por RIOLAMA FERNANDEZ
Hoy está sentada frente a él. Mira la protuberancia que sale de su mejilla izquierda que parece extraída del hueco en carne viva en que se ha convertido la derecha. Hoy lo mira y después de tantos años decide hablarle. Había jurado no hacerlo hasta ver como la maldad y su vileza afloraban para comerle la carne. No era la maldición familiar heredada por el incesto y la homosexualidad transmitida de generación en generación, tampoco la lepra y el SIDA que consumieron a los pocos talentosos de la familia. Era la falta de carácter y coraje que fue degradando su escuálida personalidad hasta la abyección. La incapacidad de competir con cuerpos atléticos, bronceados y voluptuosos. La envidia, disimulada, de una personalidad creativa, activa y eficiente. Había recibido instrucción, sí, también había sido bello, más bien bonito, esa lindura que tienen los frasquitos de colección una vez que están vacíos, un muñequito de torta como le decían, tan bonito como Dorian Grey, que lo hace, ahora, con su nuevo aspecto, ser comparado con el retrato; pero le faltaba fuerza, espíritu, vitalidad, energía, todas esas cualidades que hacen a una mujer considerar que un hombre es hermoso. Le faltaba voluptuosidad, esa sensualidad intrínseca que emanan los dioses del Olimpo. A veces parecía sensual, mostrando una sensualidad copiada de los actores taquilleros de Holliwood. En fin, carecía de autenticidad. Para alimentar su ego, se había hecho a la tarea de conquistar a una rareza, una especie de Afrodita caribeña en cuyo rostro convergían todas las razas del planeta, una cara extraña, nada clásica, pero que nadie podía considerar fea, en un cuerpo mestizo y bien proporcionado, una india blanca con cuerpo atlético que al sol bronceaba como sólo lo hacen los eslavos. Ese fue su único logro personal, seducir y enamorar a la indiferente rareza. Admiraba en ella la voluptuosidad de la cual él carecía, esa sensualidad de luna plena, de sol, de planeta y de universo que sólo tiene lo redondo. Él era demasiado perfilado. Lo que le restaba belleza no era lo rectilíneo de su físico sino su falta de amplitud circular en lo que a conceptualización del mundo se refiere. En general, carecía de conceptos. Su mente era tan delgada como una aguja y eso lo hacía lindo en vez de hermoso. La delgadez de aguja no le hubiera restado cualidades si lo resaltante hubiera sido la agudeza en vez de la estreches. Lo encogido de su ser buscaba desesperadamente ampliarse, por eso se esmeró en conquistar a la especie de Afrodita y una vez lo logró, se obsesionó con ella.
Colgaba espejos de las paredes y le hacía el amor, logrando así reproducir su voluptuosidad en todos los ángulos, lo cual le ampliaba los sentidos y lo hacía sentirse grande, pleno, desbordante de toda la vitalidad que la naturaleza había negado a su árbol genealógico. Por mucho tiempo se sintió redondo y flotó como una burbuja. Eso le añadió sensualidad a su semblante, e incluso, algunas veces logró decir y hasta escribir cosas que prometían ser interesantes. Se hizo profesor universitario y por imitación terminó una maestría. Su eterna bonitura con el nuevo toque sensual y social le proporcionó una cantidad de mujeres simples que lo admiraban, muy al estilo de colegialas fans del cantante de moda, lo cual alimentó su alicaído ego; pero estimularle el ego a un ser insignificante puede ser tan descabellado y desastroso como colocar el cerebro de Albert Einstein en una cucaracha, demasiado para un animalejo, sobre todo en esa ciudad.
Su ego llegó a ser más grande de lo que él mismo era y esa desubicación hizo que la voluptuosidad de su amante en vez de engrandecerlo como hombre le recordara su insignificancia. Entonces empezó a romper los espejos a escondidas haciendo ver que era accidental. Los espejos rotos era como haberle extraído los ojos a la amante, ya que el reflejo de su imagen en los vidrios era el único medio del que disponía la muchacha para tener conciencia de sí misma. No podía verse, tampoco podía verlo a él, pues siempre le hacía el amor desde atrás. Tenía que conformarse con ver partes de sus piernas y brazos, y empezó a sentirse aislada y sin amor. A veces se consolaba mirando fragmentos de su rostro en los pequeños espejos de los productos de maquillaje, entonces el se ponía furioso, le decía que no lo quería, que se amaba más a sí misma que a él y ella optó por regalar el maquillaje.
Quedó ella en una casa vacía, sin espejos que la llenaran y con un hombre sin substancia, es decir con nada. Pero como era redonda, vivía viajando en un universo que no se detiene mucho tiempo en la cotidianidad y por eso no lo notó.
Pasaron los años y cada instante pasado hacía sus pieles más lozanas, pero en las noches, ella sentía animales colgados de su cuello y todas las mañanas padecía un gran cansancio que no sabía explicar. A veces cruzando la calle se caía y lo atribuía a lo pequeño de su pie soportando su robusto cuerpo. Un pie de Geisha o cenicienta, un cuerpo de estatua que inhibe el ímpetu de ser tocado y una cabeza con una inteligencia difícil de ser soportada por seres comunes. El cuello le dolía inexplicablemente, sabía que tenía hematomas que no podía ver y su Dorian día a día le tomaba la barbilla, la miraba fijamente a los ojos y le aseguraba que la amaba. Ella creía firmemente lo que oía, pero siempre conservaba el sentimiento de desamor con el cual había crecido. Ella era culpable de no saber estar satisfecha con el amor que recibía de un hombre tan lindo y tan gentil. El dolor pasó del cuello a la espalda y se caía más a menudo. Su piel estaba lozana y la de él también. Sus ideas descabelladas de colocar manzanas en el techo como adorno, poner la cama en el recibidor y pintar una pared con franjas de colores circulaban con ella por la calle como si se trataran de un atuendo de Madona. Entonces el beso, el beso de todos los días, el dolor en la espalda y un mareo como relámpago mostraron en fracciones de segundo un feo animal de largos colmillos que succionaban como movidos por una fuerza mecánica. Y el beso, el beso siempre demasiado fuerte porque es pasión, pasión después de cinco años debe ser un orgullo. Ella es la culpable de no sentirse satisfecha teniéndolo todo.
La insatisfacción la puso a pintar. Pintaba cosas que jamás mostró a nadie, pero que él hurgaba cuando ella no estaba, eso era amor. Entonces pintó por fin su insatisfacción, dos enormes hematomas al lado del animal que los ocasionaba, un Alien con dos bocas llenas de dientes, en tonos cardenal, azul, rojo y negro. Le pareció lo mejor que había hecho, le colocó un marco de plata , lo colgó en la pared principal del salón y se fue a dormir. Dorian regresó, miró el cuadro, pegó un grito, dijo que era una malvada, enloqueció, destrozó la casa y echó a correr. Jamás regresó. Nadie con un rostro hermoso soporta que lo fotografíen desde su peor ángulo.
Hoy, ella permanece con su mente y su cuerpo inmaculados. Detesta la hipocresía y ama la sinceridad. A veces, se divierte viendo aflorar excrementos desde un rostro bello.
Se sentó frente a él, que dibujaba monstruos sobre una servilleta. Miró la protuberancia de su mejilla izquierda que parece extraída del hueco en carne viva en que se ha convertido la derecha. Lo miró y después de tantos años decidió hablarle. Dijo: "Hola", mostrando su hilera de hermosos dientes.
No alcanzó a mirar la servilleta.
Riolama Fernández
Variaciones desde el Sillón,
Fondo Editorial Predios
fuente:
http://www.textosentido.org/textosentido/textos/fernandez.html
Riolama Fernandez, nació en Ciudad Bolviar, Estado Bolivar(Venezuela) en 1966, es cuentista. Licenciada en Biologia y Master en Biología Marina (UDO). Realizó estudios de postgrado en el Instituto Oceanográfico de Venezuela.
Participó en los talleres de Creación Literaria del Centro de Estudios Literarios "JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE"(Cumaná,
1992-95).
Distinciones: PREMIO 'ESTA TIERRA DE GRACIAS'
(Cumaná,1994) por los relatos 'EL SONIDO DE LO FRAGIL ROMPIENDOSE'.
Obra narrativa: 'VARIACIONES DESDE EL SILLON'(2003),
'EL SONIDO DE LO FRAGIL ROMPIENDOSE (2005).
Colabora en diversas publicaciones.
Es la Bióloga de la Unidad de Calidad Ambiental de la DEA BOLIVAR, (Direccion Regional del Ministerio del Ambiente) en Venezuela.
fuente:
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/
miércoles, 4 de junio de 2008
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