Mostrando entradas con la etiqueta Néstor Kirchner. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Néstor Kirchner. Mostrar todas las entradas

viernes, 6 de agosto de 2010

Argentina: Carta Abierta de Alfredo Leuco a Horacio Verbitsky.

Que Horacio Verbitsky me haya atacado ayer significa, según mi análisis político y el conocimiento que tengo de los personajes, que el gobierno de Néstor Kirchner resolvió borrarme de la faz del periodismo. Condenarme al silencio. Tirarme con todo el aparato del estado para que calle mis opiniones críticas. Es algo que Kirchner viene intentando desde hace tiempo porque siempre defendí los valores del periodismo independiente más allá de mi corazoncito político.

Néstor Kirchner me hizo echar primero de Radio del Plata cuando yo conducía la primera mañana en esa emisora. Después presionó a los dueños de América TV, a los que tanto critica ahora, para que me despidieran de radio La Red y del canal donde hice con mucho éxito de audiencia un programa llamado “Fuego Cruzado” junto a Marcelo Longobardi.

La gota que colmó la paciencia vaso de Néstor fue un informe sobre los misteriosos fondos de Santa Cruz. Cuando estábamos con Bravo Radio del Plata y vimos que fue comprada por empresarios con fuertes relaciones comerciales con el kirchnerismo, aceleramos nuestra partida porque sabíamos lo que se venía. Y por suerte nos contrató radio Continental.

El que padeció la censura y el despido fue Nelson Castro. Ya en ese momento Verbitsky se puso del lado de los victimarios y cuestionó la situación de Nelson planteando que había sido una mera discusión comercial y contractual.

Esta es una breve síntesis de la persecución a la que me ha sometido Néstor Kirchner. No quiero aburrir con los detalles porque en radio no hay demasiado tiempo pero los aprietes desde el estado K fueron innumerables. Amenazas de blogueros, escuchas telefónicas, invasión de correo electrónico, agresiones callejeras, fuertes presiones sobre los dueños de los medios y sobre los anunciantes para liquidarme profesionalmente.

Por suerte no lo han logrado y espero que no lo consigan. Yo voy a dar batalla porque soy una persona honesta que vivo de mi trabajo, profundamente democrática y defensora de los derechos humanos.

Se que no soy nadie, que soy insignificante frente al aparato estatal de descalificación y calumnias montado por Kirchner que utiliza todo lo que tiene a mano: la Side, la Afip y el multimedios de paraperiodistas que cada día crece más.

Horacio Verbitsky con su nota confirmó mis sospechas. Que ha traicionado definitivamente a toda una generación que creyó en el ejercicio de un periodismo independiente de los gobiernos, los partidos y hasta de los dueños de los medios.

En los ´90 para protegerse se comportó como un corderito y fundó la Asociación Periodistas con el fin de defender la libertad de prensa frente a los abusos del poder de turno. Se mostró con una gran amplitud ideológica y convocó a periodistas que hoy califica de derecha o desprecia por destituyentes simplemente porque hacen lo mismo que antes: informar y opinar críticamente del poder. Solo que para Verbitsky, investigar y criticar a Menem estaba bien. Pero investigar y criticar a Kirchner está mal. Dejó de ser uno de los mejores periodistas argentinos (incluso para mi) y se convirtió en el jefe de inteligencia informal del kirchnerismo.

Por el contrario yo trato de ejercer mi maravilloso oficio como un fin en si mismo. Trato de buscar la verdad con la mayor honestidad intelectual posible. No trabajo para ningún partido. Y mucho menos para el oficialismo que es quien siempre debe ser mirado con una lupa mayor.

El gran investigador Verbitsky escribió en estos años pobres referencias eufemísticas sobre temas tan graves como Ricardo Jaime, la valija de Antonini y el enriquecimiento feroz del matrimonio Kirchner durante su actuación en distintos lugares del estado y los fondos se Santa Cruz que a mi me costaron perder el trabajo.¿No hay corrupción en este gobierno?

Hoy a Verbitsky le interesa más la ideología que la verdad. Es su decisión. Pero eso no se llama periodismo, se llama propaganda. El mismo lo dijo cuando todavía no había mostrado su verdadera cara. En el comienzo de su nota me amenaza con más sorpresas.

Dice textualmente “La polémica entre el ministro Héctor Timerman y el periodista Alfredo Leuco es una sucesión de sorpresas que tal vez no haya concluido”. ¿Qué sabe Verbitsky? ¿Está preparando el gobierno una nueva operación como ya hizo tantas veces con mentiras al más puro estilo fascista? ¿Sabe Verbitsky algo o participó en su realización?

Todavía tengo mucho para decir en defensa propia. Pero vamos a ir por partes. Continuará...

Alfredo Leuco.


Fuente:"Bravo.Continental" - Radio Continental (AM 590)


domingo, 14 de marzo de 2010

Desprecio argentino por la ley

Por Marcos Aguinis
Especial para lanacion.com 12/3/2010

BLOOMINGTON, Indiana.- Una calamidad acosa a la sociedad argentina y la degrada ante el mundo: el desprecio por la ley. Ahora se expresa mediante insolentes ataques al Poder Judicial.

Estas agresiones, que son impensables en las naciones maduras, no se realizan para aumentar la eficacia y confiabilidad de la justicia. No. Se realizan para convertir a la justicia en un dócil lacayo del Poder Ejecutivo. Así sucede en cualquier dictadura o dictablanda, sea de izquierda o de derecha. De esa forma el poder autocrático consigue mantenerse en el trono, acaparar riquezas y alienar la opinión publica para que lo siga respaldando.

Una mínima objetividad exige reconocer otro dato de diferente matiz. A poco de asumir Néstor Kirchner a la presidencia de la Nación, embistió furioso contra la Corte Suprema que venía de los tiempos en que regía otra administración justicialista y no fue modificada por el breve lapso de la Alianza. Era una Corte a la que gran parte de la ciudadanía le había perdido el respeto. Si bien contaba con figuras intachables, algunos miembros habían caído en el desprestigio. La renovación que implementó entonces el Presidente no cayó mal. Aunque modificar la Corte de forma compulsiva no es lo recomendable ?y no ocurre en los países desarrollados y genuinamente democráticos- la nueva composición produjo dos resultados positivos: la Justicia emergió fortalecida y el Presidente se anotó un éxito.

Pero ahora hasta esa misma Corte "parida por el kirchnerismo" (como se diría en el lenguaje desdeñoso que por desgracia aumenta día a día) es desactivada, saboteada e insultada por miembros del Ejecutivo y otros actores sociales. Como dije al principio, es una calamidad. Que provocará altos costos en muchos ámbitos.

En efecto, cuando la ley no es reverenciada, el barco en el que navegamos pierde su timón. Todo empeora. La Argentina ha tenido breves períodos en los que la Justicia desplegaba su majestad y su eficiencia. Mas frecuentes y prolongados han sido los tiempos en que fue manoseada y ella misma se autoinoculó gérmenes corruptos.

Ahora mismo cualquier argentino pensante sufre la realidad de jueces que lucen coraje y ecuanimidad, y jueces que parecen mucamos del Ejecutivo. El Consejo de la Magistratura, creado en la última reforma de la Constitución para darle a la Justicia mayor vitalidad, independencia y poder, fue deformado para que esas cualidades se transformasen en lo opuesto: menos vitalidad, menos independencia y menos poder.

La calle está enterada de que existen jueces funcionales al poder de turno y hay jueces de heroica integridad moral. Estos últimos deberían ser honrados por su patriotismo y exaltados como modelos. Los otros, en cambio, son los que tenia en mente el canallesco Viejo Vizcacha al aconsejar "Hacete amigo del juez". Hacete amigo del juez corrompido y venal, "no le des de qué quejarse", porque a cambio de algún favor inclinará la balanza en tu beneficio, aunque seas culpable.

No es nuevo. La tradición latinoamericana abunda en este defecto y la tradición argentina lo ha adoptado con energía entusiasta. Sin embargo, algunos países de América Latina, y el nuestro también, han intentado liberarse de esa peste. Lo están consiguiendo los vecinos de Chile, Brasil y Uruguay, además de otros hermanos como Costa Rica y Colombia.

No es fácil curarse de ese mal. Pero se debe comenzar por donde se inicia toda cura: reconocer el mal y detestarlo. Si se niega el mal o se lo disfraza con abalorios, jamás obtendremos la salud.

Los infectos pantanos de donde proviene la ponzoña que arruina la Justicia argentina pueden remontarse a un pasado distante. En los tiempos de la Conquista ya se plantaron las bases de una sistemática burla de la ley. Una de ellas era mostrar cédulas reales y gritar con las yugulares hinchadas: "¡Obedezco pero no cumplo!" Es decir, junto a la desobediencia se afirmaba la hipocresía. Esa hipocresía la denunció con elocuencia Waldo Frank al escribir que esos individuos "podían ser cristianos y, no obstante, burlarse del Sermón de la Montaña; podían torturar, violar y despanzurrar para concentrarse, más tarde, con devoción, en la santa misa". Hubo un festín de transgresiones mediante el robo de las riquezas y un sistemático abuso del trabajo indígena. Pero continuaba la hipocresía de una ley que se debía respetar y no se respetaba. El "juicio de residencia" que se efectuaba a los funcionarios peninsulares cuando terminaban su gestión, era otra gran burla. Cualquiera de esos funcionarios sabía que bastaba tener un buen amigo en la corte de Madrid para salir ilesos.

Pese a que la Constitución ha establecido con sabiduría tres poderes para que se controlen, limiten y ajusten de forma recíproca, la tradición monárquica y caudillesca tiende a depositar en el altar del Ejecutivo la suma del poder público. Es nefasto, cualquiera sea el patriotismo y la honestidad que tenga quien lo ejerza. Desde John Locke es irrefutable que todos los que gobiernan son seres humanos. En consecuencia, son imperfectos. De ahí la necesidad de poner resguardos ante errores y potenciales vicios.

En estos tiempos agitados fermentan signos esperanzadores. Uno de ellos es la voluntad del Congreso por recuperar su protagonismo. Es importante que los "representantes del pueblo" (fijémonos en que así se llama a los senadores y diputados, no a los miembros del Ejecutivo) recuerden que las únicas órdenes que deben aceptar son las que emanan de quienes los han votado y de su propia conciencia. En la medida que esperen directivas del Ejecutivo (que es tan sólo uno de los tres poderes de la República), traicionan su deber, actúan como sirvientes y merecen algún tipo de sanción. El otro signo de esperanza es que muchos más jueces de los que solían manifestarse, ahora asumen con dignidad sus fallos y sentencias. Estos dos poderes comienzan a poner la casa en un orden virtuoso. Ya reciben el aplauso de amplias mayorías y corresponde que se sientan más obligados aún a seguir por el buen camino.