sábado, 28 de marzo de 2009

MONICA RUSSOMANNO: TIERRA ASENTADA

Me cuenta Miguel lo que otros contaron, que es una forma de homenaje a los narradores, a lo narrado, a la memoria que se derrite como el hielo en verano, que se esfuma, que tiende a desaparecer.


Y me cuenta Miguel que le contó Antonio que su padre, brazos en jarra frente al mar, le dijo “qué lecos está mi casa”, italiano frente al mar, italiano frente al océano, frente a la inmensidad del espacio pero más del tiempo. “Qué lecos está mi casa”, y le aclara “mi casa de la infancia”. Todo un mar, señor Cali, todo un mar entre su Italia y la América.



Y cuenta Miguel que su amiga Inés le dijo una historia, me imagino historia contada a media voz, historia de sobremesa, cuando la luz he decaído, la emoción florece y los vellos sutiles propenden a erizarse frente a lo intangible, a lo tan real que se puede tocar con esos, los dedos verdaderos del comprender por completo.



Inés le contó a Miguel que su mamá llamó a un taxi, le dio la dirección de su casa para volver a ella, y el taxista comprobó que la casa a la que la señora quería dirigirse era esa de la cual había salido recién para tomar el taxi. Sería, me imagino, la casa de la infancia. Pero ella no quería volver a esta casa presente, a esta casa donde ella es vieja y su hija ya no juega ni llora con las rodillas raspadas. Ella no quiere esta casa repintada, transformada, con gentes distintas a fuerza de calendarios y sucesos y vida que transcurre. Ella quiere volver a su casa de la infancia.



El océano del tiempo la separa de esa casa de fantasmas. Cómo podría ser esta casa la casa de la infancia, si aquí papá no está, si en esta cocina las manos de mamá no amasan los tallarines en la mesa empolvada de harinas pasadas, ya irremediablemente posadas en la madera que ya no está.



Y mi madre vuelta a su Euskadi que me dice que aquí por donde pasa la autovía era la fábrica, y aquí donde ya nada hay, en este sitio que ya no es pero fue, ella jugaba. Y el señor Coiro con sus ojos de cielo, plantando en este clima dos sufridas parras y un nogal retorcido para traerse un pedacito de su paisaje de montañas.



Me doy cuenta de que esta es una tierra de gentes sin hogar. Mudados de ciudad o de país, mudados de casa, pocos pueden atrapar el polvo dorado que los rayos de luz orlaban para sus abuelos. Me doy cuenta de que esta tierra es una tierra de gente trashumante, que tiene la extraña costumbre de envejecer, de perder amigos familia y conocidos, de viajar el tiempo que aleja aleja aleja irremisiblemente de las casas de la infancia.



El papá de Antonio, brazos en jarra delante del mar, del infinito mar, descubrió que la casa de la infancia estaba lejos. Que la infancia estaba lejos. Que era un marino del océano del tiempo y del espacio.



El polvo de los altillos se asienta en los suelos de madera. El libro troquelado se va cerrando, la casita se pliega, queda el mar. Se escucha en el silencio un reloj.


Mónica Russomanno







(C)Mónica Russomanno

la autora:Residente en Santa Fe, Argentina, es profesora de Artes Visuales y ha sido publicada en los diarios "Hoy en la Noticia", "El Litoral" y "La Nación" de Argentina, así como en la gacetilla "Ideas" de Cuba. Editada virtualmente en las publicaciones "Página 1", "Inventiva Social", "Unión digital", "La máquina de escribir" y otras,y en los Blogs Culturales "PAGINA 1-JOSE PIVIN" y 'EL GALLO EN ALPARGATAS", escribe mensualmente ensayos en "El Arca del Sur". Guionista de los videos "El gueto de Varsovia" y el realizado por el aniversario de la radio "LT9";ha sido premiada en el concurso por los 70 años de la UNL, en el certamen de la Editorial "Nuevo Ser", el concurso "Nitecuento" de Editorial Mizares, y el organizado por "Historias para el café". Partícipe de la puesta "de la cabeza" con textos dramatizados, se sumó a la Antología "En bandada" de autores regionales. Se ha desempeñado como jueza en el concurso juvenil de la asociación "El Puente" y es autora invitada en encuentros con estudiantes.

russomannomonica@hotmail.com

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