapatos de charol blanco en un barrial, como un sellito marketinero de un presupuesto mal administrado. Tenemos agua hasta el caracú señores.

“Estamos atascados, no sé ni donde estamos así que no sé a qué hora llego”, le dice el chico rubio a alguien por su celular, mientras un señor se queja porque un paraguas cerrado le gotea en el brazo, y me dan ganas de matarlo. El colectivero se arremanga para pegar un volantazo náutico y apaga la radio porque advierte que no hay humor para escuchar a Thalía. Yo me siento anestesiada y agradecida que en el juego de la silla ligué un asiento y tan sólo me resta esperar. Y en la espera el aburrimiento suele venir de visita: cuento tornillos, lunares, paraguas, cuento personas en esquinas, a los equilibristas de veredas y sigo con la vista a un afiche amarillo en su travesía hasta el poste de luz donde queda atrapado. Pienso en todo y en nada a la vez, viajo por las cosas que no se pueden cambiar, ni forzar, en las cosas que no tienen remedio, en eso que simplemente no sucederá porque no tiene que suceder. Es que no hay mucho que uno pueda hacer –y menos arriba de un colectivo- en circunstancias tales, y en este autosecuestro momentáneo, con estética del fileteado, siento cada vez más ganas de ser invisible. Cuando se apaga el motor del bondi dejo que una risa me sacuda un poco y me haga olvidar de esos dados que rodaron sobre una mesa mostrando la cara amarga de la suerte. Otra suerte que no tiene nada que ver con la lluvia, ni con que haya dejado la ventana abierta de mi casa. Admitámoslo, resulta casi inevitable no conectar de un saque con la tristeza cuando llueve.

Y me invento una escena entre patética y triste que no va a pasar y no se por qué pero me gusta: soy yo debajo de la lluvia, con un pucho mojado en la boca, con el agua hasta la rodilla, sin paraguas, casi congelada en una esquina. Y, mientras las gotitas se amontonan como mojarritas locas en mis pestañas, estiro la mano derecha al frente, miro hacia arriba y pregunto con voz desconsolada: “¿Qué te pasa Buenos Aires?”.

LA AUTORA:

Julieta Arroquy estudió Ciencias de la Comunicación (UBA) y, aunque hizo toda la carrera, nunca entregó la tesina. Sin embargo, ese hecho no le impidió convertirse en periodista. Trabajó en la agencia Noticias Argentinas, en Radio Splendid y fue notera en FM La Tribu. A su vez, publicó en revista Noticias, La Mano, Rumbos y participó en la Guía Total Buenos Aires, de Emecé. En 2006 dejó nueve años de angustiosa vida bancaria y se transformó en una alegre editora y redactora de publicaciones corporativas. Pero, por un accidente del destino, se convirtió en dibujante. Hoy es la humorista gráfica de la revista Ohlalá y, desde hace dos años, mantiene un blog al que sube sus trazos inmediatos. A punto de lanzar su primer libro con ediciones De La Flor, fue convocada por Perfil.com para realizar este nuevo blog con dibujos y escritos. Aquí se propone contar y dibujar pequeñas crónicas porteñas. Postales inconexas sobre cómo le resulta la vida en esta, a veces, surrealista metrópolis.

http://blogs.perfil.com/bsas/2010/02/20/a-los-botes-salvavidas/



1 comentario:

Anónimo dijo...

Es Arroquy, con y!