Juan C. Gomez
foto del centro: Witold Gombrowicz
Cuando el Mafioso tiene cuentas pendientes con algún hombre de letras me pasa inmediatamente su dirección para que lo ponga en su lugar, por lo menos en todos los asuntos relacionados con Gombrowicz.
Así le pasó con el Malquerido, un joven escritor que a su juicio es muy presuntuoso y desagradable. Ponerme en contacto con otro escritor, pensaba yo, siempre me lleva a los mismos pensamientos; el comienzo promisorio de mis relaciones con personas vinculadas a la actividad de escribir me produce en un primer momento una alegría espontánea pero también un cierto desasosiego pues tengo el presentimiento de que en un momento futuro no muy lejano algo va a terminar mal, momento que en el caso de los escritores suele aparecer cuando quieren hacerme leer algún escrito.
El caso del Malquerido no se ajusta exactamente a este canon, pero en cuanto me puse en contacto con él me mandó "El brindis con Witold". "(...)
Aunque no lo creas juro que leí todos tus Grombrowiczidas..., sólo espero que encuentren finalmente editor y haya final feliz. Te mando aquí un cuento de juventud, con cameo de ya sabes quién y brindis de fin de año... (...)
"Sin embargo, tuve que sortear unas dificultades iniciales que se me presentaron antes de recibir su relato, unos inconvenientes especialmente muy complicados para mí.
El Malquerido tiene una maestría en las ciencias duras y también la tiene en las ciencias blandas, es decir, se graduó en matemática y además es un connotado hombre de letras en la actividad de escribir, en este punto sigue los pasos del Pterodáctilo y del Pavo, aunque con distinta suerte.
El hecho de que convivan dentro de la misma persona talentos tan diferentes y contradictorios, puesto que mientras la ciencia trata en general de desentrañar los misterios de la naturaleza y de la vida podríamos decir que en cierto sentido el arte vive de ellos, me produce un deslumbramiento y más cuando esa persona intenta que estos talentos se mezclen y se den de comer uno a otro, como es el caso del Malquerido.
El efecto, este gombrowiczida utiliza su ciencia adquirida y su ciencia infusa para pasearse por los supuestos conocimientos que tenía el Asiriobabilónico Metafísico acerca de las paradojas, de los laberintos y del infinito matemáticos, conocimientos sobre los cuales el Pterodáctilo tenía sus serias dudas.
Es muy conocido el hecho de que el eterno retorno de Nietzsche era una idea que obsesionaba al Asiriobabilónico Metafísico. Ese eterno retorno en el que el tiempo tiene un principio y un fin, un fin que vuelve a generar un principio ateniéndose a las leyes de la causalidad. Pero no nos las estamos viendo con ciclos sino con, exactamente, los mismos acontecimientos que se repiten en el mismo orden, sin ninguna posibilidad de variación. Se repiten los acontecimientos, los sentimientos y las ideas vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Esta idea no es tan peligrosa como lo son la del superhombre y la de la bestia rubia y, además, tiene la ventaja que nadie va a poder demostrar, ni ahora ni en el futuro, que es una idea falsa, como arguyó Eddington cuando contó el número de partículas que tenía el universo.
Como si esto fuera poco, las extensiones imaginativas de las teorías físicas modernas, a veces le pasan raspando a la idea del eterno retorno. El Big-Bang, y las duplicaciones de los sucesos que viajan por las geodésicas del cosmos a la velocidad de la luz, y se encuentra otra vez en las antípodas del universo finito e ilimitado, lo hubieran puesto loco de alegría al alemán, más loco aún de lo que estaba.
Sea como fuere el Malquerido es medio bartolero, cosa que se pone de manifiesto tanto en lo grande como en lo pequeño.
"Te pesqué en un programa radial hablando de Borges.
Cuando te recordaron que muchos escritores argentinos mayores de cuarenta años querían matar a Borges, mencionaste la anécdota de Gombrowicz. Más o menos dijiste que desde el barco, cuando Gombrowicz se iba a París a recibir un premio muy importante, les gritó a los estaban en tierra: ¡Maten a Borges!
"Pues bien, no es cierto que fuera a París a recibir un premio importante, se iba un año a Berlín con una beca de la Fundación Ford. El premio, el "Formentor", lo recibió cuatro años después, pero cuando se fue de la Argentina todavía no sabía nada. Tampoco es cierto que gritara nada desde el barco, yo estaba ahí (...)"
"(...) esto me pasa por dejar las ciencias exactas y repetir historias escuchadas sin cotejar las fuentes... es una lástima porque siempre me había parecido una imagen y un gesto acordes con Gombrowicz. Estoy leyendo ahora el diario de Bioy sobre Borges, y en cualquier momento rueda (con la de todos) su cabeza (...)
"Retomemos ahora la suerte que corrió "El brindis con Witold" del Malquerido, debo decirlo inmediatamente, tuvo una suerte desgraciada por mi grandísima culpa.
El Ladrón de Gallinas, un costarricense director de teatro, ensayista, investigador, dramaturgo y poeta, llegó a mí de la mano generosa del Niño Ruso con el propósito de conseguir mi colaboración para editar un dossier dedicado Gombrowicz en el quinto número de su revista "k", un nombre que enseguida me puso en guardia pues despertó en mi cerebro un mal presentimiento, se me asoció enseguida con el nombre del matrimonio presidencial.
Mis relaciones con este Protoser terminaron mal, pero mientras todavía se sostenían le sugerí que le pidiera una colaboración al Malquerido para integrarla al dossier de Gombrowicz, así como también le sugerí que se las pidiera a la Madame du Plastique, al Maestro Ciruela y al Cuentamusas sin presumir ni por asomo el desarrollo que iban a tomar los acontecimientos posteriores.
Por mi parte yo le había hecho llegar al Ladrón de Gallinas "Gombrowicz, la deserción y el destierro", el texto de una conferencia que había pronunciado en el Malba ante un público entusiasmado que la recibió apoteóticamente, sin embargo, al poco tiempo le manifesté que si llegaba a publicar ese texto le iba a cortar una mano.
Llegados a este punto el Ladrón de Gallinas dio por terminado nuestro negocio, pero tuvo la gentileza de comunicarme que me tendría al tanto de las novedades que se fueran produciendo en la preparación del número de su revista "k" dedicado a Gombrowicz.
Al poco tiempo cambió de opinión y volvió a la carga, me estaba pidiendo otra vez autorización para publicar "Gombrowicz, la deserción y el destierro". Fue entonces que le escribí al Niño Ruso, pues había sido él quien me había puesto en contacto con este sabandija, para que detuviera a ese tarado.
La carta fue con copia a Carlos Fuentes, al Cacatúa, al Hábil Declarante y algunos mexicanos más que no menciono para no hacer el cuento demasiado largo, quería formar un ambiente escandaloso y llevar agua para mi molino. "(...)
Es muy difícil calcular la cantidad de desatinos que uno comete en la vida, el último que he cometido yo es haberme puesto en manos de Álvaro Mata Guillé, un personaje que dice ser amigo tuyo. Este Ladrón de Gallinas costarricense edita una revista en México en la que se propone publicar un número dedicado a Gombrowicz y yo, sin darme cuenta de qué clase de persona era, le mandé material para la publicación de lo que estoy muy arrepentido, en medio de un juego epistolar irresponsable caracterizado por una falta de seriedad que yo mismo alimenté. Ahora le estoy pidiendo que excluya de la publicación el material que le mandé pero no me contesta (...)"
Finalmente, "El brindis con Witold" fue publicado en la revista "k", por suerte para Gombrowicz es un relato que tiene poco que ver con él. Por mi parte, tengo remordimientos y sentimientos de culpa, estoy muy apenado por haber puesto a cuatro de mis gombrowiczidas en las manos miserables del Ladrón de Gallinas. Quizás sea un castigo, el Malquerido que aparece en la foto muestra hasta cierto punto su carácter de bartolero científico y también de pícaro, no así el de presuntuoso desagradable como me lo había presentado el Mafioso. El aspecto del Ladrón de Gallinas no deja lugar a dudas, nos las estamos viendo con un Protoser subtropical, más pequeño, más oscuro y más perverso que los de las regiones frías.
NOTA DEL EDITOR,
El autor, Juan Carlos Gomez, conocido escritor
argentino , que me envió el texto y tambien la foto de Witold
Gombrowicz, fue el amigo más cercano del escritor polaco durante su destierro involuntario en Argentina.
Gombrowicz, escritor ya conocido y respetado en Europa, había
viajado en un barco como invitado especial de una Empresa Marítima de transporte de pasajeros y cargas que inauguró su nueva Linea a Sud America, en el primer viaje hasta Buenos Aires.
A los pocos días de haber llegado a la capital de la Argentina, las
tropas alemanas nazis ocuparon Polonia, dando comienzo a la
Segunda Gran Guerra, que obligó al escritor polaco a quedarse
en la ciudad de Buenos Aires, donde permaneció
aproximadamente 24 años.
Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al mar Mediterráneo
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