Hoy se reestrena el musical El Violinista sobre el tejado en el Aula Magna de la UCV por Producciones Palo de Agua y dirigido por Michel Hausmann, el hijo de mi esposo Ricardo, es decir, también hijo mío.
Es la conmovedora historia de una familia judía en el pueblo de Anatevka en la Rusia zarista, la cual sufre los abusos y maltratos de un gobierno intolerante. Los habitantes de Anatevka aman, sufren y sólo aspiran a caber en su propio país: que se les respeten sus ideas, sus costumbres y su religión.
Es un mensaje para la Venezuela dividida de hoy. Una Venezuela en la cual podría decirse que todos somos violinistas sobre el tejado. Tratamos de vivir con optimismo mientras con dificultad mantenemos el equilibrio sobre el inclinado tejado del abuso, la intolerancia, la división y el totalitarismo.
Es una obra magistral que unos talentosos jóvenes venezolanos han montado, pues representa la historia universal del individuo oprimido por un Estado que viola sus derechos más fundamentales. Por eso Michel Hausmann decide montar esta obra; porque representa el amor a la Venezuela que aspira y el rechazo a la intolerancia que este gobierno nos quiere imponer.
Pero a Michel le pasó hace unos días algo que jamás nos hubiéramos imaginado. Luego del cobarde y nada “resuelto” ataque a la sinagoga de Maripérez, alguien que pidió permanecer en el anonimato le comunicó a Producciones Palo de Agua que la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho se retiraba del proyecto El violinista sobre el tejado por ser “una obra judía". ¡Así será la percepción de antisemitismo que está irradiando este gobierno!
La razón esgrimida fue un triste reflejo del totalitarismo rampante: temían perder el subsidio del Gobierno nacional. Por ello invito a mi admirado amigo José Antonio Abreu a que se pronuncie sobre esta situación. Si no lo haces, José Antonio, mañana también vendrán por ti.
Pero Producciones Palo de Agua no esperó explicaciones, siguió adelante y decidió hacer lo que se llama un “ventetú", es decir, invitar de manera individual, a los músicos a participar, y, para esperanza de todos, muchos respondieron positivamente. José Antonio Abreu, otro elemento para tu reflexión.
¿Qué nos está pasando? ¿Hasta dónde va a llegar la perversidad de esta maquinaria de odios y miedos? ¿Cómo es que mis hijos ahora se van a sentir extranjeros en su propia patria al igual que se sintió mi familia en la Cuba de Fidel o mis suegros en la Alemania de Hitler?
El arraigo de Michel no sólo le viene porque es venezolano de pura cepa, sino porque así lo aprendió de sus abuelos sobrevivientes del Holocausto, quienes encontraron aquí un paraíso de tolerancia y amor; de su madre Verónica, de su padre Ricardo, de sus amigos y de toda mi familia.
Yo no soy judía, pero me casé con un judío, soy nieta de libaneses y españoles canarios. Mi madre Belkys es cubana y se casó con mi padre Braulio Jatar Dotti, venezolano, fundador de Acción Democrática e hijo de libanés, mientras pasaba su exilio de la dictadura de Pérez Jiménez en el hotel San Luis en La Habana.
Hotel que, por cierto, fue propiedad de mi abuelo hasta que Fidel Castro se lo quitó. En cortas palabras, yo soy nieta, hija, esposa y madre de la Venezuela de la tolerancia, del respeto y de la libertad.
Cuando mi única hija Joanna Hausmann Jatar, decidió ser judía por religión, toda mi familia cristiana la acompañó con amor fuerza y admiración. A nadie se le ocurrió pensar distinto.
Ese es el camino de la libertad y la dignidad, el que lo pierde por miedo, lo pierde para siempre.
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