jueves, 3 de junio de 2010

Witold Gombrowicz y el Yo



"GOMBROWICZIDAS"

por JUAN CARLOS GÓMEZ



“Exigir de un hombre que deje de ocuparse de sí mismo, que deje, en suma, de considerarse él mismo, sólo puede pretenderlo un loco. El que exige que me olvide de que soy yo sabe perfectamente que cuando yo tenga un ataque de apendicitis, seré yo quien va a gritar y no él. La enorme presión a la que estamos sometidos actualmente desde todos lados –para que renunciemos a nuestra propia existencia–, como todo postulado imposible de realizar, conduce sólo a la deformación y el falseamiento de la vida (...)”
“Una persona deshonesta consigo misma hasta el punto de poder decir: el dolor ajeno es para mí más importante que el mío propio, enseguida cae en esa facilidad que es la madre del verbalismo, de todas las generalizaciones y de toda sublimación demasiado ligera. En cuanto a mí, no, nunca, jamás. Yo soy (...)”

“En particular, un artista que se deje embaucar y dominar por ese convencionalismo agresivo está perdido. No os dejéis amedrentar. La palabra yo es tan fundamental y primordial, tan llena de realidad palpable y por tanto la más honesta, tan infalible como guía y tan severa como criterio, que en lugar de despreciarla debemos caer de rodillas ante ella (...)”
“Pienso que no he llegado a ser todavía suficientemente fanático en mi preocupación por mí mismo y que –por miedo a los demás– no he sabido dedicarme a esta tarea vocacional con una consecuencia suficientemente categórica y ni he sabido empujarla con la fuerza necesaria hacia delante. Yo soy mi problema más importante y posiblemente el único: el único de todos mis héroes que realmente me interesa. Comenzar a crearme a mí mismo y hacer de Gombrowicz un personaje como Hamlet o Don Quijote”

La admiración que Gombrowicz sentía por Shakespeare es una constante de toda su vida. La acción de sus piezas de teatro transcurre en un medio cortesano porque quería imitar a Shakespeare y porque sus manías genealógicas nunca lo abandonaron. Su familia tenía una posición ligeramente superior a la media de la nobleza polaca, pero no pertenecía a la aristocracia.
La pertenencia de Gombrowicz a una clase social situada entre la alta aristocracia y los hidalgos campesinos se le manifestó como un gran problema que llegó a tener alcances de obsesión. Cuando la inclinación de Gombrowicz por lo la naturaleza de lo inferior y de lo bajo se le volvía demasiado obsesiva Shakespeare lo ayudaba a controlarse y a tomar distancia.

Gombrowicz empezó “El casamiento” en la Argentina, durante la guerra mundial, con el propósito de escribir la parodia de un drama genial al estilo de Shakespeare. Se propuso mostrar a la humanidad en su paso de la iglesia de Dios a la iglesia de los hombres, pero esta idea no le apareció al comienzo de la obra, en la mitad del segundo acto todavía no sabía bien lo que quería.
“El casamiento” representa una teatralidad de la existencia a lo Skakespeare, una realidad creada a través de la forma que se vuelve contra Henryk y lo destruye. En esta obra Gombrowicz le abre la puerta a sus percepciones proféticas. Es el sueño sobre una ceremonia religiosa y metafísica que se celebra en un futuro trágico en el que el hombre advierte con horror que se está formando a sí mismo de un modo imprevisible; un acorde disonante entre el individuo y la forma.

Los grandes temas son tratados por Shakespeare con los acentos más ambiciosos, y sin embargo lo trágico surge siempre del detalle realista o del penetrante tratamiento psicológico del personaje, que induce al espectador a identificarse con él. De este modo Hamlet refleja la incapacidad de actuar ante el dilema moral entre la venganza y el perdón; Otelo, la crueldad gratuita de los celos; y Macbeth, la siempre cruel tentación del poder.
Es proverbial la indiferencia y el distanciamiento casi inhumanos de Shakespeare respecto a la realidad de sus personajes. No moraliza, no predica, no propone fe, creencia, ética ni solución alguna: plantea, y lo hace mejor que nadie, algunas de las angustias fundamentales de la condición humana, pero nunca les da respuesta. Su fantasía es capaz de ver un universo en una cáscara de nuez.

Como creador de personajes, cada uno de ellos representa en sí mismo una cosmovisión, por lo cual se le ha llamado poeta de poetas. Sin embargo, y por eso mismo, los personajes de sus obras parecen autistas, no saben escucharse y permanecen cerrados en su mundo a toda comprensión profunda del otro. ¿Qué simpatía existe entre Hamlet y su pobre y torturada novia Ofelia? Ésta es una de las diferencias más notables y sensibles entre Shakespeare y Cervantes.
Cervantes, en este sentido, es absolutamente opuesto y hace ver la conexión humana que llega a establecerse entre los hombres; el filosófico y trágico distanciamiento de Shakespeare impide ese acercamiento humano. Pero Shakespeare dramatizó como ningún otro el desarrollo de los sentimientos y de las pasiones humanas y no deja de ser una paradoja que Gombrowicz lo haya tomado como ejemplo.

Para Shakespeare los sentimientos eran la materia prima de todo lo que existe y para Gombrowicz eran una afección que había que evitar en el arte y también en la vida. Gombrowicz trató a los sentimientos como costumbres agonizantes y esclerosadas de las que se habían escapado sus contenidos vivos quedándose nada más que con la rigidez de las formas puras.
Gombrowicz se ocupa especialmente de destruir el carácter, para él no existe el carácter, sólo para otra persona aparecemos como un carácter, como una sustancia psíquica. Rechaza las sustancias en cualquiera de sus formas: el carácter, el temperamento o la naturaleza humana. La herencia, la educación, el ambiente y la constitución fisiológica no son más que los grandes ídolos explicativos de nuestra época porque corresponden a una interpretación sustancialista del hombre, pero Gombrowicz no le tiene apego a las sustancias.

La formación del hombre por los demás hombres era una cuestión crucial que Gombrowicz quería poner en evidencia. La idea de la forma era muy natural para él pero, en verdad, de difícil comprensión; era muy natural en él por el rumbo artificial que había tomado su conducta desde joven y por sus sentimientos de extrañamiento. La consecuencia que saca de esta anomalía es que en la conducta de los otros tenía que haber también, por lo menos en estado larval, una intervención de lo casual.
Sin embargo, Gombrowicz no quiere desmenuzar al individuo hasta convertirlo en una especie de polvo psíquico, el individuo vendría a ser algo así como una unidad atormentada por la forma. El carácter es para Gombrowicz sólo una sustancia que se nos aparece como una caricatura. El término carácter proviene de un vocablo griego que significa sello o estampa.

Y estamos habituados a emplear el término en el sentido de las peculiaridades estampadas en una persona como resultado de su herencia y de su medio. La literatura dramática de Shakespeare se funda sobre caracteres de estructuras definidas, que determinan las acciones en circunstancia dadas. Pero Gombrowicz se convirtió en un autor dramático sin utilizar caracteres.
Liquida la sustancia de los caracteres con la forma y con las palabras especialmente en “El casamiento”: “Las palabras se alían traicioneramente a espaldas nuestras (...) Y no somos nosotros quienes decimos las palabras, son las palabras las que nos dicen a nosotros, y traicionan nuestro pensamiento que, a su vez, traiciona. Las palabras liberan en nosotros ciertos estados psíquicos, nos moldean... crean los vínculos reales entre nosotros”

La trama no tiene mucha importancia en la obra de Gombrowicz, la utiliza sólo como pretexto. Tampoco la tienen los caracteres, lo importante para él es la acción, por eso toda su creación tanto en las novelas como en los cuentos tiene esa marcada característica teatral. “De modo que la cuestión decisiva para conocer la autenticidad de la literatura o de la vida espiritual de una nación será precisamente ésta: comprobar hasta qué punto están próximas a la realidad (...)”
“A la Polonia de aquel entonces la llevábamos en el pecho como la armadura de Don Quijote, pero por si acaso preferíamos no probar su resistencia”. En medio de una estructura de Polonia en la que anidaban la falsedad y la violencia Gombrowicz se pone la armadura de Don Quijote y escribe “Ferdydurke”.

La mezcla de idealismo y de realismo en el que se desenvuelve esta novela es la que también inspira al “Don Quijote”. En el año 1935 Gombrowicz publica un artículo entusiasta sobre “Don Quijote”, un libro que en adelante será para él una fuente inagotable de inspiración. El humanismo y el humor de “Don Quijote” y la teatralidad de “Hamlet” fueron modelos que Gombrowicz siguió para ordenar su tendencia a la creación anárquica.
“Don Quijote” es un libro divertido, rebosante de comicidad y humor, escrito con el ideal clásico de deleitar. Cervantes quiso crear una obra para todos los lectores, según las capacidades de cada uno. Abarca desde el lector mas inocente hasta el mas profundo. Este anhelo de universalidad de Cervantes es el mismo anhelo que tenía Gombrowicz cuando escribía “Ferdydurke”.

“Yo exigiría una grandeza capaz de soportar a todos los hombres, en cualquier escala, en cualquier nivel, que abarcara todos los tipos de existencia, una grandeza tan irresistible arriba como abajo. Es una necesidad que me fue inculcada por la universalidad de mi tiempo, que quiere atraer al juego a todas las conciencias, superiores e inferiores, y ya no se contenta con la aristocracia”
Existen gombrowiczidas a los que les encanta ver a Gombrowicz como a un hombre que jugaba y espiaba las cosas a distancia. A esos gombrowiczidas que ponen el acento en su talante de jugador hay que decirles que Gombrowicz era un enemigo implacable de las quimeras y un defensor acérrimo de la realidad, aunque siempre tuvo las manos libres para ponerle distancia al realismo, pues el realismo es una manera pesada e ingenua de ver la realidad.

“Don Quijote de la Mancha” se ha convertido en el libro más editado mundialmente, con lo que se confirman las palabras proféticas de Cervantes: “y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca”. En la novela se narra la historia de un hidalgo maduro que, por la excesiva lectura de libros de caballería, se vuelve loco y concibe la idea de hacerse caballero andante y así recrear la antigua caballería.
Existe un progresivo acercamiento de las iniciales posturas contrapuestas de Don Quijote y de Sancho entre el idealismo y el realismo hacia un equilibrio e incluso hacia un entrecruzamiento en el final de la novela, un entrecruzamiento que aparece también en “Ferdydurke”. La segunda guerra mundial le da una terrible paliza al espíritu romántico, a Polonia le empieza a resultar indispensable un mayor grado de sensatez, es decir, de realismo.

Es entonces que le sirven en el plato de la ciencia y de la política una teoría presuntuosa que se jacta de ser un pensamiento racional, le sirven el marxismo científico. En el medio de un mundo de hombres paralizados en la Polonia de antes de la guerra a Gombrowicz se le ocurre ponerse en contra del lema del romanticismo polaco que convocaba a los jóvenes a medir las fuerzas por las intenciones y no las intenciones por las fuerzas.
En un principio, la pretensión de Cervantes en “Don Quijote” fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante. A pesar de ello, a medida que iba avanzando, su propósito inicial fue superado, del mismo modo que el de Gombrowicz en “Ferdydurke”, y llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el comportamiento humano universal.

Para los polacos ilustrados era una obra fundamentalmente cómica y de lectura no sólo agradable, sino también útil por su crítica a las perniciosas novelas de caballerías que debilitaban la sensatez. La figura del caballero se encuentra en la obra de sus grandes poetas románticos: Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki y Zygmunt Krasinski.
La alucinación de Don Quijote, que toma por gigantes los prosaicos molinos de viento del campo de Montiel, simboliza el eterno esfuerzo en el que se debate la cultura por dar claridad y seguridad al hombre en el caos existencial en que se halla metido. Al enfrentar el plano del mito, propio del género épico, con el plano de la tosca realidad, vinculado con la comedia, Cervantes define la misión de la cultura en el mundo moderno y el tema del género híbrido encargado de expresar su visión del mundo: la novela.

Esa misión consiste en proclamar un nuevo valor, distinto a las verdades absolutas o a las consabidas tradiciones milenarias: la vida, radicada en el yo de cada ser humano. La cuestión del yo también me ha afectado a mí personalmente en mis relaciones con los gombrowiczidas que empeoran y mejoran como el tiempo. Un desencuentro singular que tuve hace tiempo con el Pato Criollo lo pone de manifiesto.
“Y sí, siendo amigos, o en vías de serlo, lo que da lo mismo, creo que ha llegado un momento muy duro para mí. Si vos leíste las cartas que yo le escribí a Gombrowicz, el mero transcurso del tiempo me obliga a leer alguno de tus libros, así lo mandan las leyes de la simetría, contrariando mi inveterada costumbre de resistirme, como gato panza arriba, a la lectura de libros, no así de cartas (...)”

“Llegados a este punto, y como es muy probable que a vos te interese saber, por lo menos en parte, qué es lo que pienso de tus escritos, creo que deberías recomendarme la lectura de un libro tuyo. Para prevenirnos, tanto vos como yo, de malos entendidos que podrían resultar fatales para el futuro de nuestra relación, más teniendo en cuenta que a vos te salen las novelas como porotos de la chaucha, es imprescindible que se entienda muy bien que te estoy pidiendo la recomendación para la lectura de tan solo uno de tus libros (...)”
“No sea cosa que se te ocurra jugarme una mala pasada y me hagas una Pitolina (el Niño Ruso me había mandado en esos días desde México tres libros dedicados), como quien diría”. A esta afirmación de mi yo el Pato Criollo respondió con la afirmación de su yo. “Me acertaste en un punto sensible con tu pedido (...)”

“No debería extrañarme porque vos sos de los que ponen la bala donde pusieron el ojo. Como esos arqueros zen que encuentran el centro del blanco con la punta de la flecha en la oscuridad. Y yo quería más que nada preservar tu oscuridad, para que sigas acertando. Es un poco injusto pedirle infalibilidad a nadie, aunque sea un polaco (además, vos no llegás a tanto), pero dejame seguir con la ilusión (...)”
“En todo caso, podríamos postular una forma nueva de infalibilidad, llamémosle ‘polaca’, a la de los que aciertan hasta cuando se equivocan. Así que: mejor no. Aprovechá que no sos polaco y atenete al argentino ‘preferiría no hacerlo’. La literatura, por suerte, no es obligatoria. No la hagas descender al nivel de la televisión (que sí es obligatoria) inventándote razones”

fuente: recibido directamente del Autor, a quien agradezco.

Lic. Jose Pivín




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