martes, 18 de enero de 2011
Argentina: Tato Bores , actor cómico de la nación
Tato, actor cómico de la nación
Por Diego Cacciavillani
"Carlos Ulanovsky: Tato, emecé,
2010, Buenos Aires, 392 págs."
Escribir una biografía supone riesgos. Y esos riesgos se amplifican cuando se trata del cómico político más memorable de la historia de nuestro país: Tato Bores.
El libro de Carlos Ulanovsky –autor del grandioso texto Días de radio– vuelve a sorprender con la escritura de una obra que equilibra bien los tres elementos que debe contener cualquiera de este tipo: rigurosidad histórica –que le permite credibilidad–, información fidedigna –que purga cualquier veta de subjetivismo innecesario– y totalidad –que articula los fragmentos para dar cuenta del todo. Con todas estas cualidades formales cumple el libro de Ulanovsky. Y no se conforma con ello, sino que también le agrega una lectura absolutamente placentera y una serie de imágenes simultáneas al texto que permiten un efecto cinematográfico extraordinario anexado a la lectura.
No es exagerado afirmar que se trata de uno de los mejores, sino el mejor libro de Carlos Ulanovsky porque el tratamiento, completo, exhaustivo, eficaz y dinámico dan la muestra más clara con la severidad y seriedad con la cual se lo escribió.
Rememorando la fantástica frase de Ortega y Gasset: “uno es uno y su circunstancia” sabiendo que esas “circunstancias” constituyen dos planos: los otros (que definen al uno) y el contexto. Y estas tres dimensiones está en perfecta armonía en el libro: incluye una serie de memorias de Mauricio Borensztein (nombre real del personaje Tato Bores) –hasta la publicación del libro, inéditas–, la entrevista a distintos personajes que trabajaron con el artista (políticos, jueces, compañeros, libretistas, entre otros) y un recorrido por su vida que deja entrever vetas de la historia de nuestro país: el peronismo, la dictadura militar, el regreso de la democracia y hasta el gobierno de Carlos Menem.
En sus distintas etapas, se muestra al Tato público y al Borensztein privado pero con la absoluta reserva de la intimidad, derecho de cualquier hombre público (y también algo pocas veces respetado en la producción de biografías), algo que hay que destacar como gesto por parte de Ulanovsky.
El libro trabaja de manera muy precisa, la labor realizada desde el arte, donde Tato y sus monólogos, con el disimulo del humor, iba narrando su actualidad (nuestra historia) de las distintas vicisitudes por las que transitó nuestro país.
Algunas, meras notas de color, otras que se hundían en la más mísera y delicada trama que nos legó la dictadura con sus censuras, sus muertes y sus infamias. Y es justamente la censura uno de los puntos que trabaja el libro con un detalle extraordinario porque las mismas no sólo se dieron en períodos dictatoriales, sino también en la vuelta a la democracia, con Raúl Alfonsín, algo que a Tato (quien reconoció haberlo votado) le dolió mucho. Así lo recuerda su hijo, Alejandro:
“De inmediato, los interventores de los canales 7, 11 y 13 se alinearon en una misma explicación. Tato no está censurado, dijeron, simplemente que está terminado como artista y no nos interesa contratarlo. Miren qué terminado que estaba: Tato tenía por delante sus mejores y más potentes años en televisión (…) Empezando porque mi hermano y yo habíamos tomado la decisión de comenzar a colaborar con mi papá. Segundo, porque en 1983 yo había votado a Alfonsín y la orden radical de prohibir a Tato en plena democracia fue una seria decepción”.
Pero los casos de censura que cuenta el libro parecen una nimiedad junto a los “peligros” que sufrió Tato y su familia en los años más oscuros de nuestra historia. En un capítulo dedicado a ese tema (“Los años en los que Tato vivió en peligro) se narran dos episodios tremendos para el actor: el primero, cuando fueron a buscar a su sobrina y por error terminaron en su casa y el segundo, cuando tuvo que escapar de su departamento porque le habían colocado una bomba que no llegó a explotar. En cuanto a su sobrina, el propio Tato le pidió al entonces comandante en jefe Leopoldo Galtieri entre el relato de su hijo Alejandro:
“Yo soy Tato Bores, he hecho muchas cosas por este país. Usted ahora que puede le toca hacer algo por mí. Tengo una sobrina presa desde 1974, le pido su libertad>. Galtieri prometió ocuparse y, aparentemente, lo hizo, porque al poco tiempo llamaron a mi casa de su parte para avisar que mi prima y su marido recuperarían la libertad, con opción del Poder Ejecutivo”.
A esta altura de la circunstancias, cuesta pensar que el cómico político más importante de nuestro país fuera vituperado por la crítica. Existe en el libro un apartado titulado “¿Quién dijo que Tato nunca recibió críticas?” que derriba esta presunción: “El resbalón de Gardel” titulaba el diario La razón a finales de 1984, Neustadt (digamos, sin mucha autoridad moral) le machacó una presunta cobardía en la crítica en el momento de los militares; el analista político Martín Granovsky dijo del primer programa de Tato luego del regreso de la democracia “El programa fue un largo lamento, de a ratos costumbrista, de a ratos amargo, pero siempre lavado… Tato nunca se caracterizó por la osadía. Y acaso no sea justo pedírsela en un país más bien conformista”. Incluso se destaca una feroz crítica de María Elena Walsh, que en la revista Humor, en la década del 90, dijo de Tato Bores:
“… porque él, dentro del nivel de nuestros cómicos, es un intelectual y no tiene ninguna necesidad de apelar a ese recurso… Tato no es el tipo que uno vaya a identificar con una picaresca tradicional, antigua… Tato es un cómico inteligente y muy moderno. Por qué tiene que apelar a la culomanía es algo que habría que preguntarle a él”.
En el libro de Ulanovsky se encuentra un tratamiento muy interesante sobre el carácter surrealista del entramado humorístico de Tato Bores. En este sentido, se recordará al Nasomóvil, una nariz con ruedas que se paseaba en el estudio como metáfora al entonces caso llamado “Narcogate” o en la figura de algunos personajes como el que interpretaba Rodolfo Crespi: “ a veces poderoso e influyente, consumidor de caras exquisiteces gastronómicas, y en otras ocasiones en la miseria más absoluta”, también el personaje que interpretaba Raúl Ricutti:
“…el ignorante que de un modo inexplicable (pero acaso cumpliendo una parábola muy argentina) se va para arriba en el ranking del poder: es el portero que demuestra una torpeza superlativa y ejerce un pobre poder y que, sin embargo, llega, según el año, a psicoanalista, a asesor de la dirección de un canal () y más temprano que tarde a dueño de una estación”.
Sus monólogos tienen una actualidad que asusta, lo que vale preguntarse si el país ha trazado sus últimos lustros en la repetición o lo cíclico o que Bores fue un humorista que supo explotar los problemas profundos de la Argentina para que desde ahí se nutriera su humor.
Ya sea en televisión como en teatro, en cine como en radio, fue notoria la influencia que ejerció, en el estilo, el tono y el contenido del humor político, la figura de Tato Bores. No es tarea fácil reunir una vida muy rica y una experiencia laboral tan fructífera y relatarlo como si se tratara de un documental cinematográfico de primerísimo nivel. No es tarea fácil incluir los pormenores que enriquecieron la vida de este artista inconmensurable. Y mucho menos, no es tarea fácil que el fenomenal compilado de fotografías que va sucediéndose en el libro. Pero acá se logro, por eso y por todo lo que el lector descubrirá en la lectura de este libro, hablamos de una obra de excelente calidad y nivel.
18.1.2011
http://www.teladerayon.com/Articulo.aspx?id=oe8RRcy16iM=
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