martes, 13 de octubre de 2009

Jorge Rosenberg :Carnet de viaje -El Zoco de la Buri Buri



Nadie podrá robarme los recursos del pasado mientras en mi trajinado corazón haga una salvedad.
Viajo a Buenos Aires sabiendo que mi anfitrión no ésta, pero como la lealtad cubre las distancias y desvanece las ausencias, aquí me tiene usted, hermano poeta cisandino, Francisco Squeo Acuña, experto en albahaca, viajando de noche, en un ómnibus de la empresa La Unión.
El colectivo, mejor dicho el micro, cerca de la localidad de Fernández, noche oscura ya, ponen una película en la televisión, es en inglés y la letra de la traducción es chiquitita, ergo no puedo ni leer ni entender. Mejor, después de todo tengo que aceptar que este viaje a Buenos Aires no lo hago en La Estrella del Norte, ni en el tucumano y mucho menos en el tren Mixto.
Me pongo a pensar en un trayecto de regreso a Santiago, en el Mixto, para carnaval.
Acordeones a piano, bandoneones, guitarras, bombos, sanguches de milanesa, lechones y pollos trozados envueltos en delicados lienzos. Vinos de todo tipo, chacareras, chamamés, el ilusionista de los naipes, , noches sin fundamentos en el vagón comedor.
Gracias a los cielos yo he vivido un par de viajes así, lo maravilloso propiamente dicho, lo maravilloso como sustantivo propio. Pienso y el pasado me galopa alegremente por la médula ferrocarrilera, sin ausencias, sin temores, sin la necesaria razón de ser. Simplemente un tren combatiendo la pobreza a toda velocidad, con gente de un pueblo acostumbrado a ir y venir, viajando por el pan.
Como la historia está plagada de trampas, recuerdo cuando aquellos trenes de pasajeros se detenían en Rosario para realizar lo que llamaban “un cambio de vías”. En Rosario se efectuaba de rigor una trampa, algo que nunca he podido explicarme ¿o era un sortilegio?-¿o un artificio de alguna, diferente realidad? Trenes rigurosamente detenidos en Rosario, el guarda de chaqueta gris y gorro gris que hace su aparición e informa: “dar vuelta los asientos, señores pasajeros”, entonces se pisaba una palanca de un costado de abajo y se hacía girar los asientos 360 grados, de suerte (diría el filósofo Samuel Scholnik) que quedábamos sentados, pero, apuntando al regreso. Una cosa casi de no creer.
El cambio de sentido de los asientos correspondía a los vagones de primera clase y el pulman, también llamado celofán, los de segunda clase eran de madera y estaban fijos, fijados para siempre y con incierto destino final. En los camarotes no se consideraban los puntos cardinales y los pasajeros dormían igual.
Me explicaban que la formación del tren cambiaba de locomotora allí y que había cambio de vías, por tal motivo se daban vuelta los asientos, me lo han explicado muchas veces pero yo nunca he entrado en razón, para mí fue una broma que me gastaba la vida que viajaba en tren.
Al rato la señorita afatera pasa corriendo las cortinas de las ventanillas del micro, con actitud dictatorial, autoritaria, despiadada y además inconsulta. Las ventanillas están selladas, viajo dentro de un cofre a Buenos Aires.
En mi visita anterior a la Capital, un par de años atrás, compartimos con el amigo poeta Squeo Acuña, Pocho Nassif y la Gata Suárez, un asadito de terraza, un asadito que terminaron de comerlo las palomas. Era una tarde de domingo, caída ya y las palomas aterrizaban una a una sobre la terraza y la parrilla fría, ya herida, herida de muerte ya. Squeo, El Sacronte, hacía un ademán violento con su brazo y su alma y las palomas comenzaban a lanzarse en picada entre los edificios de la gran ciudad. Un espectáculo espectacular.
Casi llueve en Buenos Aires y hay un domicilio que no voy a visitar, hay una charla poética que no voy a realizar, hay un locro cisandino que con el dulce poeta no voy a saborear, como los vinitos fraternos que no habremos ya, nunca más de disfrutar.
Un palomo grande huye llevando en su pico un pedazo de costilla y nuestro último abrazo de amistad.
Ahí vuelve de nuevo la señorita afatera, sirviendo la cena con cubiertos de plástico, quiero cortar y rompo el cuchillo, qué se va a comparar con la vajilla de aquellos trenes. Mejor dejo de comparar porque no me conviene. Mejor cierro los ojos y pienso en la lluvia que puede, por ser lluvia, derrotar hasta los más respetables olvidos, o en un personaje del montón, apenas conocido, de pie, haciendo cola en la boletería del Señor.

Jorge Rosenberg. Santiago del Estero -Argentina
10 OCTUBRE-2009
FUENTE: Nuevo Diario Web.- Santiago del Estero



Jorge Rosenberg nació en 1948 en la ciudad de Santiago del Estero. Licenciado en Sociología, es sumamente conocido en esta ciudad por su exitosa serie de viñetas de la sociedad local, publicados durante varios años en un diario local y sucesivamente como libros, bajo el título de El Libro del Zoco, I,II, III y IV.
Dijo de él José Andrés Rivas, decano de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Santiago del Estero:
Cuando el poeta se repliega en sí mismo el mundo que lo rodea desaparece y sólo existe aquel universo interior que lo habita. Este es un lejano oficio de poetas para quienes el territorio de su alma puede a veces coincidir con el territorio de la geografía que lo circunda; pero otras veces, no.
Una inquietud de este tipo aparece en la poesía de Jorge Rosenberg, para quien el poema suele ser el territorio donde se agitan los fantasmas familiares, las voces del recuerdo que llegan a través del lejano tamiz de la nostalgia. La referencia constante a las imágenes de la infancia, a la ausencia del padre añorado, a la presencia de la madre, son los reflejos de una antigua batalla en donde se funden las dos tradiciones culturales que lo habitan: la judía y la criolla. Cuando él confirma en los poemas de La pelota de la luna (1987) su inevitable condición de "santiagueño por atardecer" anuncia un antiguo amanecer en que una parte de sus antepasados llegaron desde muy lejos. Millones de habitantes de un país, que otrora atraía a la inmigración, compartimos ese pasado. Pero en la poesía de Jorge Rosenberg ese regreso a los orígenes y la confirmación de identidad aparecen como una inquietud permanente.
Jorge Rosenberg es actualmente director de la Biblioteca 9 de Julio.


fuente:http://www.santiagocultura.com.ar/rosenberg.htm

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