jueves, 24 de septiembre de 2009

Witold Gombrowicz y Witold Gombrowicz



GOMBROWICZIDAS


por JUAN CARLOS GÓMEZ



Gombrowicz tenía la costumbre de entrevistarse a sí mismo por razones que no viene al caso explicar aquí. Los más famosos de estos reportajes tan particulares son los que les dio al diario alemán “Die Welt”, sobre las notas que había tomado de Berlín, a la revista francesa “La Quinzaine”, sobre el estructuralismo, y Al Hasídico, sobre su vida y su obra.
El canto del cisne de Gombrowicz fue, “Conversaciones con Witold Gombrowicz”, unas conversaciones imaginarias en las que habla de su obra y de su vida. En julio de 1967 Gombrowicz tenía ya cincuenta páginas escritas y estaba encantado porque su ciencia genealógica había sacado mucho provecho de los generosos secretos sobre el Gotha que le había revelado el Hasídico, un joven admirador, editor y escritor ilustre, que al poco tiempo de empezar le marcan el territorio.

“He escrito los primeros capítulos sin incluir preguntas. En los capítulos siguientes he introducido unas preguntas muy lacónicas y neutras, y me gustaría hacer lo mismo en los próximos, pues resulta más fácil escribir en forma de diálogo (...) Su idea de que la distribución de las preguntas debe realizarse al final de los capítulos no me parece afortunada (...) tal vez encuentre una manera más ingeniosa de formularlas, pero conserve estrictamente su sentido puesto que sirven de hilo conductor en el diálogo. Su verdadera participación puede consistir en un prefacio que escriba sobre mí y mi obra (...) Eso es todo”
Gombrowicz limita desde el comienzo la participación del Hasídico porque no lo necesitaba, es decir, sí lo necesitaba, era un editor prestigioso que llevaría de la mano estas conversaciones inexistentes a la imprenta.

Desde el principio le hace algunos comentarios sobre aspectos negativos de su actitud.
“No obstante, lo más curioso es que en parte usted es esclavo de lo que con tan extraordinaria vehemencia detesta: lo parisino. Creo que su generosa simpatía hacia mí se debe a que tal vez yo puedo serle útil de cierto modo en ese sentido”
Lo estimula de varias maneras distintas para que se mueva con más rapidez, teniendo en cuenta por otra parte que lo único que le había encargado era un prefacio.
“Mis amigos de Estocolmo insisten; consideran que tengo muchas posibilidades para el Nobel, en la actualidad Polonia puede ser candidata, y las conversaciones podrían ayudar. Yo no sé nada de esto, pero doscientos cincuenta mil francos me parecen una suma demasiado importante como para desdeñar esa posibilidad (...)”

“Me compraría un Mercedes (...) Si mi conocimiento de los hombres no me engaña, obligarlo a trabajar a usted es la dificultad mayor que tendré que vencer, porque, disculpe la franqueza, a usted la pesa mucho el trasero”
Esto lo escribía a comienzos de 1968, además trataba de tranquilizarlo aconsejándole que no escribiera el prefacio antes de conocer el texto completo pues de ese modo podría dominar toda la problemática en todos sus matices. Cuando el Hasídico le manda el prefacio se lo corrige.
“Existen algunas veces diferencias demasiado evidentes entre mi interpretación y la suya (...) Mi consejo paternal es que medite a fondo en mis correcciones al prefacio y las conserve a todas (...) trate de cambiar lo menos posible (...) Es el suyo un hermoso y profundo prefacio”

Si bien la entrevista que se hizo a sí mismo con el Hasídico es la más importante y la más conocida, la que se hizo con el diario alemán “Die Welt” tiene los antecedentes más dramáticos. En efecto, Gombrowicz había entablado muy buenas relaciones con Helmut Jaesrich, el director de la revista “Der Monat”, pero cuando llegó el momento de publicar “Berliner Notizen”, los diarios que había escrito sobre Berlín, Jaesrich guardó silencio. Desde Vence nos hace saber cómo va creciendo la tensión.
“Con ‘Der Monat’ofensa mortal, porque temían publicar mi diario sobre Berlín y temían decírmelo y no contestaban a mis cartas, lo que me enfureció. ¡Los mandé a la mierda que los parió! (....) Aquí ando, salió ‘Berliner Notizen’, mi diario sobre París y Berlín en alemán, parecería como si les resultase algo enervante, ‘Der Spiegel’ publicó una nota muy sarcástica (...)”

“En Alemania publicaron últimamente el ‘Cosmos’ (se llama ‘Indizien’, como quien diría ‘Las pistas’), todavía no hubo reseñas; una edición barata del ‘Diario’ (20.000 ejemplares), muy linda; y ‘Berliner Notizen’ (Notas de Berlín); mi diario de viaje Buenos Aires–París–Berlín, muy comentado en grandes notas, con títulos ‘Berlín visto por una águila’, ‘Un escándalo fascinador’, ‘Un exótico en nuestra cocina’, de lo cual es fácil deducir que despierta sentimientos muy variados (y se vende muy bien) (...)”
“En Alemania gran alboroto provoca mi volumen ‘Berliner notizen’ (notas de Berlín) con todo el diario desde la despedida de Buenos Aires. Al comienzo me atacaron furiosamente, ahora la gran prensa me defiende y elogia, en fin, hay revuelo, pero no sé cuántos ejemplares se vendieron, supongo que bastante (...)”

“El ‘Cosmos’ apareció ya en Alemania y en estos días aparecerá en París, todavía no tengo reseñas”
Hacía poco lo habían calumniado en la Polonia Popular acusándolo de haberse vendido a los dólares de la Ford, y ahora eran los alemanes los que se le echaban encima. En la entrevista que se hace a sí mismo para el “Die Welt” habla de “Berliner Notizen”, del “Diario 1953–1956”, y de “Cosmos”
Para saber por qué los alemanes se habían sentido heridos recordemos algunas de las cosas que les dijo en los diarios. Poco a poco, a pesar de que quería colocarse en la posición de un visitante ahistórico, el pasado lo empieza a morder ya que, al fin y al cabo, el hoy es el resultado del ayer.

Escuchaba cosas terribles: –Sabe usted, aquí cerca hay un hospital en el que están encerrados para siempre hombres mutilados, demasiado horrorosos para mostrarlos siquiera a sus allegados. A los familiares se les dijo que habían muerto.
“Perdieron guerras colosales, pero tuvieron en jaque al mundo entero y, antes de ser aplastados, sus líderes los llevaron de victoria en victoria. Pese a todo, están acostumbrados a las victorias: en la fábrica, en la guerra y en solucionar cualquier tipo de problemas.... Hitler fue también, y sobre todo, una cuestión de confianza. Como no pudieron creer que esto fuera tan groseramente simple, tuvieron que presumir que era genial, pero...(....) ¿Quién podría asegurarme que el pie derecho de ese señor de cierta edad no había aplastado en aquel tiempo la garganta de alguien hasta verlo morir? (...)”

“Tenía la sensación de que Berlín, igual que lady Macbeth, se lavaba las manos sin cesar. Ah, su exotismo, su hermetismo (incluso, o sobre todo, cuando cooperan), su propia sustancia imposible de expresar, ese control sobre sí mismos rayano en la locura, esa humanidad que es preludio de una humanidad futura, desconocida; y su funcionalidad, gracias a la cual cinco alemanes de lo más normales se convierten en algo imprevisible (...)”
“¡Producción! ¡Técnica! ¡Ciencia! Si Hitler se convirtió en la maldición de aquella generación, con qué facilidad la ciencia podría convertirse en una catástrofe para la juventud alemana de hoy. La ciencia, reuniéndolos en la abstracción, en la técnica, podría hacer de ellos cualquier cosa”

Los alemanes lo trataban con una hospitalidad y una amistad enormes, pero importaba mucho que él fuera polaco, era un hecho que pesaba en sus conciencias, se sentían culpables. Pero sus sonrisas no podían borrar la enorme agonía polaca; no podían seducirlo a Gombrowicz, porque él no los podía perdonar.
Hitler estaba presente en todos los polacos asesinados y seguía presente en cada uno de los polacos sobrevivientes, sin embargo, la condena y el desprecio no eran los métodos que había que utilizar. Despotricar continuamente contra el crimen solo contribuye a perpetuarlo, había que digerirlo, porque el mal sólo se puede vencer dentro de uno mismo que es donde está: “Naciones del mundo, ¿seguís creyendo que Hitler no fue más que alemán?”

Y a los de “Die Welt”, en esa autoentrevista, les dice que sí, que había escrito así para herir a los alemanes, que, del mismo modo que en el amor, hay que herir para llegar a la carne viva a través de la ropa. Pero, siendo un huésped de Berlín y con los dólares de la Ford, ¿no tendría que haber sido más considerado? La literatura que se respeta a sí misma tiene que exigir que se la tome en serio.
“Yo en Berlín no era un invitado, sino algo mucho más terrible, mucho más desesperante, mucho más poderoso, yo era yo mismo, mi propia existencia y mi propio drama. ¡Qué invitado ni que ocho cuartos! ¡Drama! ¡Existencia! ¡Lucha por el destino! Hoy en día, en la época de los viajes fáciles, el escritor se convierte cada vez más en una especie de viajante de la cultura (...)”

“No. A mí no se me puede importar como una bolsita de golosinas. Pido disculpas, yo soy un espíritu. Un espíritu, naturalmente, en la medida de lo posible, educado (tengo la impresión de que en ese sentido no se le puede reprochar nada a mis ‘Berliner Notizen’), pero un espíritu a pesar de todo”
La Fundación Ford no le había puesto condiciones a los artistas invitados, así que Gombrowicz escribió los diarios de Berlín del mismo modo que lo había hecho en Buenos Aires y en París. Pero no todas eran críticas, también había opiniones favorables.
“Gombrowicz ha extraído lo que ha podido de su papel de invitado. Ha logrado ese arte supremo que es el de ser de verdad uno mismo (...)”

“Hoy, cuando no se habla de los alemanes, este polaco ha roto el silencio. Ha dado a entender que –quiéralo o no– nosotros somos su asunto. Él se ha convertido en nuestro asunto, querámoslo o no”
Es una necesidad esencial del alma alemana, demandar de los extranjeros naturalidad, sinceridad e independencia, porque de ello depende que los alemanes sean naturales, sinceros e independientes con los extranjeros, es decir, con el mundo, es decir, consigo mismos.
Los alemanes que le hacían juicios críticos preferían el respeto, y esta contradicción del alma alemana se irá agravando a medida que crezca su confort material y, más aún, su confort espiritual, aunque, a decir verdad, los dos van de la mano.


De su “Diario 1953–1956” y de “Cosmos” habla poco en esta entrevista que se hace a sí mismo.
“Tratad de creerme y ya veréis cómo esas rarezas y esos juegos míos comenzarán a unirse en un todo orgánico y capaz de vivir. La artificialidad, en mí, es lo que facilita la sinceridad, la broma conduce a la seriedad, el espíritu de contradicción, a la verdad. Tratad de abordarme con la máxima profundidad. ¡Palabra de honor que estaré a la altura! (...)”
“De ‘Cosmos’ no sé nada. Aún está caliente, acaba de salir en polaco y en alemán, en Francia aparecerá en los próximos días. No, no es que tenga miedo... es que no me gusta... Todos mis partos son difíciles, complicados (...)”

“En torno a cada uno de mis libros se crea primero una especie de oscuridad impregnada de una ligera consternación. Mis amigos quedan desconcertados, a menudo un poco avergonzados. Yo intento saber lo menos posible de todo eso, a veces no empiezo a hojear los recortes de los periódicos hasta pasados unos meses”
Hace unas reflexiones para ver cómo se puede recuperar el arte de su mediocridad actual. Los escritores deben tomar conciencia de su dolorosa decadencia; deben rechazar todas las teorías estéticas de los últimos cincuenta años que debilitan la personalidad nivelando a los hombres y a los valores; deben volver a las grandes figuras del tiempo pasado y encontrar en sus propias personas las fuentes de la imaginación, la inspiración, la grandeza y el encanto: “Porque no hay democracia en la que no sea posible algún tipo de aristocracia, de superioridad”


fuente: recibido directamente del autor

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