Martha Colmenares
El 1º de noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 60/7 en la que designó la fecha del 27 de enero Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto.
La misma fecha fue acordada por la Unión Europea para rememorar el “Día de la Memoria del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad”. El año pasado, 2007, Alemania, en su condición de país presidente, solicitó que la negación del Holocausto sea castigada.
Martha Colmenares.
En momentos cuando el mundo miraba con asombro e indignación el conclave liderado por el presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad, negador de los horrendos crímenes de Hitler contra los judíos y otros grupos sociales, así como la existencia del estado de Israel. Lo cual tiene sus antecedentes en los llamados revisionistas que operan a nivel mundial decididos a rehabilitar la reputación del Tercer Reich y sus líderes. Uno de ellos es el argentino Norberto Ceresole, fallecido en el 2003.
El Holocausto (palabra de origen griego, significa “sacrificio por fuego”) fue la persecución y el asesinato sistemático organizado de aproximadamente seis millones de judíos por parte del régimen nazi de Adolfo Hitler. Tomaron el poder en Alemania en enero de 1933. Para ellos los alemanes eran una “raza superior” y los judíos considerados “inferiores”, no merecían vivir.
También tuvieron en su mira por razón de su percibida “inferioridad racial” a los romas (gitanos), a los discapacitados, y algunos grupos eslavos (polacos, rusos).
Otros, perseguidos por razones políticas, religiosas o de orientación sexual: comunistas, socialistas, testigos de Jehová, clérigos cristianos y homosexuales. Después de los pogroms, serie de disturbios para incendiar sinagogas por todo el país alemán, en “La Noche de Vidrios Rotos” (Kristallnacht, 1938), primer acto de violencia masiva contra la comunidad judía alemana, equipos especiales de la SS (escuadra paramilitar poderosa) vigilaban los arrestos masivos de los judíos en los campos de concentración y trabajos forzados. Competían unos con otros en crueldad.
En los campos de exterminio se experimentó con los prisioneros estando vivos: esterilización de mujeres, estudio de la evolución del cáncer de estómago. En Buchenwald, sabemos de la inoculación de virus: tifus, paludismo, ictérica infecciosa e inyecciones en el corazón, injerto de huesos y extirpación de músculos.
Por su parte, Auschwitz se describe como el más grande reservorio de cráneos y esqueletos enteros, producto de asesinatos por asfixia con cianuro, elemento que impedía la descomposición orgánica de los cuerpos (ellos y su obsesión por el “Homo germanicus” y superioridad de la raza aria sobre todas las demás).
Auténticas “fabricas de muerte” para facilitar la “Solución Final,” el genocidio total de los judíos en Europa, un encargo de Heinrich Himmler (ciertamente capturado no obstante se envenenó antes de ser juzgado). Era usual el gaseado en camiones aunque construyeron cámaras de gas en los campos para aumentar la eficiencia del exterminio: hacerlo más impersonal para los verdugos.
Al culminar las deportaciones hasta ocho mil judíos fueron gaseados cada día.
Instalaban cámaras a baja presión sobre vuelos a gran altura, era tal la presión en las cabezas de los sacrificados, que enloquecían y se arrancaban los “cabellos en un esfuerzo desesperado por mitigar aquella cruel sensación”.
Instalaban cámaras a baja presión sobre vuelos a gran altura, era tal la presión en las cabezas de los sacrificados, que enloquecían y se arrancaban los “cabellos en un esfuerzo desesperado por mitigar aquella cruel sensación”.
Para experimentar sobre los efectos del frío seco, se exponía a las víctimas al terrible frío de invierno alemán, completamente desnudos, durante noches enteras.
Su temperatura interna descendía a veinticinco grados. Recogidos sin sentido. Miles de prisioneros murieron de agotamiento o de hambre. Los fusilamientos, hornos crematorios, toda esa bestialidad nazi, contraria a convenciones internacionales, a las leyes de la guerra y a cualquier instrumento jurídico sobre derechos humanos, son negados por los revisionistas.
Fotografías, restos, reconstrucción de hechos, documentos y los testimonios de los sobrevivientes (por una suerte de azar se salvaron), muestran el infierno nazi. Millones de judíos deportados y trasladados en tren, no imaginaban que iban camino a morir (no tuvieron ocasión ni de pensarlo).
El deportado sólo sabe que le han separado de sus conocidos o familiares. Al llegar al campo nazi, es sometido a un riguroso proceso de ingreso, ya instalado podría reconocer el “humo” o el “olor” y sabía que ahí estaba la muerte y que en cualquier momento le tocaría.
Está también el otro testigo de lo que fue aquello. Aquel, que al llegar al campo era enviado directo (sin ingreso) hacia un lugar extraño, posiblemente sólo en el último instante conocerá que ese lugar es una cámara de gas y que él iba a morir allí, y en ese momento. Su testimonio nunca nos llegará.
En un campo de exterminio polaco se llevó a cabo el llamado “’Festival de la cosecha.” Por parlantes se transmitió música a todo volumen mientras se practicaron los últimos 18.000 fusilamientos en fosas.
Por ejemplo, cuando las tropas Aliadas entraron en 1945 a los campos de exterminio (evidencia clave del genocidio nazi en Alemania y la Europa ocupada) hallaron pilas de huesos y cenizas. Numerosas fosas comunes son pruebas de las masacres.
Las de Francia más destacables son las de París, Lyon, Besançon, Fontainebleau. Los sobrevivientes sufrían hambre y enfermedad. Carecían hasta de las necesidades básicas como el calzado. Sabemos que más de un millón de niños judíos fueron asesinados, primeras victimas cuando los alemanes querían destruir una comunidad judía, fusilados o deportados a los campos.
Existe muchísima literatura testifical como “La Salamandra”, historia conmovedora de una pareja, de Ka-Tzenik, tatuado en el brazo por los nazis con el número 135633, ó la de Ana Frank, símbolo de la esperanza perdida.
En el caso de Ceresole, a través de su famoso “Archivo” se refirió a los testigos como personas sin credibilidad basados en hechos falsos, cimentados por la creatividad de Hollywood. Que “La solución final” sólo pretendía que los judíos emigraran de Europa (los llama atracadores planetarios), y que los corte de pelo, duchas y otras prácticas crueles tuvieron la finalidad de desparasitar.
Para el cinismo de este hombre, los hornos crematorios frenaban la expansión de las epidemias de tifus, avalando el genocidio de Adolf Hitler porque había que acabar con tantos guerrilleros soviéticos de los cuales muchos eran judíos.
Considera una falsificación y desmesurada la estimación de la masacre en seis millones de víctimas y al holocausto como mito o leyenda: hay que “destruir ese maldito Mito”, así lo escribió.
Finalizada la II Guerra Mundial, fue creado el Tribunal Militar Internacional en la ciudad de Nüremberg (Acuerdo de Londres, del 8 de agosto de 1945) para enjuiciar de manera inmediata y justa a los Principales Criminales de Guerra del Eje Europeo (el primero en hablar de castigar los crímenes de guerra fue Wiston Churchill).
Acusar de aberración jurídica el Juicio de Nüremberg le ha concitado la condena mundial.
También por éste (el archivo), sabemos que Ceresole y Hugo Chávez Frías tomaron contacto estrecho: “…Recorrimos juntos casi toda la geografía venezolana en un periplo que había comenzado en la lejana Buenos Aires…”
Ceresole tiene nexos con el terrorismo y los montoneros argentinos, entrenados en la Cuba castrista junto con otros cientos de delincuentes marxistas y de la ultraizquierda del peronismo en los años setenta que fracasaron en el intento de asaltar el poder.
Su amigo, traficante de armas y capo internacional, Mohamed Seineldín, alias Carapintada, un golpista, mantuvo correspondencia con el mandatario venezolano.
Cuando estuvo en nuestro país, llamó “mafiosos”, a los comunicadores sociales. Alardeaba de ser tratado como una “super estrella” y de que su archivo fuera catalogado “asombrosamente… como el núcleo duro ideológico del chavismo, nueva constitución incluida”.
Analistas políticos y periodistas respondieron. Carlos Raúl Hernández, escribió: “Es un cruce de bandolerismo intelectual y demencia pura y simple… Desde hace mucho tiempo no veía a nadie que pudiera estar incurso en todas las aberraciones imaginables al mismo tiempo…”.
Rafael Poleo lo describe como “un agente revolucionario fundamentalista”. Fausto Masó, Antonio Cova, Roberto Giusti y muchos otros alertaron a los lectores.
Expulsado de Venezuela en 1995 por sus contactos con el terrorismo, regresaría en el año 99, aunque tiene que irse de nuevo: “Mi amigo Luis Miquilena, ejerciendo la “falsa astucia”, me convenció para que me marchara del país, ya que mi presencia en Venezuela… estaba siendo utilizada por la oposición para desprestigiar al presidente Hugo Chávez y atribuirle un carácter dictatorial al gobierno”.
Luego, en una réplica que solicitó al periódico El Universal hace algunos años expresó su orgullo “profundo” porque el sistema de inteligencia militar venezolano se estaba reestructurando siguiendo lineamientos estratégicos que “yo en su momento he propuesto…”
Hechos notorios identifican al mandatario venezolano con Ceresole: relaciones con gobiernos y movimientos árabes y musulmanes o esa noción del líder militar caudillo nacional único.
El articulo de Carlos Widmann en la revista alemana Der Spiegel
refiere un Chávez que usa en sus discursos las mismas citas y autores que Ceresole, tales como, las del empedernido negador del holocausto el francés Robert Faurisson, quien sobre Chávez escribiera: “un antiguo paracaidista de extracción indio-americana, apodado “el golpista de los pobres”.
Las ideas del siniestro Ceresole eran absolutas: Hugo Chávez Frías requiere de “la concentración del poder” y de la relación caudillo-masa. Con el imperativo de la necesidad de la guerra civil y de los conflictos como en toda situación revolucionaria y de cambios o que Venezuela (1999) carecía de ideas e instituciones capaces de medir los “impactos estratégicos que producirá el proceso’’ en el mundo.
“Refundar” la patria, la oligarquía “siniestra” y “la exclusión de las minorías oligárquicas”, son frases suyas, frases muy propias en el léxico del mandatario.
Y sobretodo concibe algo muy pérfido: la necesidad que hay de “pulverizarnos”. Pulverizarnos, entiéndase bien, al mejor estilo nazista o comunista que requiere de la aniquilación del adversario: “personalmente estoy convencido de que el presidente Chávez deberá terminar de pulverizar, en un plazo de tiempo relativamente corto, al viejo y corrupto sistema político venezolano y a prácticamente todas las instituciones que lo articularon en el tiempo “democrático” del Pacto de Punto Fijo…”
Y así ha dicho Chávez en varias oportunidades, que a la oposición hay que “pulverizarla”.
Le da gran significación a las fechas 6 de diciembre de 1998 (triunfo de Chávez) y al 4 de febrero de 1992, Golpe de Estado a la Democracia, hoy considerado, Día de la Dignidad.
Nos llama la atención una entrevista realizada a Ceresole en 1999 en el Hotel del Círculo Militar en Caracas por los allegados al oficialismo, Ivan Freites y Ronald Blanco La Cruz (el actual gobernador del Estado Táchira). Salió a relucir aquel escrito del 7 de diciembre de 1998, en el diario español “El País”, cuando llamaron al presidente venezolano “un Hitler sudamericano”, y asumieron que Tony Blair es un canalla, y que no lo era Sadam Huseim.
Cuando le mencionaron que no habrá proceso sin su caudillo, Ceresole respondió: “Nadie muere en vísperas porque Chávez es un hombre joven y fuerte que tiene cuerda para rato”.
Así habló un contumaz antisemita sobre aberraciones políticas y del Holocausto. Norberto Ceresole, defenestrado por el mundo, constituye un panegírico (a donde haya ido) contra la dignidad del ser.
Sobre su epitafio recaen los epítetos de la inmoralidad de su horizonte. Mientras, parecen quedar las sombras malignas de lo que fue su existencia en la realidad venezolana.
Un 9 de noviembre de 1938, comenzó en Alemania el exterminio sistemático a los judíos y otros grupos, hasta el 8 de mayo de 1945.
Los que habían asentado sus vidas en Alemania la consideraban su vaterland, como lo mencionara el Rabino residente en Venezuela Pynchas Brener en su artículo kristallnacht :
“escuchaban a Beethoven y citaban a Goethe.
Pero ahora fueron despertados a la horrenda realidad, que las hordas nazis podían actuar, herir y asesinar, sin la menor protesta de la ciudadanía del país y con la complicidad de muchos.
Hubo individuos que mostraron extraordinario coraje, pero ningún grupo eclesiástico organizado alzó una voz de protesta…
¿Y el resto del mundo donde estaba? Estaba, casi mudo, inmerso en sus propias banalidades, auto centrismos y egoísmos”.
Martha Colmenares
fuente:
http://www.marthacolmenares.com/2008/02/01/los-negadores-de-los-crimenes-del-holocausto/
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