lunes, 3 de agosto de 2009

Marranos bajo la Cruz del Sur




Autor:

Ricardo Feierstein



La Editorial Acervo Cultural acaba de publicar el libro “Desde afuera y desde adentro. Dos excursiones por la cultura judeoargentina”, de Stephen Sadow (“Memoria de la cultura judía latinoamericana”) y Ricardo Feierstein (“Memoria personal de Buenos Aires”). En su recorrido testimonial por distintos barrios y épocas de la Argentina, Feierstein dedica un trabajo- algunos de cuyos fragmentos se reproducen como adelanto exclusivo- a la experiencia de las formas de escritura del periódico “Nueva Presencia” durante los años de la última dictadura militar. Como podrá apreciarse, el texto posee un interés que sobrepasa esa experiencia particular.



LA TRADICION MARRANA

La herencia de la tradición marrana se encuentra, al parecer, también en esta prensa contestataria judía durante la dictadura militar argentina (1976-1983). La “cultura del marranismo” viene de muy lejos, quizá desde el decreto de Justiniano de 553 e.c. prohibiendo las traducciones hasta la sangrienta Inquisición o los escritos clandestinos que circulaban en los campos de concentración.
Una minoría perseguida creó así, ante la censura o la prohibición, un cierto estilo que saltaba de manera atrevida del hablante al escucha y de regreso, un modo íntimo de entenderse, contrabandeando desde el lenguaje “interno” transparentes referencias al mundo “externo”, que los “otros” no comprenden. Leyendo entre líneas- pensamos entonces, razonamos ahora de manera más articulada- el mensaje podría transmitirse con un disfraz semántico que oculta y desoculta al mismo tiempo. Se trataba de “decir sin decir”. Pero la transparencia de significados- imaginamos- era evidente para quien quisiera verla.
Comenzamos a escribir en estilo indirecto sobre lo que estaba sucediendo en el país, confiando en que los lectores entenderían de qué se estaba hablando. La suposición, entonces, era que al referirse a temas puntuales de la comunidad judía- aunque los mismos fueran la réplica mimética de lo que estaba sucediendo en el país-, los represores podrían tener sospechas, pero no excusas legales para intervenir contra nosotros. ¡Legalidad en esa época! Éramos ingenuos, por cierto pero, como se verá más adelante, también teníamos algo de razón en el planteo.
El abanico de temas planteados es amplio y revelador: construye una manera oblicua de hablar de política argentina y de los asuntos “internos” (comunitarios) de una manera- con un enfoque- que remitía de forma transparente hacia una segunda lectura, aplicada a la realidad circundante. (...)



EL ASPECTO NACIONAL




En el mismo “registro marrano bajo la Cruz del Sur”, Herman Schiller- el director del periódico- publicó una “Crónica documentada del problema judío en la Argentina” que permitía repasar las tendencias antisemitas, la mayoría de ellas con respaldo policial y militar, que sembraban las últimas décadas de historia. A partir de la recordación del juicio de Nüremberg pudo extenderse sobre el problema del “fascismo que seguía vivo y actuante en diversos puntos del planeta.” Esta manera indirecta de hablar de la dictadura puede resultar ingenua o algo tonta viéndola treinta años después, pero en aquel entonces cada frase representaba un enorme riesgo de vida.
Por ejemplo el 17 de agosto de 1978, día en que se conmemora la desaparición del general José de San Martín (1778-1850), el héroe máximo de la iconografía histórica que se enseña en las escuelas- libertador de Argentina, Chile y Perú y modelo moral y militar para todo habitante del país, incluyendo en primer lugar a sus fuerzas armadas-, Schiller tituló su nota: “San Martín, general de guerras limpias”. Todo el artículo era una alabanza al héroe indiscutido y su actuación castrense pero, al hablar de sus “guerras limpias” y del alto ejemplo republicano y democrático, no hacía falta mucha imaginación para connotar la “guerra sucia” que los militares argentinos, actualmente en el poder, estaban llevando a cabo. El periodista Eduardo Aliverti leyó esa nota en su programa radial y eso tuvo una enorme repercusión, sobre todo en el campo no judío.
Hubo también estudios sobre la historia de obreros y sindicalistas judíos en la Argentina que, bajo la fachada de efemérides recordatorias, retomaban el ejemplo y la biografía de los luchadores sociales de las primeras décadas del siglo 20 en el país. Las conmemoraciones de fechas alusivas a la historia y la tradición judía eran reseñadas por Schiller con un criterio nacional y social a la vez: por ejemplo, el aniversario de la muerte de Moisés Hess y Najman Sirkin- dos teóricos del sionismo de izquierda- da origen a un estudio sobre el pensamiento nacional judío en ligazón con lo universal, bajo el título “Ni explotadores ni explotados” (04/05/79).
De idéntica manera procedió en lo referente a las festividades judías: Pésaj y la salida de Egipto son encaradas como la “fiesta de la libertad”. La recordación de la rebelión de los guetos contra el nazismo es “por nuestra y vuestra liberación”, una de las consignas de su comandante, Mordejai Anielevich. Jánuca se visualiza como una epopeya guerrillera contra la opresión del Imperio asirio. Purim puede leerse como la lucha de los antiguos judíos contra el prejuicio y los opresores. Iom Hatzmaut- día de la independencia del Estado de Israel- resulta buena ocasión para ligar la lucha de liberación nacional por un país hebreo con todos los movimientos similares del siglo XX, entre los que se inscribe con orgullo. La nueva configuración que se va, así, dibujando, permite sacudir saludablemente los discursos de compromiso y los ñoños lugares comunes que, habitualmente, se le dedicaban a estas efemérides en la comunidad judía. Cada fecha de recordación se convierte en un punto de reflexión para la realidad actual, una enseñanza de aplicación práctica en la lucha cotidiana.(…)

EL PARAGUAS COMUNITARIO

En el otro aspecto- el cultural y comunitario, del cual yo me encargaba- la conexión fue algo más laxa, pero también evidente para quien quisiera verlo.
“La marginación del intelectual en la comunidad judía” (15/04/78) apareció muy cercanamente con las noticias (y rumores) sobre la instauración de “listas negras” de creadores e intelectuales que, denunciados como “subversivos”, no podían ya trabajar ni publicar en la mayoría de los medios argentinos (y, desde luego, en los lugares oficiales). “Estadistas se necesitan” (10/11/78) era un llamado a que las conducciones comunitarias (¿y nacionales?) fueran asumidas por personas con visión de futuro y grandeza pluralista en su espíritu, para pensar en el destino de la colectividad (del país) y no sólo en la difícil coyuntura que atravesábamos. “Estrategia cultural: ¿cuánto peor, mejor” (04/01/80), si bien comenta cuestiones puntuales de la cultura comunitaria, estaba indirectamente referida a criticar la política de algunos grupos armados- que se demostró suicida a esa altura- de permitir, y hasta acelerar, el deterioro de la situación coyuntural, para que el pueblo (“las masas”) tomaran conciencia más rápidamente de la necesidad de los cambios (traducción: mejor una dictadura militar que acelere las contradicciones- decían- que una débil y confusa democracia). Hasta se abordó un tema tabú dentro del ámbito interno de la judeidad como la cuestión de la circuncisión ritual y las diferentes opiniones sobre su práctica, valor histórico y emocional, represiones (10/07/79), tratando de abrir una polémica pluralista sobre asuntos muy difíciles de abordar desde hacía décadas.
A partir de 1979, una serie de artículos que escribí sobre la posibilidad de un judaísmo laico y progresista se enhebró, naturalmente, con la discusión que el país soportaba en esos meses sobre la controvertida inclusión de la materia obligatoria “Formación moral y cívica” (en la visión clerical y militar), por presión de los sectores confesionales argentinos y con el apoyo de importantes sectores religiosos judíos.
En el intento más obvio de esta ligazón periodística-intelectual, dediqué una serie especial de cinco notas consecutivas al tema del “fascismo cultural” en nuestro frente interno y su incidencia maccarthista en los marcos institucionales judíos (referencia oblicua, pero muy transparente, a la censura que se vivía- de manera paralela- bajo la dictadura militar). La serie se extendió desde febrero de 1979 (“El peligro del fascismo cultural en nuestro frente interno”) hasta diciembre del mismo año y causó un enorme revuelo en vastos sectores de la sociedad. La mejor prueba de su transparencia fue el editorial que me dedicara el director de la derechista revista judía “La Luz”, que en su edición No.1251, del 29 de febrero de 1980, señaló:“Un cierto semanario, de dudosa línea ideológica- cuando decimos ideológica, entendemos fascistizante o comunizante, da lo mismo- está empeñada en poner de relieve, aunque a hurtadillas, su carácter ultra-reaccionario. (...) Este semanario tiene un ideólogo de marca mayor, que hace gala de un elitismo mental superlativo.(...) Ello tipifica la anticultura de nuestra extrema izquierda, que recurre a la máscara judía, despojando su prédica de todo rastro del acervo judío para hablar de un supuesto ‘fascismo cultural’ en nuestro frente interno.(...) Consiste en explotar el origen biológico o étnico judío de sus protagonistas, para agitar con ideas extremistas en la vida judía, desvirtuarla con medios populacheros (propios de sus compañeros de ruta, copiados de Perón y sus secuaces), para envolver a los incautos con medios seudointelectuales. (...) Pretende crear... una especie de campo de concentración mental, para dejar expedita la vía a la anticultura, empeñada en tomar por asalto a la comunidad judía para sus designios ideológicos nefastos.”
Febrero de 1980 en la Argentina. En ese momento la cantidad de desaparecidos se acercaba a la cifra de 30.000, incluyendo entre ellos unos 120 periodistas y cerca de 1.800 judíos. Tiempo antes, Schiller le había dedicado a la misma revista una nota titulada con un capítulo del Talmud: “Al HaMalshinim”(“Sobre los delatores”).


Publicado en NUEVA SION, Buenos Aires-Argentina-3/8/2009

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