MANUEL QUIROGA CLÉRIGO: “LA MAÑANA Y TODAS SUS PROVINCIAS”.
PUBLICA “PÁGINAS DE UN DIARIO” (Editorial POESÍA ERES TÚ. 2010).
Narrador y autor dramático, Manuel Quiroga Clérigo es, ante todo, poeta de larga y fecunda trayectoria, como demuestran sus mas de trece libros publicados. Galardonada con el Segundo Premio de Poesía de la Editorial Poesía eres tú, esta última entrega recoge poemas de muy diversos registros. Todos ellos fueron escritos a lo largo de más de cuarenta años, ofreciendo así un interesante testimonio de las inquietudes y hallazgos que han ido jalonando su escritura.
Inquieto siempre, observador sutil, instalado gozosamente en la vida como otros en el desencanto y la amargura, Manuel Quiroga no pasa de largo ante nada que despierte su emoción y merezca ser contado. El sentimiento amoroso, el paisaje, los viajes, los recuerdos, cuanto queda por hacer y nos espera, constituyen así la médula espinal de su trabajo, como ya pudo el lector comprobar en libros como Fuimos pájaros rotos (Ámbito Literario, 1.980), y en otras obras posteriores de igual o mayor calado como De Morelia callada (Adonais, 1.997) y Las batallas de octubre (Plaza y Janés, 2.002).
Bajo el acertado título de Páginas de un diario, el poeta organiza en esta ocasión los cincuenta y seis poemas que conforman el libro en cinco capítulos, dejando para su cierre el poema más reciente, Festivo ocaso, escrito en su retiro de San Vicente de la Barquera en septiembre de 2.010, y abriéndolo con otros de 1.971, quedando así explícita la condición de testimonio cronológico que su autor quiere dar a este Diario. Lector atento de Claudio Rodríguez y de José Ángel Valente, Manuel Quiroga reconoce en todos los foros la ascendencia que sobre su poesía tuvo siempre Pablo Neruda (recordemos aquí su Homenaje a Neruda, 1.973), y este libro, en que el verso es ante todo testimonio de lo vivido, viene a confirmarlo.
Conviene decir cuanto antes que Manuel Quiroga es escritor de viajes y en los viajes, siempre cuaderno en mano, fiel a sus obsesiones, que cultiva con la mirada tierna del que nunca termina de envejecer es fundamentalmente donde se alimenta de cuanto acontece a su alrededor, por insignificante que ello sea.
El mundo estaba silencioso aquella tarde recoge poemas escritos desde el desgarro que provoca la ausencia de la persona amada: una fotografía me devuelve su cuello / su palpitante carne, su leyenda arriesgada / su piel junto a la espera. El amor como acontecimiento sustantivo, presente siempre en la vida cotidiana del poeta con sus arrebatos, su luz intermitente, sus temporales y terribles abandonos Ya se acerca el momento en que oír sus cabellos, afirma en un poema que contiene solamente este verso, y que resume bien el temblor con que fueron escritos sus vecinos, en formatos más extensos y convencionales.
Bajo el título de Los relojes encontramos diez poemas que nos hablan del desamparo del hombre sin otro destino que no sea, en palabras de Blas de Otero, “apuntalar ruinas”. A ello se aplica con dedicación de orfebre Manuel Quiroga, encontrando para sosiego del lector en su camino pájaros de Italia, cantos amarillos, tardes santas y cortas, grandes caserones de ojos vigilantes, contados y cantados todos en poemas que tienen su punto de encuentro en la nostalgia. Todo el contenido de La mañana es de reciente factura: ocho poemas escritos entre 2.009 y 2.010 para ofrecernos La mañana y todas sus provincias. Hay en ellos una mayor concisión, una estructura formal distinta a todo lo anterior, con versos más ceñidos que dan sosiego a su lectura.
Testimonio de lo vivido y lo perdido, Páginas de un diario culmina una larga etapa, y nos deja a la espera de una próxima entrega de su infatigable y torrencial autor, que nos hable una vez más de cuanto al corazón concierne.
Rafael Soler
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