El mes pasado, el New Yorker Review of Books - probablemente la tribuna más ilustrada del orbe occidental en temas tanto políticos, historiográficos y literarios - consagró un largo ensayo a los dilemas del Presidente Obama cuando encara los peligrosos volcanes del Medio Oriente.
Sin duda, ha dejado de lado las violentas e irritantes políticas de su predecesor imbuídas de un hueco moralismo. Pero sus opciones no son claras. Ni israelíes ni palestinos parecen inclinarse a cooperar con sus lúcidas intenciones.
Un asunto es claro: Obama percibe que la discontinuidad de los asentamientos alentados por los nacionalistas israelíes en la Franja occidental es indispensable. Buena parte de la opinión pública israelí converge con este parecer. Pero el actual gobierno de Netaniahu depende de elementos antipalestinos, xenófobos, que se inspiran en un mesianismo que, si no es frenado, destruirá a Israel a través de una guerra civil. Tema que traté académicamente en la revista Istor del CIDE, volumen 36.
Obama está movilizando a la comunidad europea, a Rusia, y a los países árabes moderados para multiplicar las presiones al Primer Ministro israelí. Si no cede, deberá enfrentar severas sanciones que la democracia israelí no tolerará.
El otro frente que le preocupa es Irán. Si logra un arsenal atómico se producirá una destabilización en toda el área. No sólo los países árabes - como se sabe, Irán no es árabe- se sentirán amenazados por un fundamentalismo shiita. Y no sólo Israel, cuya destrucción es un afán obsesivo del liderazgo iraní. También Rusia y los Balcanes experimentarán la peligrosa gravitación de un país cercano.
La solución es indudablemente la creación de un Estado palestino. Pero Obama ya ha percibido que las divisiones violentas entre el Fatah y el Hammas son irreparables, y que la Autoridad Palestina jefaturada por Mahmud Abbas no es creíble. Por añadidura, ni Irán ni Siria están interesados en esta solución; temen un Estado palestino laico que, con el tiempo, ganará pujanza comercial merced a la diáspora palestina en Europa y en América Latina.
Así las cosas, el nuevo liderazgo en Washington deberá actual con paciencia y flexibilidad. Lo que no consiguió el impetuoso Clinton y lo que Bush desbarató es un escollo que pondrá a prueba la sabiduría política de Obama.
Joseph Hodara
Jueves, 09 de Julio de 2009
fuente: blog cnn
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