martes, 24 de noviembre de 2009

Witold Gombrowicz y Polonia

GOMBROWICZIDAS

por JUAN CARLOS GÓMEZ -


“El culto a la creación jamás ha florecido entre los polacos. Esta nación siempre fecundada, casi nunca fecundante, que ha aportado tan poco a la cultura universal, no ha sentido la creación y no la ha entendido. La creación entre nosotros es más bien algo de mal gusto. En el arte se aprecia más un trabajo de segunda mano. De ahí una situación tragicómica, cuando todos esos Lechon se encontraron entre la espada y la pared (...)”
“Ahora tienes que extraer algo de ti, un impulso, una inspiración, una idea, algo inesperado e insólito para quitarle la iniciativa a la Historia. Respondieron recitando todas sus obras antiguas más las nuevas, , exactamente idénticas, clavadas. Todo en lenguaje bellísimo, con una sintaxis ejemplar, con buena educación, dignidad y comas. Estoy lejos de exigir que cada miembro de la Asociación de Escritores en Londres se convierta en un volcán escupiendo fuego (...)”

“Pero por lo menos dos o tres. Que al menos sean unas pequeñas muestras. A mí me parece que lo que os ha perdido es la corrección de vuestro sufrimiento y la honradez de vuestras intenciones. Y es que además, ¡sois tan simpáticos!”
La relación que Gombrowicz tenía con Polonia y con los polacos era ambivalente. Se dedicó con entusiasmo a moler a palos a los escritores, a los polacos y a Polonia. A los escritores a veces les daba una tregua, a los polacos y a Polonia, no. Pero, ¿a qué polacos le había declarado la guerra? A todos, a los inmigrantes y a los que se habían quedado en Polonia, a los comunistas y a los anticomunistas, a la nobleza y al pueblo llano. A unos por una cosa y a otros por otra no dejó títere con cabeza. ¿Y por qué contra los polacos y contra los escritores?, porque si hay algo que era Gombrowicz es escritor y polaco.

Se rebela violentamente contra las dos formas que más lo definían, la de escritor y la de polaco, pero no se niega a sí mismo, niega lo que los otros dicen que es. ¿Por qué? A comienzos del año 1961 escribe que en las discusiones de café con frecuencia negaba lo que afirmaba su interlocutor el que, aterrorizado, sólo al cabo de numerosos encuentros se daba cuenta de que discutía por afición, por jugar y también por curiosidad, con el objetivo de examinar por si acaso lo contrario de cada tesis.
Aparentemente, de esta manera queda respondido lo que se tenía que responder, sin embargo, ¿qué es la negación de ser escritor y polaco?, da la impresión que el resultado es un universo demasiado amplio, entonces, ese animal salvaje que es Gombrowicz, marca su territorio y empieza escribir sus diarios en una forma drástica: “lunes Yo; martes Yo; miércoles Yo; jueves Yo”.

Es el camino más corto que encuentra para apoderarse de ese Yo, atacar y destruir todo aquello que los otros dicen que es. Es una excelente explicación, una explicación en la que sólo aparece el apego de Gombrowicz consigo mismo, pero... Una noche, en el café la Fragata, nos hablaba de algunas tribulaciones históricas que habían agobiado al rey Estanislao y al mariscal Pilsudski, unos relatos divertidos con los que nos provocaba para discutir.
Alguien dice: –el problema verdadero que tienen los polacos es que ni Alemania ni Rusia le piden permiso a Polonia para hacerse la guerra. Hasta ese momento nos estábamos riendo de buena gana, pero cuando cae la frase sobre la mesa la atmósfera se pone pesada, Gombrowicz cambia su sonrisa por una mueca de enorme disgusto, y un silencio desagradable se nos impone a todos. El alguien le pide disculpas, Gombrowicz hace un gesto con la mano.

En los programas de acción que prepara para los polacos, vuelan los palos por el aire a diestra y siniestra. Sin embargo, hay que recono-cerlo, si los polacos fueran como él piensa que son, tiene razón él, deberían cambiar un poco. Lo curioso del caso es que si en el “Diario” reemplazamos las palabras Polonia y polacos por Argentina y argentinos, tendríamos que modificar el texto, claro, pero muy poco. Un cierto ti-po de sus exclamaciones, como por ejemplo, “yo no soy escritor sino u-na persona que de vez en cuando se le ocurre escribir” o “yo no quiero a Polonia pero quisiera quererla”, terminaron por convertirlo en un paradigma de escritor y de polaco.

La moderación de los inmigrantes y el dogmatismo de los residen-tes son conductas derivadas de la guerra, y vendrían a ser algo así como una segunda naturaleza polaca que Gombrowicz distingue de su naturale-za más profunda. La moderación de las costumbres y la virtud son una consecuencia del debilitamiento del que también se deriva una vida inauténtica que se queda en el pasado y que trata de justificarse ante los demás.
Gombrowicz contrapone la naturaleza profunda del polaco con el mun-do occidental. El europeo piensa en el hombre como en un ser solitario y de valores absolutos, mientras que a los polacos se les iba haciendo palpable que el hombre no puede ser definido en soledad ni a partir de referencias invariables. Encuentra una analogía entre su pensamien-to y el de Martin Buber: la filosofía individualista ha muerto y la filosofía colectivista que considera al hombre como una función de la masa, también fracasará.

Un pedido general que les hace a los polacos es que no tiren al basurero todo lo que hay en ellos de teatro y de histrionismo, pues la condición del hombre es la artificiosidad; por un lado, es él mismo, y por otro, se imita a sí mismo, y debe ser consciente de su actuación. Este reconocimiento es indispensable para hacer una reflexión sobre la axiología. Los valores no se pueden deducir de ninguna noción gene-ral, nación o religión.
No hay ningún camino para encon-trarlos fuera de nosotros mismos, porque forman parte de nuestro senti-do interior, esa obscuridad con la claridad de la noche. De aquí cae de su peso que lo más importante para Gombrowicz no era Polonia sino los polacos. Un programa que les armó a los exiliados consiste en recordarles que no deben renunciar a su actitud aristocrática en relación con la cul-tura, que deben seguir pensando en forma compleja y civilizada.

El sen-tido aristocrático se había muerto en Polonia, pero Gombrowicz les proponía al-go así como un suicidio colectivo: mantener su anacronismo y morir en su ley. “Debemos realizarnos hasta el final, expresarnos hasta el fon-do, porque sólo los fenómenos capaces de vivir incondicionalmente tie-nen derecho a existir”. Esta propuesta va más allá de la ideología.
Si bien es cierto que el comunismo polaco exaltaba al proletariado, ergo, lo vulgar, Gombrowicz pensaba que la decadencia de la actitud aristocrática en la cultura era anterior. Pero Gombro-wicz no puede conformarse con un programa tan restringido, así que pa-sa a uno general para toda la cultura polaca. Hay un alter ego polaco que estaba pidiendo a gritos el derecho a la palabra, para destacar el hecho de que el rasgo más característico del pueblo polaco, producido por la historia, es la exageración.

La viri-lidad, la violencia psíquica, el amor a la patria, la fe, la honradez, el honor tienen en Polonia un quantum de exceso. El alter ego que exis-te dentro del polaco, ahogado por las costumbres, niega la exagera-ción; una antinomia típicamente dialéctica. Gombrowicz concluye así que el rasgo más distintivo que debiera tener el desarrollo de la cultura polaca es el espíritu de contradicción: “ampliar y enriquecer nuestra belle-za de manera que el polaco pueda gustarse a sí mismo en dos imágenes contradictorias: como el que es actualmente y como él que destruye en sí mismo al que es”
¿Por qué esta transformación cultural no se constituyó en un progra-ma durante los veinte años de independencia política entre las guerras? Por debilidad: “A la Polonia de aquel entonces la llevábamos en el pecho como a la armadura de Don Quijote a la que, por si acaso, preferí-amos no probar (...) no fuera cosa que todo se nos viniera abajo”

Gombrowicz desarrolla un proyecto para determinar cuáles son las condiciones en las que se deben desenvolver tanto la literatura como el escritor, establece límites para el objeto y describe las caracte-rísticas de la actitud. Condiciones para la literatura: que tome su alimento de la vida; que sea controlada por el sentido interior del escritor, el ángel de la guarda de la realidad; que exprese el espíri-tu colectivo.
Condiciones para el escritor: que se encante con su ob-jeto y que tome una distancia fría frente a él; que se sienta coautor de la cultura y que no la venere; que exprese su espíritu individual. De la inobservancia de estas condiciones devino una literatura que no expresó la realidad, sí en cambio las fantasías colectivas, las abs-tracciones estéticas e históricas, la misión social, el satanismo.

Condiciones para el objeto: “en las cumbres no hay nada, nieve, hielo y rocas, en cambio hay mucho por ver en el propio jardín; las montañas de sufrimiento, el horror, el vacío, son objetos que la literatura no debe abordar por la vía directa: sólo nos podemos aproximar a ellos a través del mundo entero y de la naturaleza humana en sus aspectos más fundamentales”.
La inobservancia de estos límites llevaron al fra-caso a los escritores, pues los objetos no fueron alcanzados. Al fraca-so le sucedió un sentimiento de culpa, y cuando se sintieron ruines cayeron en la frivolidad. Características de la actitud: "Soy solo. Por eso soy más". El orgullo, la altanería y la ambición deben ser puestos en evidencia, pues son el motor de la literatura. El límite de la modestia no nos conduce a nada: sentirse anterior a la nación. Hay en estas condiciones que describimos una coherencia que se regenera a sí misma, pues la raíz de sus alcances está en la concepción de la forma que tiene Gombrowicz.

“Polonia ha sido y sigue siendo para mí únicamente uno de mis múl-tiples problemas, ni por un momento me he olvidado del carácter secun-dario de esta cuestión”. Cometidos históricos del arte y del pensamien-to polacos en el exilio: nada complicado, vivir, vivir a cualquier pre-cio, y revisar, revisar su cultura y a sí mismos. Este ajuste de cuentas no debió circunscribirse solamente a su guerra con el comunis-mo.
Tenían que intentar un esfuerzo intelectual más amplio, proporcio-nal en su intensidad a la sacudida que había conmovido a Polonia. ¿Cum-plieron con este cometido? No, ni estudiaron el marxismo teórico ni se aproximaron al existencialismo; estas dos concepciones juntas cons-tituyen la verdadera introducción a nuestra época. Gombrowicz se pre-guntaba cuántos polacos pasarían un examen sobre estos temas.

“La ruptura sentimental entre ese grupo de conservadores consecuen-tes, con los botones abrochados, y la modernidad, es del tamaño de la catedral de Colonia (...) En cierto sentido, tanto Polonia como la e-migración sufren la misma enfermedad. Porque si la emigración padece de artificiosidad, que es el resultado del aislamiento con respecto a la nación, en Polonia también les ha sido impuesta la artificiosidad, y en una dosis más brutal, por una teoría tan voraz como irreal”


fuente: recibido directamednte del autor.

No hay comentarios: