El cantautor Tomi Lebrero está
recorriendo el país siguiendo el camino que trazó Atahualpa Yupanqui en
sus comienzos. Crónica del músico por este tour original, que lleva
recorrido 900 kilómetros y piensa llegar hasta Jujuy
Por Gabriel Plaza
| LA NACION
-Hola Tomi ¿cómo estás?
-Hola Gabriel, no estoy en Buenos Aires.
-¿Dónde estás?
- Acá estoy andando a caballo por el norte de Santa Fe.
La respuesta sorprende, pero Tomi Lebrero es así. El cantautor suele dar estos giros inesperados en su obra y en su trayectoria, como cuando se fue de gira para explorar Japón y sus trabajos se empezaron a editar de forma independiente en aquella lejana región. Ahora el trovador pop, bandoneonista y compositor, que tuvo en su último disco, Me arrepiento de todo , como productor a Lisandro Aristimuño, y formó parte del espectáculo Hay otra canción , fluye en ese territorio interior que lo deslumbra a cada paso. "Es como un viaje iniciático. Estoy en contacto con la naturaleza y conociendo mejor mi país -describe Lebrero-. Voy solo, tirando dos caballos más que llevan un par de bultos con ropa, algunos comestibles, mi ukelele, un requinto y mi bandoneón. Mi caballo se llama Madariaga, como el poeta correntino, y es un regalo de mi abuelo. La otra se llama Mansilla y el otro Bombón", me llega a decir, mientras se escucha el paso corto del caballo a campo traviesa.
Desde diciembre el cantautor porteño se lanzó al camino como los antiguos arrieros, a la manera de un Atahualpa Yupanqui moderno, que recorrió las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, en distintas etapas, buscando descubrir sus músicas de primera mano y las historias anónimas de cada lugar. "Salí de Dolores (provincia de Buenos Aires) con la idea de cumplir el viejo sueño de recorrer parte del país a caballo y retomar algunas de las rutas hechas por Atahualpa, aprendiendo de la música de cada región y, por qué no, intentando hacer una relectura de cada género. Por esta razón llevo conmigo en las alforjas, el bandoneón, el ukelele y el requinto, para componer en el viaje", relata el músico por teléfono.
La experiencia del músico tiene algo de tour hippón con espíritu beatnik, compartiendo con los músicos que se cruzan en su camino. "Mi idea no es hacer shows, más allá de que surja alguna fecha, sino la de ir compartiendo con los músicos que me voy encontrando. Creo que en el norte voy a flashear con los músicos que hay allí. Ya me encontré con unos payadores muy buenos, y en esta parte del viaje quiero llegar hasta la casa de Yupanqui en Cerro Colorado.
Después voy a seguir hasta Santiago del Estero. Espero encontrar mucha música ahí", adelanta en este itinerario, que se va armando en cada cruce o surco que se abre en el camino, y que me va relatando, en una de las tres conversaciones que mantenemos por teléfono durante su periplo.
El músico dejó en pausa todas sus otras actividades musicales y partió en busca de una Argentina anónima. Cuando tiene algún compromiso impostergable -le avisan a su celular vía msn- deja los tres caballos al cuidado en algún campo cercano a su última parada, baja a tocar a Buenos Aires y regresa para subirse nuevamente a su compañero Madariaga, al que ya tiene semidomado. "Ya recorrí 900 kilómetros a caballo y quiero llegar hasta Jujuy.
Hago un promedio de 35 kilómetros por día y me tomo algún descanso cuando se me juntan muchos días de avance. La verdad es que estoy muy entusiasmado con esta forma de viajar. Si bien hay momentos donde se puede volver un poco exigente a nivel físico, ese esfuerzo se ve recompensado por la cantidad de personas, en general enormemente generosas, que estoy conociendo", cuenta.
La ruta ya le ofreció nuevas experiencias que seguramente formarán parte de su próximo disco o un nuevo grupo de canciones. "Es una experiencia fuerte. Me ha tocado dormir en casas de trabajadores rurales, patrones, linyeras, chorros, evangelistas, en boxes de caballos, en escuelas, en la policía, en iglesias, y hasta en un cementerio. A la vez es muy interesante ver la actual fisonomía de la Argentina a partir de la introducción de nuevas tecnologías agrícolas: la extensión de la soja, del maíz y la nostalgia, que eso produce en la gente de a caballo.
-¿Que paisaje estás viendo en este momento?
-Ahora estoy parando en una casa en Jesús María que me consiguió un amigo de un amigo. Desde donde estoy puedo ver al caballo, que dejé atado en la puerta. Acá es todo muy tranquilo. Hoy está lloviendo así que aproveché para hacer un descanso en el viaje y quedarme a componer una canción que habla de una tarde más espiritual. A la hora me llega la noticia de lo del Papa y tuve que cambiar abruptamente el final (risas).
Ocurrente, el músico celebra esta nueva forma de viajar con la música
FUENTE: diario LA NACION.COM
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