MONICA RUSSOMANNO
EL PRECIO
Él iba a su departamento algunas veces. Le avisaba el mismo día por teléfono, charlaban con un vino cabernet hasta la medianoche, hacían el amor furiosamente, se despedían con un beso cálido, no volvía hasta que lo reclamaba la necesidad de verla.
Había pasado todo un año de citas hermosas y únicas, que la llenaban de deseo y le ponían una sonrisa luminosa en los ojos.
Ella quiso que su amante se le hiciera novio. "¿Es que acaso no me necesitas?", le preguntó. "No", dijo él. "No me eres indispensable, eres un lujo".
La mujer buscó un hombre para quien no fuese chocolate, sino pan y sal. Lo halló. Dio en casarse. No fue feliz.
Su marido la consideraba necesaria como el pan y la sal, cotidiana, así de barata.
CORAJE
Una cantante mexicana dulce en el hablar, calmada ella, de ademanes cortos y sonrisa muy amplia dijo que la situación de las mujeres en su país le da coraje. Coraje, no pena ni bronca ni lástima ni desaliento. Coraje. Y trabaja en organizaciones destinadas a que la mujer no sea más ese objeto necesario y desechable.
Nada más decir que le daba coraje, aclaró que en su país esa palabra sustancia otras sustancias. Había que traducir mexicano-español. Quizás, ahora lo pienso, traducir el idioma de los oprimidos para que lo comprendan los opresores,
"Coraje" es una palabra habitual en su país pero suena extraña para nosotros; se oye raro que alguien sienta coraje por una injusticia. Nosotros solemos condolernos, nos duele con el otro; de hacer algo al respecto ni hablar. Podemos llorar, acompañar en sentimientos, hasta participar de una marcha, rezar una novena, decir "qué barbaridad".
Quizás la injusticia debiese darnos coraje. La fuerza y el enojo suficiente para intentar una reparación. La valentía de la sangre que se agolpa en el pecho y requiere acción. Coraje.
Me dirán que es sólo una palabra, pero de palabras está hecha la lengua, con la lengua se conforma nuestro pensamiento, nuestro modo se ser y ver las cosas.
Nosotros, latinoamericanos, adoptamos el castellano puro de los antepasados saqueadores, y nos causan gracia estas deformaciones que gentes incultas infligen a la lengua de Cervantes.
La mujer mexicana de aros de media luna, de vestido abigarrado y cabello renegrido dijo "me da coraje". Pequeña, dulce, suave mujer de voz aérea. Fuerte, enorme en su convicción, tenaz en su lucha. Guárdense de su coraje los injustos.
MOMENTO PARA EL LUEGO
Paseo con mi madre por el parque del Sur. Hace mucho frío, es temprano en la mañana del domingo. Estamos nosotras, los dueños de perros felices, y perros, también felices, pero sin dueños.
Todos miramos los árboles y las hojas pardas o naranja sobre el pasto; ojos verdes, ojos marrones, los hermosos ojos amarillos de un animalito que nos acompaña un rato. Desde diferentes alturas sobre el suelo, muchos ojos miran los árboles y el pasto. Escuchamos los pájaros que sonorizan el aire limpio y claro, el cielo perfecto.
Las gentes caminamos como sin vernos mientras los perros se saludan, se advierten con uno o dos ladridos, se corretean un rato dibujando grupitos aleatorios.
Está tranquilo el mundo en este rincón esta mañana. Los verdes y marrones se manchan con las flores amarillas o rosadas de los palos borrachos, una alfombra oriental, magnífica en sus tonalidades y encajes se despereza a nuestros pies. A veces las puntadas son anchas hojas húmedas, otras el tejido es una urdimbre abigarrada de hojitas minúsculas y secas.
Sobre las cabezas, el cielo adornado también por los etéreos dibujos de las copas de los árboles. Se ha adornado el mundo hoy, engalanado para sí mismo y para nosotros que lo disfrutamos. Mi madre y yo charlamos apenas, señalamos una garza blanca en el lago, nos mojamos el calzado en el rocío que dejó la noche para fertilizar la tierra.
Estamos bien en este rincón de la mañana. Está tranquilo el pequeño mundo.
Quizás venga, después, el día roto y sucio, la vereda de baldosas faltantes, el humo de los automóviles, la voz devenida en grito, la rama enferma del árbol torcido. Seguramente vendrá el día caótico y desdibujado.
Pero si luego no recuerdo el parque a la fría luz celeste, si olvido la charla y la trama ocasional de los perros moviendo las colas sobre la humedad del pasto blando. Si mañana no recuerdo la calma de hoy, no importa. En algún lugar queda la sospecha de que la vida puede ser como debe ser. Y de que ocasionalmente podemos ser felices.
La autora:
Mónica Russomanno, residente en Santa Fe, Argentina, es profesora de Artes Visuales y ha sido publicada en los diarios "Hoy en la Noticia", "El Litoral" y "La Nación" de Argentina, así como en la gacetilla "Ideas" de Cuba. Editada virtualmente en las publicaciones "Página uno", "Inventiva Social", "Unión digital", "La máquina de escribir" y otras, escribe mensualmente ensayos en "El Arca del Sur". Guionista de los videos "El gueto de Varsovia" y el realizado por el aniversario de la radio "LT9"; ha sido premiada en el concurso por los 70 años de la UNL, en el certamen de la Editorial "Nuevo Ser", el concurso "Nitecuento" de Editorial Mizares, y el organizado por "Historias para el café". Partícipe de la puesta "de la cabeza" con textos dramatizados, se sumó a la Antología "En bandada" de autores regionales. Se ha desempeñado como jueza en el concurso juvenil de la asociación "El Puente" y es autora invitada en encuentros con estudiantes.
Monica Russomanno <russomannomonica@hotmail.com>
lunes, 25 de febrero de 2008
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