Vera Vigevani de Jarach fue uno de los tantos judíos que debieron escapar de Italia cuando en el otoño de 1938 Mussolini proclamaba las leyes raciales. Sin embargo, no fue aquella la única vez en la que Vera debió enfrentar el autoritarismo y la injusticia.
Autor: Julian Blejmar
Durante la entrevista, Vera Vigevani de Jarach no abandonará nunca su sonrisa. Tampoco su prisa “¿Qué mas?” preguntará en todo momento, como intentando terminar rápido la misma historia.
Una historia, que la encontró protagonista de dos sucesos históricos, pero siempre del mismo lado: el de las víctimas a la que jamás les llegó la justicia.
Los primeros diez años en la vida de Vera Vigevani transcurrieron en la calma de un pequeño barrio de Milán, con calles empedradas y casitas bajas.
Eran los años de la Italia fascista de Mussolini, pero tanto ella como su familia no habían experimentado en carne propia el antisemitismo hasta 1938, año en que “El Duce” debió aceptar las leyes raciales como condición de su alianza con Hitler.
“Mi padre era un abogado que ejercía su profesión sin problemas, y mi madre trabajaba en la asistencia social con un rabino. Allí, ella se encargaba de atender a los refugiados alemanes, por lo que nuestra familia presentía que se avecinaban tiempos duros”.
Luego de las Leyes, la comunidad judía italiana quedó sin protección, y a Vera se le prohibió asistir a la escuela, por lo que sus padres no tuvieron otra alternativa que emigrar a un perdido país en el sur de América.
“Elegimos como refugio a este país porque era acogedor, tenía un idioma parecido y poseíamos algunos amigos argentinos. Claro que debimos pagar coimas para lograr las visas, pero no podíamos permanecer mas tiempo allí.
Mi abuelo aseguraba que no iba a suceder nada y prefirió quedarse, así que en 1943 fue deportado a Polonia y falleció en Auschwitz”
Vera no recuerda haber tenido alguna sensación fuerte por la partida, ya que, al igual que su familia, creía que el viaje sería transitorio.
“Me alegre de que hiciéramos un viaje, ya que anteriormente mis padres habían viajado con mi hermana y pensaba que ahora era mi turno. Pero lo que más recuerdo fue el dolor que sentí en algún momento al presentir que no volvería a ver más mis libros ni mis juguetes. Durante meses soñé con ellos”
Ya en la Argentina, Vera concurrió a una escuela italiana, pero aquello no la hizo sentirse mas cerca su país. “la mayoría de los chicos que allí estudiaban eran hijos de padres fascistas que no entendían por que estabamos allí.
No paraban de elogiar a Mussolini y hasta nos hacían oír sus discursos, pero yo no era la única refugiada por lo que forme un grupo de amigas”
Poco a poco, Vera comenzó a familiarizarse con aquel extraño país, y a los dieciséis años conoció a un joven que sería su compañero de toda la vida: Jorge Jarach, un ingeniero judeoitaliano, que también había llegado escapando del fascismo, y con quien contrajo matrimonio al poco tiempo.
Luego de trabajar en una fábrica de pulóveres, se convirtió en una periodista de la agencia ANSA, lugar en el que permaneció por mas de cuarenta años, y tuvo a su única hija, Franca. “Muchos de mis compañeros que se refugiaron aquí se volvieron a Italia al finalizar la guerra, pero yo ya había conocido a mi futuro marido, y aunque mi padre quería volverse, decidimos quedarnos”.
Franca
Cuando Vera habla de su hija, pareciera lograr abandonar su prisa para exhibir su orgullo con todo detalle. “Franca cursaba el secundario en el colegio Nacional Buenos Aires, donde era muy popular, muy buena alumna e incluso abanderada.
Además, poseía una gran energía y se prendía en todas las actividades de la escuela, por lo que también incursionó por poco tiempo en la Unión de Estudiantes Secundarios, una organización que poseía nexos con la Juventud Peronista.
Aquello a nosotros mucho no nos gustaba, ya que a pesar de no ser lo mismo, veíamos en Perón muchas analogías con Mussolini, pero también sabíamos que era el momento de las luchas sociales y toda su militancia estaba ligada a eso”.
Luego de participar en una asamblea que se desarrolló en el Nacional durante tres días, recibió varias amonestaciones y quedó libre.
“La escuela estudió su caso y la quiso reincorporar, pero Franca se había ofendido con la actitud de los directores y no quiso finalizar sus estudios allí, pese a que amaba el colegio”. Vera no agrega nada más, pero su silencio hace pensar que aquello fue una cuenta pendiente.
Volver a empezar
Aquella tarde del 25 de junio de 1976, Franca se encontraba tomando un café con unos compañeros en el bar “La Exedra”.
Hacía planes junto a su flamante grupo de amigos, pertenecientes a un taller al que había comenzado a asistir para aprender técnicas relacionadas con la gráfica. Fue en ese ámbito entró en contacto con gente vinculada al sindicalismo gráfico, que comenzó a ser detenida, por lo que el miedo era permanente.
Aquella tarde del 25 de junio de 1976, sería la última de Franca en libertad.
“Nunca supe bien los términos de su detención, pero inmediatamente intente por todos los medios averiguar su paradero, yendo a los organismos oficiales, consultando con mis contactos periodísticos, e incluso llegue a reunirme en dos oportunidades con el presidente italiano Sandro Pertini y el mismo Papa, pero nada fue suficiente”
Aquellos años de angustia e incertidumbre, a los que Vera elude constantemente, comenzaron a terminar en 1983, cuando unos amigos suyos leyeron en un diario italiano una entrevista a una sobreviviente de la ESMA, en la que afirmaba haber transcripto para ese centro de detención clandestina un interrogatorio que le habían efectuado a Franca. Inmediatamente sus amigos se pusieron en contacto con los Jarach, y fue de esta forma como supieron que había sido del paradero de su hija.
Sin embargo, la sobreviviente no la había visto en persona, por lo que aún no sabían fehacientemente que había sido de la vida de Franca
“A mediados del año pasado, unos antropólogos forenses a los que venía consultando desde hacía mucho tiempo, ya que ellos cruzaban datos de los desaparecidos, me pusieron en contacto con una persona que había estado secuestrada en la ESMA junto a Franca.
Al reunirme con esta mujer, ella me confirmó que había conocido a mi hija durante el único mes y medio que permaneció detenida, por lo que sospechamos que integró uno de los famosos vuelos. Oírlo fue terrible, pero también aliviador, ya que supe que no estuvo mucho tiempo secuestrada, por lo que no debe haber sufrido tanto.”
La militancia
En una de las tantas reuniones que Vera mantuvo con funcionarios oficiales, conoció a Haydé García con quién mantendría una relación que aun hoy en día perdura. “En 1977 me dirigí al Ministerio del Interior para continuar con las averiguaciones sobre el paradero de mi hija. Allí, una mujer que también aguardaba una reunión, se me acercó y comenzó a hablarme en voz muy baja.
Resulto que su hija, igualmente desaparecida, también estudiaba en el Nacional Buenos Aires. Cuando nos encontramos en la salida, me invitó a formar parte de un grupo de madres que periódicamente se reunía para marchar frente a la Casa Rosada para averiguar el paradero de sus hijos”.
Así, Vera comenzó a formar parte de las Madres de Plaza de Mayo, y a partir de ese momento, ambas trabajaron juntas para mantener vivo el recuerdo de los desaparecidos.
Desde hace cuatro años, Vera entrega el premio “Franca Jarach”, en el que utiliza el dinero que recibió como indemnización por la muerte de su hija para premiar trabajos realizados por los alumnos en el Nacional Buenos Aires.
Durante este año, estuvo reunida con el presidente italiano Ciampi, ya que junto a un grupo de familiares de desaparecidos italianos llevan adelante una causa judicial contra los responsables del Plan Cóndor.
En el encuentro, también solicitó que se ponga una placa que recuerde a los desaparecidos de origen italiano en el colegio argentino más importante de esta comunidad, el Cristofolo Colombo.
“Por suerte algo se está haciendo desde Europa. El año pasado se cerró el proceso en el que se condeno a los jefes de la junta militar en ausencia, por lo que sí se dirigieran a Italia quedarían presos”
En estos momentos, se encuentra terminando un libro que se editará en italiano y habla sobre los jóvenes que debieron exiliarse durante la dictadura. “Creo que es un tema importante que por alguna razón ha sido marginado.
Pienso en los casos de los jóvenes que desde su corta edad debieron separarse de sus familias y enfrentar un mundo nuevo, ya que quedándose corrían serios riesgos de ser asesinados. De alguna manera es algo que también yo viví”.
Vera sostiene que lo que en definitiva busca con cada uno de sus trabajos es mantener viva la memoria. “Tengo esperanzas de que se tome más conciencia de lo que ha sucedido, estar por la memoria significa estar atenta, porque como dijo el escritor Primo Levy, todo aquello que sucedió en alguna oportunidad podría volver a pasar.”
Fuente: http://www.enplenitud.com/las-dos-vidas-de-vera-jarach.html
martes, 28 de enero de 2014
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