miércoles, 11 de febrero de 2009

MONICA RUSSOMANNO: TALENTOSA ESCRITORA ARGENTINA

MACETA PARA LIMONEROS



No del todo, no totalmente, pero Cecilia era la Maga. Cuántas mujeres fueron la Maga para alguien sin ser merecedoras del personaje, que por otra parte no era tan maravilloso si te fijás bien. Pero Cecilia era la Maga para mí porque pertenecía a un universo inexplorado, intangible, era la piba que ya estaba en el mundo, que ya vivía de veras y completamente mientras yo me sacudía todavía ese no ser de la niñez, ese ser a medias que es estar a merced de los demás, doblegada por mi timidez y esa aterradora sensación de estar a la intemperie, mirar desde afuera, estar de más en fiestas ajenas.


Cecilia había tenido una infancia con padres que escuchaban los Beatles, había hecho teatro, fue tocada por el relámpago feroz de la tragedia. Tan joven, tan enteramente dedicada a protagonizar sin reticencias su dolor con el mismo convencimiento que sus alegrías. Y una que siempre tiene el espacio de reserva, el boleto de vuelta, el fajito de billetes por si acaso.


Ella no. Ella era desmesurada. Imprevisora, maravillosamente tozuda en ser ella misma aunque no convenga. Vacunada contra el ridículo. Sólida en su fragilidad.


Cecilia era, más que nada, generosa por constitución e inclinaciones. Si había que hacer un potiche, ella hacía una maceta como para albergar limoneros. Recuerdo la sala de cerámica, y nuestras pobres vasijitas al lado del impresionante armatoste que se trajo no se cómo, enorme y panzudo y medio ladeado pero qué importa, si tenía el tamaño de su alma.


Tenía, Cecilia, el deseo de la maternidad; esta Maga no renunció a su Rocamadour, y halló lugar de sobra para sus hijos entre los discos y los libros. Una de las últimas veces que nos cruzamos iba en el automóvil de su padre, y levantó sonriente (Cecilia, tu cara sonriente tiene veinte años menos), levantó con la sonrisa orgullosa un bebé detrás de la ventanilla, yo mostré torpemente mi grabado ahí parada en la vereda. Me sigo viendo patética con la plancha de madera en la mano alzada, pero ahora puedo sonreírme y disculparme. Ha pasado tanto tiempo.


Escogió del arte la zona menos estéril, claro. El tejido y las tinturas vegetales, la materia orgullosa y pura, la inocente lana, el telar que tiene las raíces tan hundidas en la tierra que ennoblece las manos que lo saben amar. Yo me perdí en los laberintos del lenguaje, en los juegos de sombras de las letras en blanco y negro, en la soledad de los ordenadores.


Una vida después vuelvo a encontrar a Cecilia. Y me dice de sus hijos que son autónomos, unidos, valientes y muy buena gente. Eso me dice como quien dice algo obvio.


Habrá tenido una vida dura, mucho por qué llorar, momentos de ira y desesperación. Pero amasó del barro la maceta para contener un árbol. Y qué hermosos frutos, Cecilia Merlín, Merlina, verdadera, auténtica Maga.

(C)Mónica Russomanno

la autora:
Residente en Santa Fe, Argentina, es profesora de Artes Visuales y ha sido publicada en los diarios "Hoy en la Noticia", "El Litoral" y "La Nación" de Argentina, así como en la gacetilla "Ideas" de Cuba. Editada virtualmente en las publicaciones "Página 1", "Inventiva Social", "Unión digital", "La máquina de escribir" y otras,y en los Blogs Culturales "PAGINA 1-JOSE PIVIN" y 'EL GALO EN ALPARGATAS", escribe mensualmente ensayos en "El Arca del Sur". Guionista de los videos "El gueto de Varsovia" y el realizado por el aniversario de la radio "LT9";ha sido premiada en el concurso por los 70 años de la UNL, en el certamen de la Editorial "Nuevo Ser", el concurso "Nitecuento" de Editorial Mizares, y el organizado por "Historias para el café". Partícipe de la puesta "de la cabeza" con textos dramatizados, se sumó a la Antología "En bandada" de autores regionales. Se ha desempeñado como jueza en el concurso juvenil de la asociación "El Puente" y es autora invitada en encuentros con estudiantes.
russomannomonica@hotmail.com

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