miércoles, 10 de julio de 2013

EGIPTO: GOLPE DE ESTADO= Vaivenes en el camino de la “Primavera Árabe”


 
 
 
 
 
Con la sociedad egipcia movilizada nuevamente, esta vez por el
creciente temor a que el gobierno de la Hermandad Musulmana
 terminara transformándose en una dictadura religiosa, el ejército
egipcio irrumpió nuevamente en la escena política del país
árabe más influyente. De esta manera, demostró que no
sólo no perdió poder sino que sigue siendo la institución más
poderosa de la sociedad egipcia.
 

El golpe de Estado llevado a cabo por el ejército egipcio
irrumpió dramáticamente en medio de un proceso que parecía
alejar lentamente a ese país del autoritarismo y la violencia.
Dicho proceso, iniciado hace dos años tras la caída de Hosni
Mubarak, ponía fin a décadas de dictaduras. La elección
de 2012, que proclamó a Mohamed Morsi presidente de Egipto,
fue uno de los hitos más importantes de una etapa que
prometía apertura política en un contexto que no estaría
exento de dificultades internas.

Los hechos que desencadenaron la expulsión de Morsi
parecían repetir las masivas movilizaciones que provocaron la
caída de Mubarak. En este contexto quizás no sea recomendable
 sacar conclusiones tajantes sobre el presente y futuro de la
llamada “Primavera Árabe”, pero sí se puede hacer una
rápida lectura del rol que están cumpliendo los distintos
actores en este proceso. Al mismo tiempo, hay que tener
en cuenta que lo que suceda en Egipto tendrá consecuencia
en muchos países vecinos que están atravesando situaciones
similares.
 
Sin duda, el gran protagonista de esta historia es el ejército
egipcio que, queda claro, mantiene el poder de tomar
decisiones políticas radicales. Cuando muchos lo daban por
domesticado luego de las purgas realizadas por Morsi en
los primeros meses del gobierno y cuando parecía cada vez
más lejos de los asuntos políticos, volvió a actuar con toda
su fuerza: echó al presidente desconociendo la voluntad
popular que lo había puesto allí tan sólo un año atrás.

Con esta intervención, el ejército demostró que no sólo no
perdió poder sino que sigue siendo la institución más
poderosa de la sociedad egipcia. Al ver la fuerte presencia
en las calles, el ejército optó, nuevamente, por privilegiar
sus propios intereses políticos y económicos en vez de
buscar una salida institucional que hubiese permitido la
continuidad de Morsi en la presidencia.
 
El otro actor clave es la sociedad movilizada. Repitiendo
las demandas que los impulsaron a las calles para
enfrentar la dictadura de Mubarak hace dos años,
volvieron a manifestarse masivamente para pedir la
renuncia del presidente por no haber dado respuesta a
ninguna de sus demandas. A esto hay que agregarle el
creciente temor a que el gobierno de Morsi terminara
transformándose en una dictadura religiosa. Había dado
pasos en ese sentido al no dar participación a los
sectores no religiosos en la nueva constitución que ya
ha sido suspendida por el ejército. El poco espacio
dado a las minorías laicas y liberales sumado a la
fuerte presencia de la religión en los asuntos públicos,
aceleró este proceso. El país había entrado en un período
de crisis de gobernabilidad y el presidente Morsi
tuvo durante su primer año de gobierno todas las
instituciones del Estado en contra. Desde la Justicia
hasta la policía. Y mientras la economía empeoraba
día a día, la inseguridad generaba pánico en las calles.
 
Morsi había accedido al poder con el apoyo de la
Hermandad Musulmana, grupo religioso que de a poco
se transformó en una actor decisivo en el manejo de 
los asuntos públicos. El ejército los ha corrido de ese
lugar de poder, y busca nuevas elecciones. Esto aleja,
si es que había, las posibilidades de su
incorporación al juego político conjugando al Islam
con la democracia. El modelo turco era el espejo.
No hay dudas de que no se quedarán con los brazos
cruzados. Su influencia en Egipto y en el resto de la
región es muy importante. Por eso hay que estar
atento a la reacción que puedan tener. Luego de haber
aceptado participar en el juego democrático y ganar
las elecciones, se ven ahora expulsados del gobierno
y perseguidos. Se han quedado sin nada.
 
Si bien es auspicioso que la ciudadanía se mantenga
activa, es muy peligroso que se volteen gobiernos
cada vez que surgen crisis. La historia enseñó que
ante tanta inestabilidad política y violencia en las
calles, se puede culminar con la aparición de un
nuevo dictador que daría por tierra  cualquier
esperanza, aunque sea mínima, de construcción
democrática.
 
8 de Julio 2013

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