domingo, 10 de noviembre de 2013

9 al 10 de Noviembre de 1938- la "noche de los cristales rotos" en la ALEMANIA NAZI:SU RESULTADO FUE EL "HOLOCAUSTO", GENOCIDIO DE 6 MILLONES DE JUDIOS ASESINADOS POR LAS BESTIAS PARDAS ALEMANAS Y SUS SECUACES NAZIS Y FASCISTAS EUROPEOS;




















ilustración Arq. Natalio Gueler- Santa Fe-Argentina




La noche de los cristales

rotos, el disparo de salida

del Holocausto



  • Más de un millar de sinagogas ardieron en toda 

  • Alemania, junto a decenas de miles de hogares y de 
  • comercios hebreos.
  • Unos cien judíos fueron asesinados y otros 30.000 
  • fueron encerrados en campos de concentración y 
  • torturados durante meses, perdiendo la vida al menos
  •  otro millar.



El 3 de noviembre de 1938, el joven judío afincado en París, Herschel Grynszpan, recibió una angustiosa carta de su hermana Berta pidiéndole algo de dinero. Los Grynszpan habían sido expulsados de Alemania junto a otros 12.000 judíos de origen polaco y esperaban en la frontera a que su país natal diese el visto bueno a la entrada. 

La carta era escueta y no se prodigaba en detalles, pero Herschel pudo leer en un diario hebreo que los deportados pasaban hambre y calamidades y que empezaban a darse casos de suicidio. El pequeño Herschel – medía 155 centímetros y pesaba 45 kilos –, de 17 años, no tenía dinero con el que socorrer a su familia, pero quedó tan conmocionado que decidió hacer algo, lo que fuese, para denunciar aquella situación. 



Herschel compró una pistola y la mañana del lunes 7 de noviembre fue a visitar al embajador alemán en París. Eludió la vigilancia asegurando que tenía que entregar al embajador un importante documento. Su escasa envergadura restaba peligro a su presencia. Heschel fue enviado al despacho del tercer secretario, Ernst Vom Rath, y cuando este le solicitó la carta, el joven le dijo: “Es usted un sucio alemán y aquí, en nombre de 12.000 judíos, tiene su documento”. 


Después, sacó la pistola y vació el cargador, impactando dos veces sobre el cuerpo del diplomático y dejándole malherido. La prensa alemana narró el suceso con verdadero sensacionalismo recordando cómo once años atrás otro judío polaco, Samuel Schwarzbart, había asesinado en París a un oficial ucraniano en venganza por una matanza de judíos acontecida tras la Primera Guerra Mundial. 


Hitler envió a su médico personal a Francia para ocuparse de Vom Rath y adoptó medidas inmediatas. Primero suspendió todos los diarios y revistas hebreos para dejar aislada a la comunidad y a continuación prohibió a los niños judíos compartir pupitre con los ‘arios’ en las escuelas alemanas. 


El miércoles 9 llegó la noticia de que Vom Rath había fallecido y la cúpula nazi desató entonces la ira del pueblo alemán. 


Aquella “manifestación espontánea”, según palabras de Reynard Heydrich, fue en realidad dirigida por una caterva de ‘camisas pardas’ y seguida por una muchedumbre de alemanes influenciables que el diplomático británico, Sir George Ogilvie Forbes describió así en su informe:


“Percibí de modo especial la actitud de los grupos que seguían a cada banda de merodeadores. No escuché la menor expresión de vergüenza o disgusto, pero a pesar de la absoluta pasividad de muchos de los viandantes sí que me fijé en la inane sonrisa que a menudo traiciona a una conciencia culpable”.


 Entre los atacantes había adolescentes e incluso escolares provistos de bates para destrozar comercios, precozmente adoctrinados para el linchamiento. 


Para la filóloga argentina Graciela Kohan, especialista en la investigación y estudio del holocausto y el antisemitismo, la noche de los cristales rotos fue un auténtico pogromo (linchamiento multitudinario) que sirvió para que muchos alemanes se dieran cuenta de que aquello iba en serio. 


“Algunos judíos dejaron el país desde el ascenso de Hitler hasta la noche de los cristales rotos pero muchos más quisieron hacerlo a partir de entonces. Los judíos se dieron cuenta de que Alemania, el país de la cultura, uno de los más adelantados del mundo, era un lugar de alto riesgo para ellos y que aquello no era una animadversión pasajera”, asegura.


 Para mucha gente – continúa – la ‘kristallnacht’ fue el preludio de lo que iba a venir luego que fue el Holocausto. Más de un millar de sinagogas ardieron aquella noche – algunas con más de 200 años de antigüedad – al igual que decenas de miles de hogares y de comercios hebreos, cuyos escaparates eran sistemáticamente destrozados en una desagradable liturgia que puso nombre a la jornada. 


Los tumultos comenzaron en Berlín pero no hubo pueblo ni aldea que no viese arder su sinagoga o el negocio de algún miembro de su comunidad judía. La Policía no trabajó aquella noche pero sí los bomberos para evitar que el fuego se extendiese por todo el país. 


Goebbels explicó ante la prensa la desidia policial sin pizca de rubor: “No podía ordenar a nuestra policía que disparara contra alemanes porque en el fondo yo mismo simpatizaba con ellos”. Cerca de cien judíos fueron asesinados según los corresponsales de prensa y otros 30.000 fueron encerrados en campos de concentración y torturados durante meses, perdiendo la vida al menos otro millar. 



 Para evitar represalias, Himmler, como jefe de la policía alemana, prohibió a los judíos portar armas bajo pena de 20 años de cárcel. En el colmo del escarnio, el Gobierno obligó a los judíos a pagar de su bolsillo la rehabilitación de las fachadas de sus comercios e incluso tuvieron que abonar una cantidad en concepto de indemnización por el asesinato de Vom Rath.


 “Para Hitler, aquella noche fue un paso previo, una medida para saber cómo iba a reaccionar el mundo ante sus acciones y cómo iban a reaccionar los judíos”, asegura la especialista en investigación sobre el Holocausto, Graciela Kohan.


 La jornada fue seguida de cerca y narrada por centenares de atónitos reporteros, que veían cómo la Alemania de Hitler se despojaba de pronto de su careta. 


El corresponsal de ‘The Times’ fue claro en su crónica: “Ningún propagandista extranjero empeñado en ensombrecer la imagen de Alemania ante el mundo sería capaz de superar la historia de incendios y palizas, de ataques de matones contra gente indefensa e inocente que ayer hizo caer en desgracia a este país”. 


El día 15 de noviembre, el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt dijo que le parecía increíble que una campaña así contra los judíos se diese “en el vigésimo siglo de la civilización” y llamó a su embajador a consultas hasta que Hitler resolviese con mayor contención el asunto judío. 


El alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, cuya madre era judía, ordenó en represalia por el vergonzoso comportamiento del gobierno nazi que tres corpulentos judíos custodiasen de forma permanente la embajada alemana y a todos los diplomáticos nazis que por allí transitaban. 


“Sólo hubo movilizaciones en Estados Unidos y Reino Unido, pero los gobiernos fueron en general tibios. Decían que no debían meterse en las políticas internas de un país”, explica Graciela Kohan.


 Ante el desolador panorama que se dibujaba en Alemania con los judíos, Inglaterra y Estados Unidos empezaron a discutir la posibilidad de habilitar un lugar para su refugio, aunque ambos opinaban que el mejor lugar estaba en el territorio del otro.


 Salieron a la palestra lugares exóticos como la Guayana británica, que se descartó por sus inhóspitas selvas, así como Tanganica, Brasil, Uganda o Madagascar, aunque ninguno reunía las condiciones necesarias para un asentamiento masivo y permanente de judíos europeos. 



En medio del debate, el gobierno republicano español, que estaba en plena guerra civil con el ejército sublevado, envió una nota oficial ofreciendo el suelo español como refugio a todos los perseguidos por su origen, opción política o religión, ya fueran católicos, israelitas o protestantes, siempre que deseen trabajar en paz.


“Hitler supo enseguida que nadie se iba a preocupar en serio por el pueblo judío y que él tenía las manos libres para actuar como gustase. Hay una frase de Goering que es muy reveladora. 


Tras la noche de los cristales rotos y la escasa movilización mundial, a pesar de la condena general, afirmó: no me gustaría ser un judío en Alemania a partir de ahora”, concluye la filóloga e investigadora Graciela Kohan.

















Así llegó Hitler al poder hace 80 años

  -Foto: María Torrens Tillack | 


Imágenes cedidas por el Museo


Histórico Alemán de Berlín

fuente: http://noticias.lainformacion.com/mundo/la-noche-de-los-cristales-rotos-el-disparo-de-salida-del-holocausto

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