lunes, 19 de noviembre de 2007
Recordando el desembarco en Normandía
Un
sobreviviente
recuerda ese
crucial
momento
"Estos jóvenes se contaron entre los
pocos que se salvaron del Holocausto"
Durante una de esas jornadas de trabajo nos enteramos del desembarco en Francia. Es imposible describir la ardiente sensación de felicidad que se apodera de nosotros cuando conocemos esta noticia. Desde hace tres años una vaga esperanza, casi un mito, anima nuestra vida: un dra, un hermoso día, las rejas se abrirán. Un día seremos libres.
A pesar de todo esperamos ese día pocos que se salvaron de aquel infierno apretando los dientes, luchando sin cesar con nosotros mismos para tratar de conservar la moral. Entonces, nos contamos historias sobre el desembarco. Recuerdo que en junio de 1942, cuando la resignación era total, nos arreglábamos con algunos camaradas para difundir falsas noticias. El tema principal era el desembarco de los aliados. A veces los hacíamos desembarcar en Turquía, a veces en Holanda o en algún otro lugar. Esos pobres artificios nos ayudaban un poco a vivir. Sentíamos que el desembarco de los aliados junto con el avance rápido del ejército rojo serían decisivos para el desenlace de la guerra. Por eso la alegría que se apodera de nosotros ese día es enorme.
No sé qué hora podría ser (habíamos perdido la noción del tiempo). Nuestra vida estaba regulada por los golpes de gong que nos indicaban levantarnos, la formación, la comida, el trabajo, el toque de queda; sin embargo no era todavía mediodía cuando obreros civiles polacos pasaron delante de nosotros lanzando estas palabras: "¡Han desembarcado!" Antes de haber podido realmente darnos cuenta del alcance de estas palabras nuestro corazón comenzó a latir locamente. No era de miedo esta vez. Una ola de goce nos inundó: "¡Se han atrevido!" y si se han atrevido es porque tienen todas las posibilidades de éxito. Por algo han esperado tanto tiempo. Con la rapidez del rayo, esta idea se difundió en el campo. Estamos transfigurados. El aspecto de las cosas no es más el mismo. Las vagonetas de ladrillos ya no son tan pesadas, el sol tiene más brillo, la naturaleza es más hermosa, aun las chimeneas nos parecen menos siniestras. Comenzamos a poder sonreir. Los SS están nerviosos. De todas partes salen gritos salvajes: "Arbeit, arbeit, los, los". Los golpes Ilueven a ritmo acelerado pero ya no los sentimos. "Pueden golpearnos tanto como quieran, pueden aun matarnos, esto no tiene ya importancia porque vuestro fin está próximo. Pronto será para ustedes que las chimeneas echarán humo: un humo de arios puro, un humo de alemanes, el humo que marcará la aniquilación de los mayores asesinos que la tierra haya nunca producido".Algunos instantes después nuestro capataz civil llega con un diario en la mano. Acercándome por detrás puedo leer un gran titular: "¡La batalla por Europa ha comenzado!" "¡Así que vosotros crefais que vuestras fortalezas eran inconquistables! ¡Pensábais reinar un millar de años! ¡Y bien! Vuestras fortalezas caen una por una en manos de los soviéticos y he aquí, ahora, el golpe mortal. Podéis golpearnos cada vez más fuerte, podéis activar el rendimiento de vuestros crematorios, podéis fusilar todavía más polacos u otros gentiles. Nada puede ya salvaros. Estáis perdidos. La historia lo quiere así. Con el terror y la muerte no se puede reinar siempre, un día la copa desborda y llega entonces una marea que limpia todo a su paso." A la tarde, recibí veinticinco golpes de látigo porque encontraron a mi grupo sentado, en lugar de estar trabajando. ¿Pero qué podía importarme eso? "Aúllen, vientos desencadenados, aúllen, tan fuerte como quieran el invierno no durará mucho más pronto sonreirá la primavera." Pero un sentimiento de inseguridad se filtra en nuestra alegría y la empaña. Comenzamos a preguntarnos si las cosas irán tan rápido como lo deseamos. Nos ponemos a pensar que el desembarco podrfa no tener éxito rápido y completo. Los ladridos orquestados de la radio de Goebbels, los comunicados de los diarios anunciando el rechazo de las fuerzas aliadas hacia el mar, nos producen una vaga sensación de inquietud. Conociendo demasiado bien los métodos de propaganda del Tercer Reich pensamos que ello es falso. No obstante, la alegría general es demasiado intensa, domina el campo. En columnas de a cinco, los SS pueden admirar nuestro porte impecable y nuestra actitud orgullosa. En los labios de todos hay un murmullo, canto o plegaria. Rogamos por los aliados y por el Ejército Rojo. Y esa noche, por primera vez nos dormimos con una sonrisa en los labios.
Fragmentos de: "Una escuela de construcción en Auschwitz" de Charles Papiernik. Ed. Mila
fuente:
"FUNDACION MEMORIA DEL HOLOCAUSTO"
http://www.fmh.org.ar/index.htm
n.d.e:
HOLOCAUSTO = 'SHOA'(en hebreo)
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