por Jorge Marirrodriga
Los periodistas estamos de enhorabuena porque el filón informativo de la Operación Plomo Sólido no sólo no se ha agotado sino que hemos descubierto una nueva, y puede que inagotable, veta. Durante semanas, mientras el Ejército israelí bombardeaba Gaza, nosotros bombardeábamos a nuestras audiencias con imágenes y mensajes. Las imágenes eran reales: los niños muertos, las madres gritando, los padres con el rostro desencajado. Los mensajes no tanto:
1-) Israel no tenía ninguna legitimidad para atacar Gaza y a su sociedad no le importa nada esta guerra
2-) Hamás es una fuerza democrática porque ha sido elegida en votación
3-) Israel ha bombardeado escuelas de la ONU llenas de refugiados. (Por cierto esto último terminó siendo desmentido, pero ya daba igual. La brutalidad y la desproporcionalidad israelíes ya estaban instaladas, otra vez, en el santuario ideológico de Europa Occidental).
Luego vino un largo silencio donde, por ejemplo, se ocultó:
1-) Que Hamás había robado los camiones de la ONU que habían entrado en Gaza con alimentos después del ataque israelí,
2-) Que el cuartel general durante la Operación de Hamás había sido situado bajo uno de los hospitales más importantes de la Franja
3-) Que prácticamente no ha habido día en que Hamás no haya disparado cohetes contra territorio israelí.
Silencio total. El pasado sábado se descubrió un coche-bomba cargado hasta los topes de explosivos en un centro comercial de Haifa. Si estalla otra masacre. Silencio total.
Pero ahora ese silencio es roto para informar detalladamente de que los soldados israelíes han cometido toda clase de tropelías durante la Operación Plomo Sólido. Han disparado contra civiles, han derribado casas con personas dentro y han matado a médicos y enfermeros que acudían a rescatar a los heridos. Y hay toda clase de pruebas como, por ejemplo, unos papelitos con esas órdenes escritas a mano que los suboficiales israelíes abandonaron en Gaza. Curioso, un Ejército tan competente con unos suboficiales tan lerdos. O el testimonio de palestinos de Gaza, quienes naturalmente no son parte interesada. El jefe del Ejército israelí ha dicho que se investigará y se depurarán responsabilidades, como corresponde en una democracia, pero a nosotros nos da igual porque en nuestras mentes los demócratas son los que, encapuchados, ponen bombas, mandan a sus hijos a hacerse reventar al otro lado de la frontera y proclaman como objetivo la destrucción de Israel.
Sólo quienes nunca han estado en una guerra pueden hablar de ella y de lo que en ella sucede con la frivolidad que con se hace en Europa, parque temático de gente bien alimentada, bien dormida y cuyo principal problema es el sobrepeso y qué hacer con el ocio.
La guerra es una cosa terrible donde se cometen actos terribles pero de ahí a que haya una orden superior y orquestada para ello va un camino muy largo, o muy corto. Exactamente el de convertir a una Democracia en un Estado criminal.
Dice Adi Mintz, ex presidente del Yesha Council, que Israel necesita urgentemente un ministro de Relaciones Públicas. No. Lo que necesita, es que en Europa se alcen voces y rompan el silencio contra la criminalización de una sociedad entera.
Jorge MARIRRODRIGA es periodista corresponsal de EL PAIS
en Buenos Aires.
jueves, 26 de marzo de 2009
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