domingo, 17 de agosto de 2008

Réquiem por el poeta gitano Miguel Mendiola

Era un gitano raro. Nadie lo puede discutir, pues le dio la venada de erigirse en una especie de Juan Salvador Gaviota dentro de su comunidad y aprendió a leer y a escribir, a estudiar, es decir, a volar de una manera diferente a sus compañeros de barrio, tal vez para demostrarles que se puede surcar la vida no solamente ceñido a las tradiciones sino también utilizando las propias alas. Supo nadar contra corriente en aquellos tiempos de infancia, en aquel rincón de Sevilla que le vio nacer y donde no abundaba la afición al lápiz ni a las letras. Y tanta altura alcanzó en su vuelo que llegó a ser uno de los doce personajes célebres que ilustran los meses del calendario gitano.

"La miseria te deja desnudo pero también te proporciona armonía y solidaridad", decía, en una clara alusión al sentido colectivo del que hace gala su etnia y al valor que le atribuye a la familia, en cuyo seno hasta los primos terceros son considerados más que hermanos. Y al hilo de su pensamiento creo que tal vez a todos nosotros nos convendría pasar una época en el territorio de la pobreza para aprender a valorar lo que tenemos y a no quejarnos de cosas que son más gracias que desgracias si uno las compara con el hierro de marcar el alma que utilizan el frío, la sed, el hambre.

Hermano de guitarrista flamenco y pariente de bailaoras profesionales, se hizo ingeniero aeronáutico y en un arrebato de magia, de prestidigitador calé, cambió las orillas del Guadalquivir por el sol de California. Su inquietud espiritual le llevó a rebañar algunos libros de filosofía tratando de responder a las preguntas que se formulaba a cerca de su paso por este mundo. Tocaba la flauta y, aunque no disfrutaba de una técnica tan perfecta como la de Hamelin con este instrumento, estoy seguro de que su ejemplo ha servido para orientar y encantar a más de uno de sus congéneres y dirigirlos por el sabio camino que él mismo había elegido para sí.

Escribió una obra de teatro musical andaluza, de título "La Salamandra", que se presentó en Los Ángeles, California, en 1998, en colaboración con su hermano Rafael Mendiola (guitarrista profesional) y su cuñado Enrique Soto “El Sordera” (cantaor profesional de flamenco), con gran éxito, en el que intervino un reparto plagado de actores de teatro y de cine bastante conocidos.

En su artículo satírico "Una modesta proposición" le propuso al pueblo gitano volver a la venerable tradición "de comer niños" para que los payos que los acusan de caníbales pudieran llevar razón.

Trabajó como técnico de asuntos sociales del gobierno de Estados Unidos y contribuyó a la difusión de la cultura gitana por Internet. Su alma transhumante lo llevó icluso a ser colaborador o ayudante de entrenador del famoso equipo de fútbol de New York en el que jugó Pelé, el Cosmos, según me comentó en una de las muchas ocasiones en las que tuvimos oportunidad de conversar via messenguer o skype, conversaciones en las que me confesó algunos de sus secretos más recónditos y que guardaré a buen recaudo en mi memoria ahora que me acabo de enterar de la noticia de su muerte. En el año 2003 publiqué con El Taller del Poeta su libro de poemas "Alzando el vuelo". Su única pretensión era sacarlos del cajón del olvido al que estaban abocados y dejarlos engarzados al futuro en un libro. Así se hizo y aunque se vendieron muy pocos ejemplares me siento satisfecho de haber cumplido la misión que me encomendó.

La matemática del destino resolvió la última ecuación de su vida con el álgebra de la muerte, esa misma matemática que él utilizo para escribir su poema "Álgebra calé" y que transcribo y difundo como un homenaje a su persona al pie de este Réquiem.

Descanse en paz.

Agosto 2008
©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
www.eltallerdelpoeta.com


ÁLGEBRA CALÉ

Somos un uno con un cero por delante;
un número preñado de alegre diferencia.
Un número cabal, primo indivisible
con raíces muy cúbicas y geométricas.


Se nos hace juicio y se nos quita el cero.
Pero íntegros quedamos:
No se llevaron nada
Tenemos el respeto de todo el Infinito,
que aplaude la unidad sólida y sana
contra trigonometrías de incorrectos mitos,
y la admiración de otros primos algebraicos,
maravillados de ver como con tantas ganas
derivamos integraciones en cálculos mágicos.


Mágicos, sí, porque añadimos con permiso
y en la multiplicación daño no hacemos.
A todos los dejamos como estaban
pero podemos restar cuando queremos.


Que no nos cuadren pues.
Que no nos toquen las raíces
ni que jueguen con nosotros
en logaritmos ajenos.


¡Cuidado! ¡Tenedores de libros del Infierno!
Que aunque somos el más chico de todo el Universo,
primero y primo somos y contamos con el Cero.
Y no creáis que lo pondremos a la izquierda
para que lo raptéis de nuevo.
¡Que esta vez estará a nuestra derecha
y multiplicar y dividir podremos!


©Miguel Mendiola
Del libro Alzando el vuelo
El taller del poeta,
Pontevedra, 2003

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