NORMA PEDEMONTE
Desde que las vanguardias artísticas agotaron su epíritu de ruptura, la trasgresión se ha tornado el elemento de resistencia por excelencia.
El arte actual, como continuador del impulso vivificante de esa acción renovadora, busca su evolución en el continuo cambio, sucumbiendo muchas veces a la banalidad. En los últimos años, la atropellada carrera hacia la innovación ha hecho caer a muchos artistas en la repetición, la copia y la improvisación.
Si en el arte de hoy se ha trasladado la valorización de lo estático a lo económico, corresponde a los artistas luchar por la jerarquización del trabajo honesto, haciendo valer la disciplina frente al abuso, pero sin dejar espacios que legítimamente deben ocupar.
La flexibilización del campo artístico posee la capacidad de contener los diversos estilos y tendencias, por lo cual las estéticas emergentes pueden circular sin encuadre, liberándose así de una odiosa clasificación.
El denominado arte de consumo no necesariamente tiene que ser un arte trivial y decadente. Consecuentemente, el creador que oriente su producción hacia esta vía del arte debe esforzarse por elevarlo a la esfera de lo popular. En este sencillo punto radica la diferencia, en no cometer el error de considerar que desplazar el objeto artístico de su proverbial elitismo hacia lo cotidiano es vulgarizarlo.
El tener en cuenta el gusto popular, el acercarse con su obra a la gente, es lo que caracteriza actualmente a un verdadero trabajador del arte. Un artista que se proyecta a partir de su creación con seriedad, respaldado por la práctica continua, apoyándose en un elaborado proceso intelectual, y esforzándose desde el ejercicio de su profesión, se destaca del oportunista por la solidez de su obra.
No obstante, esta apertura del campo artístico, que incluye expresiones artísticas hasta ahora consideradas menores, ha generado la idea de que el arte aplicado, de consumo masivo, carece de la mística tradicional que envuelve a la obra de arte.
Si la ventaja de la democratización se desvanece con la reproducción, he aquí el camino a seguir: enaltecer lo útil mediante la creación artística, considerar que un arte útil, con probabilidades de alcanzar al pueblo, no tiene porque ser ineludiblemente de mal gusto.
Después de todo, quién es el dueño de la verdad para desestimar una obra de arte por circular en los populosos sitios de acceso masivo y no estatizarse en las desiertas salas de un museo?
fuente:
N.D.E.:
NORMA PEDEMONTE: es Lic. en Bellas Artes por la UNR(UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO), de la Republica
Argentina.
Es Crítica de Arte y docente en la Facultad de Humanidades y Artes de la citada Universidad.
Es asimismo Coordinadora de Exposiciones-Área de Cultura de Villa Hortensia , en Rosario.
Colabora en distintas publicaciones impresas y digitales y dicta charlas y conferencias relacionadas con el ARTE.
Lic.Jose Pivín
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