Por CARLOS
ALBERTO MONTANER.*
Miami, 23 junio 2013
Es un espectáculo raro. Usualmente, los brasileros sólo se
lanzaban a las calles durante los carnavales. Ahora lo hacen para protestar.
¿Qué ha pasado? Todo comenzó por un aumento de las tarifas del transporte
público, pero ésa sólo fue la coartada. Había mar de fondo. La verdad profunda
es que una buena parte de la sociedad está fatigada de la corrupción, la
impunidad, la intrincada burocracia y la mala gestión que realiza el gobierno.
En Brasil se pagan impuestos de primer mundo, pero se
reciben servicios de tercero. Eso irrita mucho. El 38% de la riqueza que crean
los brasileros, el famoso PIB, va a parar a manos del gobierno. En Canadá,
donde el Estado educa, cura y administra satisfactoriamente, es el 37.3. En
España el 35.9. Los suizos, han construido uno de los Estados más prósperos con
sólo el 33.6. Pero desde la perspectiva brasilera tal vez lo más hiriente es el
vecino Uruguay: el sector público uruguayo apenas consume el 28.9 del PIB y el
país está bastante más organizado y es notoriamente más habitable que su enorme
vecino.
Claro que el PIB brasilero es pequeño o grande, según como
se mire. Brasil tiene la sexta fuerza laboral del planeta con 107 millones de
trabajadores. Por su tamaño, es la octava economía del mundo, pero cuando se
divide la producción (US$2374 billones, o trillones si lo decimos en inglés)
entre el conjunto de la población (201 millones de angustiados sobrevivientes),
el país pasa a ocupar el mediocre puesto 106 del mundo. Incluso, seis países
hispanoamericanos tienen mejor per cápita que Brasil, sin contar otra media
docena de islas caribeñas que también lo superan.
En Brasil la burocracia es torpe hasta la crueldad y, con
frecuencia, es corrupta. El transporte público es malo. La justicia resulta
desesperantemente lenta. Las cárceles son un horror. En general, la educación y
la salud pública son mediocres. La seguridad es una vaga ilusión desmentida por
el acoso constante de los maleantes y el sonido de los disparos en las favelas.
No hay una sola universidad brasilera entre las primeras 100 del planeta y sólo
hallamos dos en la lista cuando analizamos 500. Apenas se publican
investigaciones científicas originales. El país marcha a remolque de los
centros creativos del mundo.
Naturalmente, hay algunas zonas de excelencia. Por sólo
citar algunos casos: Petrobrás, donde el gobierno controla el 64% de las
acciones, es la mayor compañía de América Latina y una de las más eficientes
petroleras del mundo. Embraer es una buena fábrica de aviones de mediano tamaño
fundada por el gobierno y luego privatizada. Oderbrecht es una excelente
empresa de ingeniería civil que funciona a escala mundial. Lo malo y lo grave
es que el tejido empresarial, en general, se aísla de la competencia exterior
con aranceles y otras medidas proteccionistas que van en detrimento de los
consumidores locales.
Simultáneamente, en la última década han salido de la
pobreza decenas de millones de brasileros y el gobierno ha hecho un notable
esfuerzo por solucionar el problema de la desnutrición en las zonas más
desvalidas de la sociedad, pero esos logros, que nadie discute, no compensan el
horrendo capítulo de la mala administración.
La presidente Dilma Rousseff, demagógicamente, ha respaldado
a los manifestantes, como si las protestas no fueran contra su gobierno, pero
Brasil, desde hace más de una década, ha sido administrado por la izquierda y
la sociedad comienza a decir que el Partido de los Trabajadores –el de Lula, el
de Dilma— está compuesto por ladrones y sinvergüenzas que se las arreglan para
gozar de impunidad. Unos perfectos hipócritas que, sin abandonar el discurso de
la reivindicación de los humildes, han resultado tan corruptos como la derecha
y el centro, pero mucho menos eficientes.
El riesgo que implica esta actitud, si se generaliza, es que
en el país se oiga un fatídico grito que destruye los partidos políticos y les
abre la puerta a la aventura y el disparate: “que se vayan todos”. A ver si lo
entienden: la democracia liberal es un sistema que sólo funciona y prevalece si
se gobierna bien y con apego a la ley. De lo contrario, un día viene el
diluvio.
©FIRMAS PRESS
* Periodista y escritor. Su último libro es la novela “Otra
vez adiós’’..
Carlos Alberto Montaner
Carlos Alberto Montaner nació en La Habana en 1943 y vive en Madrid, España, desde 1970. Es un conocido escritor, periodista y professor universitario. Sus columnas aparecen en periódicos de Estados Unidos, América Latina y España.
Arturo Wolf · Comentarista destacado · Universidad tecnologica de buenos aires
Notable. En los últimos tiempos nos han puesto a Brasil como ejemplo de país, marcando las diferencias con el nuestro. Argentina. Producto Bruto, inversiones, desarrollo industrial, y otras yerbas. Pero hoy nos encontramos con este artículo que nos pinta, en forma descarnada, la realidad de ese país. Que , en definitiva, no es muy diferente a la nuestra. Algunos otros paises de subcontinente atraviesan caminos semejantes.Ya es hora que los americanos del sur comencemos a analizar el origen de nuestros problemas. Paises nuevos, con riquezas inmensas, baja densidad de población, y clima altamente propicio, se encuentran estancados en el desarrollo social que sus poblaciones deberían poseer. Donde está el problema? Son los gobiernos? Es la educación?, Son las clases dirigentes, o los subordinados. Existe un común denominador a todo esto que nos ocurre? Seguramente si. Busquemoslo. Si lo encontramos, nuestros nietos nos lo agradecerán
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