PRÓLOGO DE GASTÓN GORI
Hay un nuevo encanto en la lectura de este libro de Oscar Agú. Antes, mientras leíamos poema suyos, debíamos aferrarnos a una nube o, más aún, a la sutileza del movimiento de una nube bella; dicho con otra metáfora: debíamos percibir lo que quedaba en el aire detrás del vuelo de una mariposa y del íntimo estremecimiento de nuestro espíritu.
Quiero decir que, hasta este libro de Agú, su poesía propendía al fino deleite, casi siempre recoleto y, a veces, a suscitar asombro por lo que puede suceder, en el alma un poeta, mientras nosotros caminamos desprevenidos por senderos de tierra y piedra salpicadas amargamente por un agua enturbiada, por escollos de la vida.
Nos quedaba -me quedaba- en el pensamiento, por anteriores poemas, una realidad poética exprimida del espíritu, de lo impoluto, de lo que sólo es espíritu, como si el poeta nos dejara -me dejara- solo, abandonado en medio de la historia.
Toda era, sin embargo, valederamente poético. Digo era porque me refiero a sus publicaciones pasadas, y como creencia de que es pasado, y que nunca volverá a ser presente en Agú. Ahora, en esta "CRONICA DE UNA HERENCIA", seguramente el poeta (quizá más acertado sería decir, el hombre) sintió el claro llamado y profundo de su propia vida y de su procedencia como ser humano.
Es ese instante inevitable de nuestra existencia en el que meditamos sobre nuestras raíces, cuando los recuerdos quieren clarificarse con el conocimiento de nuestros ancestros y padres, madres y abuelos cobran otro sentido.
Agú ha sentido en su interior la voz del abuelo piamontés y ha creado con ella el poema clave para todo el libro, el punto de partida, la reconstrucción poética de una vasta conjunción de hechos similares a aquellos que hicieron historia en Argentina, pero uno y único y casi un símbolo en el canto imaginado con el alma del abuelo piamontés.
Agú ha tenido el acierto de comprenderlo y emocionarlo todo en poesía. Y ha creado un nuevo espacio para el tema. No es, por fortuna, un poeta narrador; demasiado se ha narrado en verso la epopeya de los inmigrantes, se narraron hechos que, como obra literaria, sólo se pudieron sostener cuando fueron expresados con el encanto de la belleza, y no son muchos los que merecen recordarse.
Agú no hace historia con sus poemas, hace aquello propio y exclusivo de la Poesía, y logra un canto ceñido de belleza, de pura humanidad. Ya no nos queda en el espíritu aquella impresión de haber leído algo así como el trayecto de un vuelo, de los primeros cantos -breves- de Agú; aquello que era un suceso en el alma del poeta, mas no todo un suceso en el mundo; mas no todo incorporable a nuestra vida, aunque sí lo fuera en el instante de su lectura, en el deleite de disfrutar la propia fugacidad del poeta.
Ahora Agú tiene esa fugacidad o sutileza penetrante y etérea, pero ha tocado tierra. Está en el climax de sus ensueños; tiene un lugar de cielo y yuyos y cosechas donde respiraron los suyos, los que vivieron y le dieron vida; tiene un lugar donde reconocerse. Y es suyo, intransferible.
El ya no está solo cantándose, sacándose del alma su poesía. Es dos, o es todo con todos los que le precedieron; es la suma de la luz, que viene desde lejos, en el tiempo y el fruto del amor ancestral de los que cruzaron el mar; de los que vieron ese azul y vieron después el verde mar de los gramillares o alfalfares o trigales de nuestra tierra.
Todo el amor y el miedo, y la ternura "ese aleteo de pájaro nocturno", ya no necesitan para el poeta dibujarse como dibuja su vuelo la golondrina. Están en la tierra, están en "la mujer arruinada de trabajos hombrunos", están en lo bello y dificil de la vida del hombre, que viene de una tierra arada "con restos de cascos y soles secos y un dialecto que se fue trillando en nuevas alboradas"; que "viene de una tierra abrupta como geografía de olvidos y de madurez de granos".
Ha tocado tierra Agú y el poeta se ha elevado para alcanzar las más bellas hebras que habrían de servirle para crear poesía con la intrínseca Poesía de la vida de aquellos que tenían "ojos poblados de cielo y trigo como sus pasos de fronteras y aguas".
Ha tocado la buena tierra donde vivimos y donde vivieron la dignidad del trabajo, los que cultivaban según sus sueños y se fueron hace tiempo, despacito "apenas un murmullo suave y dulce como mis recuerdos".
Todo lo que vive en este libro, lo vive quién está tocado por el hermoso don de la Poesía. No es un libro más. Quizá debe decirse que es más belleza entre los libros.
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